CAPÍTULO 15

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Lisandro pov:

Cuando llegamos a mi casa eran como las 9 de la noche y la comida estaba helada por lo que tuve que recalentarla. Milagros me llevó una silla al comedor para que me sentara y ella y Zoe se sentaron en el sillón para cenar.

—Está exquisito esto, Licha —me sonrió Mili después de probar el primer bocado—. En serio tenés talento para la cocina.

—Apoyo totalmente a Milagros —habló Zoe con la boca llena y me reí—. Muy buena la comida.

—Muchas gracias, le puse onda porque estaba medio abandonada mi faceta culinaria.

Estuvimos el resto de la cena hablando de temas triviales y haciendo chistes para que Mili se distrajera un poco y funcionó porque estaba muchísimo menos tensa que hasta hacía un rato.

Decidimos que ellas durmieran en el comedor y yo en mi habitación a la cual me costaba un poco llegar sin ayuda por las escaleras pero no podía pedirle a Milagros que me ayudara a subir como la otra vez. Zoe se ofreció a subir conmigo pero al final logré llegar yo solo.

Me acosté muy cansado por todo lo que había pasado y terminé quedándome dormido esperando que mañana fuese mejor.


Me desperté por unos golpes en la puerta.

—¿Qué pasa? —pregunté, todavía medio dormido, mientras me paraba de la cama e iba a abrir.

—Quería salir a comprar algo y necesito que me abras —se escuchó la voz de Zoe y abrí la puerta—. Perdón por joderte tan temprano pero quiero hacerlo antes de que se despierte Mili.

—¿Qué hora es? —pregunté bostezando.

—Son las 8 y media.

Salí de la habitación y empecé a bajar las escaleras despacio para no caerme. Zoe agarró mi brazo y lo pasó por arriba de sus hombros para ayudarme por las dudas.

—Gracias —dije—. Obvio, ya te abro. Si querés tocá el timbre dos veces cuando vuelvas así sé que sos vos.

Terminamos de bajar y fui a buscar las llaves para poder abrirle. Cuando se fue, aproveché para ir a la cocina y preparar el desayuno porque sabía que ya no me iba a poder volver a dormir y tenía que esperarla hasta que volviera.

Pasé por el comedor y vi que Milagros estaba acostada de costado en el sillón. Las facciones de su cara estaban relajadas y su respiración era lenta y constante, indicando que estaba calmada y durmiendo tranquila. Si bien la dejé que siguiera durmiendo, preparé el desayuno para los tres: había hecho café, jugo de naranja exprimido y unas tostadas.

De a poco y con cuidado, llevé las cosas hasta la mesita que había en el comedor y cuando volví mi mirada a ella para controlar que siguiera bien, noté que tenía una expresión de preocupación en su cara y que había empezado a removerse incómoda. Tenía miedo de que se cayese del sillón por lo que me acerqué un poco para atajarla si eso pasaba pero quedándome a una distancia prudente para no incomodarla. Empezó a susurrar cosas inteligibles y llevó una de sus manos a su cuello, como si le doliera, asustándome.

No sabía que hacer porque Milagros me había pedido mantener la distancia entre nosotros pero me estaba haciendo mal verla teniendo una pesadilla y era la única persona en la casa además de ella.

—Por favor, soltame —susurró y las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas—. Duele...

—Mili —intenté despertarla sin acercarme más ni tocarla—. Despertate, está todo bien.

—Ayuda —gritó y movió sus brazos y sus piernas como buscando defenderse de alguien—. Duele...por favor...me lastima...

Me agaché al lado del sillón con cautela.

Malentendido | Lisandro MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora