CAPÍTULO 37

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Milagros pov:

Apenas cerré la puerta de la casa de Lisandro, empecé a llorar. No entendía que le pasaba pero parecía estar bastante molesto o dolido con algo. Eso había visto en sus ojos cuando me dijo que me fuera: dolor.

Antes de irse a entrenar esta mañana, estaba bien...estábamos bien. Lo veía feliz y con ánimos, por lo que suponía que había pasado algo en el entrenamiento.

Si bien en el momento, me había molestado un poco lo que me había dicho, sabía que quizás yo le había insistido para hablar en un momento en el que a él en serio le costaba hacerlo. Iba a esperar un poco y dejarle su espacio esperando que, cuando ya tuviese ganas de contarme, lo hiciera.

Mientras salía de la casa, me sequé las lágrimas con el dorso de la mano, intentando convencerme de que la situación no me había dolido. Tampoco valía la pena hacerme la cabeza por algo que todavía no sabía.

—Mili, ¿todo bien? —Fernando apareció al lado mío con una expresión preocupada, asustándome.

—Sisi, una boludez —le contesté llevando una mano a mi pecho para regular mi respiración—. ¿Vos qué hacés acá? ¿Pasó algo?

—Vine a ver a Lisandro porque no me está contestando las llamadas y me preocupé.

—Ah —dije un poco desganada—. Está adentro si querés pasar. Creo que está un poco enojado pero no sé por qué, no hablamos mucho.

—Gracias, me alivia bastante saber que al menos está acá. —Se me quedó mirando unos segundos—. ¿Segura que está todo bien? ¿A dónde vas? ¿Querés que te alcance?

—Voy a lo de Delfina pero tranqui que ya pedí un auto —mentí— y debe estar por llegar así que, te voy saludando. —Le di un beso en la mejilla—. Me alegra verte.

—A mí también —me sonrió—. Tené cuidado y avisale a Lisandro cuando llegues así me quedo tranquilo.

—Dale —volví a mentir.

No sabía si Delfi estaba ocupada o no. Tampoco sabía a dónde ir y a excepción de ella, todo el resto de los chicos y Zoe, estaban afuera. Por ende, como no quería molestarla por miedo a que estuviera con Olivia o haciendo algo importante, empecé a caminar para despejarme.

Todavía no estaba muy lejos de la casa de Lisandro, por lo que me frené en seco cuando lo escuché a Fernando mandarle un audio, hablarle por el portero o por llamada. No sabía muy bien cuál de todas esas opciones. Lo único que sabía era que hace 20 minutos, todo estaba bien y ahora, sentía que me estaba desmoronando.

—Licha, ¿estás así por lo que te dijo el padre de Milagros? ¿Pudiste hablar con él al final? Por favor, decime algo. Al menos que no es nada grave.

Solo me bastó escuchar eso para saber por qué Lisandro estaba así: mi papá había hablado con él y probablemente, ahora me odiaba. Estaba segura de que le había dicho algo con el propósito de alejarlo de mí y acababa de entender su mensaje de hace algunas semanas: "vas a ver como en menos de un mes, estás acá de vuelta porque te diste cuenta de que te equivocaste".

¿En serio era capaz de hacer que me peleara con Lisandro para ver si así, me quería volver a Argentina y él salirse con la suya?

Por cómo me había hablado Licha, sentía que la parte en la que se tenía que enojar conmigo para que nos peleáramos, la había logrado pero si antes quería quedarme en Inglaterra y estudiar acá, ahora menos ganas tenía de irme. Aunque Lisandro no quisiera hablar conmigo y en el peor de los casos, quisiese que me fuera de su casa para no verme, no pensaba volver a Buenos Aires.

Malentendido | Lisandro MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora