CAPÍTULO 39

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Lisandro pov:

—¿Querés contestar? —le pregunté—. Me puedo ir para que hablen tranquilas.

Se sentó en la cama con una mirada cansada y la imité. Me miró por unos segundos mientras el teléfono seguía sonando y se apoyó contra mi hombro.

—No, quedate —susurró—. No sé qué me va a decir y necesito tenerte como apoyo.

Pasé mis brazos por su cintura y apoyé mi cabeza en su hombro.

—Okey.

El teléfono había dejado de sonar porque no había atendido la llamada por lo que, marcó el número de su mamá y esperó a que le respondiera.

Yo solo la sentía respirar un poco más rápido de lo normal y murmurar frases relativamente cortas. Le acariciaba la espalda y le daba besos en el hombro para intentar calmarla un poco. No entendía bien de qué estaban hablando exactamente pero lo único que quería era que Mili se sintiera bien.

Después de 10 minutos, me apretó la mano, llamando mi atención.

—Mi mamá quiere hablar con vos... —me dijo con los ojos un poco aguados—. A solas...

—¿Vos estás bien?

Asintió con una sonrisa y se paró de la cama para irse de la habitación. 

Inhalé profundo mientras la veía salir del cuarto y acerqué su celular a mi oreja.

—¿Hola? —hablé un poco inseguro, sin saber que esperarme.

—Hola, Lisandro. Soy Carla, la madre de Milagros —me saludó relajada. Se notaba que estaba sonriendo del otro lado del teléfono, relajándome un poco a mí también.

—¿Cómo está? ¿Pasó algo?

—No, solo quería disculparme con vos personalmente por lo que hizo mi esposo —contestó—. Por eso la llamé a Mili también. No tenía idea de lo que había hecho pero quiero que sepas que estoy muy agradecida de todo lo que hiciste por mi hija y por el hecho de que te hayas convertido en un lugar seguro y de confianza para ella, cuando nosotros no supimos serlo.

—Yo...

—Esperá que quiero decirte una última cosa... —me frenó—. Aunque creo que a estas alturas ya lo sabés pero independientemente de lo que te haya dicho mi marido, Milagros te quiere mucho. Yo la conozco y me doy cuenta del cariño y el amor que te tiene. Espero que algún día puedan presentarnos personalmente porque me encantaría conocer a la persona que significa tanto para mi hija.

—Gracias —fue lo primero que salió de mi boca—. Usted no tiene que disculparse por nada conmigo pero le agradezco mucho que me haya dicho todo esto.

—Es lo mínimo que podía hacer después de todo lo que pasó —suspiró—. Y en lo que respecta a mi marido...estuvo muy mal lo que hizo y...espero que se dé cuenta de su error y pueda disculparse con los 2. A veces es medio testarudo pero lo estamos hablando.

—En serio gracias —dije sincero—. Yo también espero eso porque Mili lo ama y yo solo quiero que ella esté bien.

Cuando nos saludamos y terminé la llamada, fui a buscarla a Milagros mucho más relajado y contento. Apreciaba mucho el gesto que había tenido su mamá y por lo que me había dicho, creía que le había hecho bien a Mili hablar con ella. Tenía la esperanza de que su papá, tarde o temprano, lo entendiera y la apoyara pero mientras tanto, estaba seguro de que ella contaba con el apoyo de su mamá y con el de todos nosotros.

Entré a la cocina y había terminado de acomodar las cosas que habíamos dejado hace un rato en la mesada. Parecía estar bien y eso me ponía feliz. Como no se había dado cuenta de que estaba ahí y me daba la espalda, la giré en el lugar, la agarré de la cintura y la senté arriba del mármol, poniéndome entre sus piernas.

Malentendido | Lisandro MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora