CAPÍTULO 8

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Milagros pov:

Lisandro me había prestado otra de sus remeras que me quedaban gigantes. Abajo seguía teniendo el jean y me había dado unas sandalias suyas para que no tuviera que caminar con borcegos todo el día.

Eran como las 4 de la tarde por lo que ya se había ido a entrenar. Cuti y el Tucu habían aprovechado para acompañarlo y yo me había quedado con Lautaro. Habíamos pedido helado y estábamos viendo una peli de comedia en el comedor y me estaba cagando de risa. Yo estaba sentada en una punta del sillón, con los pies arriba, completamente concentrada y Lautaro estaba en la otra punta, en la misma posición. Cada tanto sentía su mirada sobre mí pero no decía nada y seguía comiendo el helado. Cuando la película terminó, decidió poner música en aleatorio a un volumen bajo, para que pudiéramos hablar.

—Estuvo buena la película, ¿no? —dijo Lautaro en un momento.

—Sí, fue muy graciosa boludo —contesté con una sonrisa— y eso que no soy muy fan de las pelis de comedia. —Me levanté del sillón con mi pote de helado para ir a tirarlo a la basura y cuando pasé por delante suyo, me tropecé con la alfombra y me caí arriba de él que puso sus manos en mi cintura mientras las mías quedaron en el respaldo—. Perdón, me tropecé.

—No pasa nada. —Sus manos afianzaron el agarre en mi cintura y miró mis labios.

Estábamos muy cerca y no sabía cómo salir de esta situación. Intenté levantarme pero no tenía equilibro así que, volví a quedar en el mismo lugar en el que estaba antes.

—¿Sabés que de cerca sos todavía más linda? —susurró con una sonrisa y se empezó a acercar más a mi boca para besarme.

—Lauti... —le dije alejándome lo más que pude teniendo en cuenta de que me estaba costando incorporarme.

Él notó mi acción y me ayudó a salir de encima suyo.

—¿Dije algo malo? —preguntó—. Perdón si te incomodé.

Me daba pena porque se estaba portando re bien conmigo y me caía excelente pero no me atraía de esa manera. Tenía que admitir que era un chico muy lindo pero lo veía más como un futuro amigo que como novio o pibe con el cual salir.

—Nonono, tranquilo. —Suspiré y lo miré—. No hiciste nada malo, es solo que...

—No querés besarte conmigo —terminó la frase por mí.

Me volví a sentar en el sillón, al lado suyo, olvidándome de lo que tenía pensado hacer 5 minutos.

—Me caés de 10 y sinceramente, sos muy lindo y muy simpático pero... —Respiré profundo. Tenía miedo de que le doliera lo que iba a decirle—. No me gustás y no te besé porque no quiero confundir las cosas entre nosotros.

Apoyó su mano sobre la mía, que estaba en mi pierna y me sonrió.

—Tranqui, Mili. Te entiendo. —Apretó mi mano de manera cariñosa—. Gracias por ser sincera y decírmelo de una así no me hacía ilusiones. La verdad, vos a mí sí me atraés pero respeto que no te pase lo mismo.

—Sé que capaz es una mierda decir esto ahora pero...me encantaría que fuéramos amigos porque posta me caés muy bien, posta.

Lautaro me abrazó sonriente.

—A mí también me gustaría que fuéramos amigos.

En el medio del abrazo, se abrió la puerta y apareció Lisandro en el comedor. Tenía su típica cara de serio y me miraba a los ojos de una manera muy intensa pero no iba a ser la primera en romper el contacto visual.

Lautaro, como estaba de espaldas a él, no lo vio.

—Lauti —susurré en su oído—. Está Lisandro.

Malentendido | Lisandro MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora