CAPÍTULO 18

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Lisandro pov:

No podía dejar de besarla. Amaba cada suspiro, cada jadeo y cada sonrisa que le provocaban mis labios, mi cuerpo, mis palabras, mi tacto. Era hermosa y me encantaba saber que yo podía generar tantas cosas en ella porque Milagros definitivamente me provocaba un placer más allá de lo meramente sexual. Últimamente, quería pasar más tiempo cerca de ella: me gustaba escucharla hablar de sus intereses, verla reírse por algo que decía, que me ayudara y me cuidara de manera genuina por mi lesión...cada momento con ella, lo terminaba disfrutando.

Sabía que no podía decir que estaba enamorado porque me faltaba conocerla mucho más pero desde la primera vez que la había visto, con su actitud peleadora y su manera de plantearse sin importarle que fuera un jugador famoso, para defenderse, me había removido algo adentro mío. Al principio en serio pensaba que era solamente odio y bronca pero ya no creía que hubiese sido eso: me había descolocado, sacado del lugar en donde las personas normalmente solían ponerme. Para ella no era 'Lisandro Martínez, la estrella del United', era solo un pibe que le había roto las pelotas y que había interferido con su día habitual y eso me encantaba porque, el fútbol era mi pasión y era lindo que las personas me reconocieran por hacer algo de lo que yo disfrutaba pero al fin y al cabo, era un chico más que jugaba a la pelota. Odiaba que me redujeran a mi capacidad futbolística solamente, era una persona que también tenía otros intereses y otras virtudes además de pegarle a la pelota y mucha gente que quería entablar relaciones conmigo, no lo notaba. Milagros, sí.

Estaba completamente perdido en el momento. Subí mi mano por la piel de su estómago y empecé a dejar besos en su mandíbula, bajando hasta llegar a su cuello. Cuando mis labios rozaron la piel de su clavícula, tiró su cabeza para atrás y llevó sus manos a mi pelo, tirando levemente de él.

—Licha... —jadeó y sonreí sobre su cuello acordándome del sueño que había tenido cuando estaba afiebrado.

Había pasado exactamente lo mismo y sabía que esto era real, que en serio estaba diciendo mi nombre y que en serio era por mis besos.

Apreté levemente mi mano sobre su costilla derecha y mi boca bajó un poco de su clavícula, haciendo que tirara un poco más de mi pelo y sacándome un suspiro a mí.

Se escuchó la puerta de entrada abrirse y nos separamos de manera abrupta con las respiraciones agitadas.

—Bueno, tampoco nos dan taaanto tiempo a solas —susurró con una sonrisa mientras se sentaba bien en el sillón y agarraba el mate para cebar.

Me reí, acomodándome yo también.

—Buenass, ¿todo bien? —se escuchó la voz de Zoe—. Vine con los chicos...no sé si ustedes estaban ocupados —dijo mientras nos miraba con una sonrisa de lado, dándose cuenta de nuestras respiraciones y de nuestra ropa desacomodada.

—Nonono, tranqui —mentí en vano—. Se pueden quedar a comer si quieren, chicos. Justo me iba a poner a cocinar.

—¿Y qué pasó? ¿Viniste de hacer una maratón antes de ponerte a preparar la comida? —se rió el Cuti—. Digo, porque estás recontra agitado, boludo.

—Sí, porque con el tobillo como lo tiene puede correr mucho por suerte —me boludeó más el Tucu.

Lautaro carraspeó incómodo por los chistes y las insinuaciones de los chicos y la atención de todos, recayó en él.

—¿Y qué tenías pensado cocinar, Licha? —Preguntó lo primero que se le vino a la cabeza, supuse yo.

—Eehh...iba hacer pasta casera con salsa boloñesa —inventé.

Creía tener todos los ingredientes necesarios para hacerlo así que, no había problema.

—Lo de la salsa boloñesa fue mi idea. —Mili me miró de reojo con una sonrisa que amenazaba a aparecer en su cara.

Malentendido | Lisandro MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora