CAPÍTULO 38

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Milagros pov:

Abrí mis ojos completamente molesta por la luz y un poco confundida. Ayer a la noche había tomado de más y ahora mi cuerpo me lo estaba haciendo saber. Me moví en la cama en la que estaba acostada, dándome cuenta que era la mía y no sabiendo muy bien cómo había llegado hasta acá. Lo último que me acordaba con nitidez era haber hablado por teléfono con Lautaro pero después de eso, todo era bastante borroso.

Me senté en la cama y tocaron la puerta de la habitación antes de que Lisandro entrara con una bandeja de desayuno repleta de cosas. Parecía bastante cansado y era la primera vez que lo veía con tantas ojeras.

—Buen día, ¿te sentís bien? —me preguntó mientras apoyaba la bandeja en la mesita de luz al lado de mi cama—. Te preparé el desayuno porque creo que al final, ayer no comiste nada. También te traje un analgésico por si te sentís muy mal pero por las dudas, ingerí algo antes.

No entendía mucho porque supuestamente, él estaba enojado conmigo y no quería hablarme. ¿Por qué se sentía como si nada hubiese pasado y todo estuviese perfecto entre nosotros? Un nudo se formó en mi garganta y carraspeé antes de hablar.

—Gracias...y perdón que pregunte pero ¿qué pasó ayer a la noche después de que me fui? —Mi voz salía en un susurro y Lisandro me miraba muy concentrado en cada uno de mis movimientos—. Porque...las cosas terminaron un poco tensas entre nosotros ayer. —Lo miré a los ojos—. ¿Estás enojado conmigo?

Agarró la silla que estaba en frente del escritorio en el que solía pasar horas escribiendo y la trajo al lado de la cama para sentarse mientras exhalaba.

—Antes de decir cualquier otra cosa, necesito aclararte que no, no estoy enojado con vos —dijo serio—. Nunca lo estuve así que, perdón si te hice sentir como que sí. No fue mi intención.

—Está bien —contesté un poco más aliviada por su respuesta—. La verdad me dolió pero sé que quizás yo te insistí un poco para que habláramos cuando vos no querías hacerlo. —Me arrimé a la bandeja y agarré una medialuna que había en uno de los platos—. ¿Son caseras?

—Sí, las saqué del horno hace un ratito.

—¿Pero qué hora es? —Agarré mi teléfono y lo desbloqueé—. Son las 8:30 de la mañana, Lisandro...¿A qué hora te levantaste?

—Como a las 5:30... —Lo miré con los ojos muy abiertos, por lo que aclaró—: es que me siento horrible por lo que pasó ayer y pienso que, como arruiné la cena sorpresa que habías preparado, al menos te debía un rico desayuno.

No sabía muy bien qué contestar a eso porque, al no saber cómo estábamos en la relación, me sentía un poco incómoda y limitada con mis contestaciones y mi accionar.

—Muchas gracias...está riquísima.

—Quería decirte que ayer, cuando te traje borracha acá...me hablaste pensado que era Lautaro y yo también te dije un par de cosas pero no sé si te acordás...

—No mucho la verdad —confesé—. Ni sé cómo sabías a dónde estaba.

—Bueno, el Toro me llamó muy preocupado diciendo que habías hablado con él y que estabas en pedo, para que te fuera a buscar así que, fui con Fernando hasta el bar en el que estabas y te traje.

—Entonces, haceme acordar que le agradezca a Lauti también. —Sonreí un poco y Licha me correspondió el gesto.

Amaba a Lautaro, no sabía cómo lo hacía pero cada vez que lo necesitaba, estaba ahí para mí. En serio iba a tener que agradecerle y explicarle porque había terminado sola en un bar y llorando.

Malentendido | Lisandro MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora