CAPÍTULO 25

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Lisandro pov:

Había salido de bañarme y estaba cambiándome en mi habitación con la puerta entreabierta porque Mili seguía abajo en la cocina y solo me faltaba ponerme la remera. Tenía que irme para dar una entrevista hablando sobre mi recuperación y probablemente, me iban a hacer muchas preguntas sobre mi vida privada. Era imposible escapar de preguntas sobre si estaba con Milagros, si la había cuerneado a Delfina, si me había lesionado por una pelea con Mili que me había hecho estar desconcentrado o si pensaba formar una familia con ella. Lo único que podía hacer era responder sin dar mucha información e intentando esquivar todos esos temas lo más posible. Siempre iban a salir con alguna pregunta que no les incumbía y que no tenía que ver con mi carrera profesional pero con el tiempo, había encontrado maneras de sobrellevarlo.

Mientras buscaba una remera para ponerme, se empezaron a escuchar pasos rápidos en la escalera y Milagros entró de golpe a mi habitación, terminando de abrir la puerta y asustándome un poco por la brusquedad.

—¡Licha, me acaba de llamar la señora de la librería diciéndome que el trabajo es mío! —gritó emocionada pero se calló cuando me vio semidesnudo—. Perdón, debería haber tocado. —Se tapó los ojos—. Es que estoy muy feliz y como la puerta estaba entreabierta, pensé que podía pasar.

—Está bien, tranquila —me reí—. No hace falta que te tapes los ojos como si ya no me hubieras visto en este estado. —Le guiñé el ojo y sus mejillas empezaron a ponerse coloradas mientras me miraba—. Te felicito, ya estás un paso más cerca de hacer lo que te gusta.

—Gracias —seguía sonrojada pero me miraba a fijo a los ojos—. Dejo que te termines de cambiar y después seguimos hablando.

—No hace falta que te vayas... —Me acerqué a ella—. Te quiero felicitar.

—Pero lo acabás de hacer —me contestó con una sonrisa.

La agarré de la cintura y la pegué a mí.

—Sí pero te quiero felicitar de otra manera —susurré y junté nuestros labios.

Mili me siguió el beso y pasó sus brazos alrededor de mi cuello reteniéndome contra ella. Profundicé el beso y empecé a subir mis manos, recorriendo su espalda, hasta llegar a sus omóplatos. Sabía que se me estaba haciendo tarde pero no quería separarme de ella.

Como si mi agente hubiera leído mi mente, sonó el timbre haciendo que nos separáramos de golpe.

—Es Fernando —dije y apoyé mi frente contra la suya mientras normalizábamos nuestras respiraciones—. Hoy tengo...la entrevista para hablar sobre mi recuperación.

—Es verdad —me contestó—. Suerte con eso y acordate que si te preguntan por nosotros dos...

—Respondo lo que estuvimos practicando —terminé por ella con una sonrisa—. O...mando todo a la mierda y les digo a todos que me encantás.

—O hacés eso si querés —se rió y me dio un pico—. Bueno, andá que vas a llegar tarde.

—No me extrañesss —la saludé y empecé a caminar para la puerta de mi habitación.

—Licha, no tenés remera puesta —me avisó y me frené en el lugar antes de volverme para agarrar una.

—Gracias por avisarme.

Bajé las escaleras con la remera ya puesta, tratando de recordar lo que habíamos hablado con Mili sobre que tenía que responder si me preguntaban por nosotros.

Como todavía no estábamos en algo serio, no queríamos que la gente supiera de lo nuestro. Sentía que era algo tan especial que, por ahora, no quería compartirlo con el mundo porque era una de las pocas cosas que podía guardarme para mí y con la cual no tenía que preocuparme por hacer lo que las personas esperaban de mí. Con Milagros ser yo mismo alcanzaba y era más que suficiente.

Malentendido | Lisandro MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora