CAPÍTULO 30

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Milagros pov:

Ya era como la 1 de la mañana y sinceramente estaba bastante cansada. Los chicos no parecían tener planes de irse por lo que Delfi se ofreció a que Zoe y yo hiciéramos una pijamada en su casa.

—Licha —lo llamé desde la puerta del patio para que entrara dos segundos a la casa.

—¿Qué pasó, hermosa?

—Zoe y yo nos vamos a ir a dormir al departamento de Delfi así que, nos vemos mañana.

Una enorme sonrisa se formó en sus labios y me agarró de la cintura para besarme por varios segundos antes de apoyar su frente sobre la mía.

—Me parece una idea excelente —susurró muy cerca de mi boca—. Seguramente los chicos se queden acá. —Me dio un pico—. Que descanses...voy a extrañar no dormir al lado tuyo y poder abrazarte toda la noche pero me gusta que hagas una pijamada con las chicas.

—Yo también te voy a extrañar. —Lo abracé con una sonrisa—. Te quiero.

Después de un par de minutos, nos separamos y con las chicas nos acercamos al resto para saludarlos uno por uno antes de subir a buscar algunas cosas para llevarnos. Decidí dejar la hermosa bola de nieve que me había regalado Lauti, adentro de mi valija y entre la ropa, con miedo de que se rompiera si la ponía en otro lugar.

Sinceramente, había quedado fascinada con el regalo de Lautaro porque yo amaba la nieve y poder ver nevar. Una de las pocas cosas que no me gustaba de vivir en Buenos Aires, era no poder disfrutar de ver la nieve y todo el paisaje cubierto de ésta cuando era invierno. Esa era una de las razones por las cuales, en vacaciones solíamos irnos con mi familia al sur de la Argentina, haciéndolas uno de mis momentos favoritos para compartir con mis papás: cuando estábamos de vacaciones, ellos odiaban hablar de trabajo por lo que tampoco hablábamos de mis estudios y no discutíamos por mi elección de carrera. La nieve me traía lindos recuerdos y pensar en cómo se vería la Catedral de Milán cubierta de blanco, solo me daban ganas de tomarme un avión y viajar hasta Italia para rodearme de ese momento que estaba plasmado en la bola de nieve.

Ahora, cada vez que mirara el regalo de mi amigo, iba a sentir mucha felicidad y nostalgia y me encantaba.

—¿Ya estás, Mili? —Zoe se asomó por la puerta de la habitación de Lisandro.

—Sí, vamos.

Volví a hacer un saludo general y salí con las chicas de la casa para ir hasta el departamento de Delfi.

Si bien estaba cansada como para estar toda la noche parada en el patio Lisandro escuchando música, no lo estaba para escuchar cómo le había ido a mi mejor amiga en su cita mientras me toma un café acostada y cubierta con una manta.

Me sentía muy feliz por ella porque realmente se notaba que se querían mucho y a Zoe se le iluminaban los ojos cada vez que contaba una anécdota de la cita, los cumplidos que le había hecho Nahuel. Se le formaba una sonrisa inconsciente cada vez que lo nombraba.

—¡Ay entonces la cita fue todo un éxito! —dijo Delfi emocionada.

—Sí, de hecho, se podría decir que ya tenemos planeada nuestra segunda cita —nos sonrió alegre.

Iba a contestarle cuando mi celular sonó. Tenía un mensaje de Lisandro y me extrañó porque ya era bastante tarde y pensé que iban a estar todos durmiendo. Abrí el mensaje rápido, por las dudas de que fuera una emergencia pero solo era él diciéndome que me quería recordar cuanto me extrañaba y preguntándome si mañana podíamos pasar temprano por su casa con Zoe porque nos quería contar algo. Sonreía inconscientemente mientras empezaba a teclear una respuesta con las risas de las chicas y el sonido de la televisión de fondo. No se me ocurría que podía ser lo que quería contarnos y por qué tenía que ser temprano por lo que, estaba bastante ansiosa por saberlo.

Malentendido | Lisandro MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora