01. La llegada de una nueva princesa.

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Viserys y Corlys habían acordado que el primogénito de Rhaenyra y Laenor llevaría el apellido Targaryen, ya que se esperaba que fuera el próximo gobernante, mientras que el resto de sus hijos adoptarían el apellido Velaryon. Así, el mundo comenzaba a anticipar la llegada de un nuevo Targaryen. Siempre se ha dicho que con cada nacimiento de un Targaryen, los dioses arrojan una moneda al aire y el mundo entero contienen el aliento para ver de qué lado caerá, ya que la locura y la grandeza son dos caras de la misma moneda.

Exactamente nueve meses después de la boda de la princesa y heredera, Rhaenyra Targaryen, con Laenor Velaryon, comenzaron los dolores de parto. Toda la familia de la princesa esperaba ansiosamente noticias del recién nacido, excepto la reina Alicent, quien se mantenía en reposo en sus aposentos. Hacía apenas un par de meses que había dado a luz a su tercer hijo, un varón al que nombraron Aemond Targaryen.

La reina Alicent observaba por la ventana con los brazos cruzados, mientras las amas de cría y las damas de compañía se ocupaban de sus tres hijos. La curiosidad por el aspecto del próximo bebé se mezclaba con rumores inquietantes sobre la conducta de Rhaenyra, insinuando que había estado involucrada con varios hombres, incluyendo a Daemon Targaryen, Criston Cole e incluso Harwin Strong.

Sin embargo, una furia crecía en su interior, quizás celos, ya que el Rey Viserys había dispuesto un torneo para celebrar el nacimiento del bebé próximo a llegar. Hombres influyentes de diversas casas acudían al castillo, mientras los habitantes del reino disfrutaban de un carnaval dedicado exclusivamente al primer nieto o nieta del rey.

Alicent deambulaba de un lado a otro, consternada. No se habían molestado en organizar algo semejante por ninguno de sus hijos con el mismísimo rey. Se sentía ignorada, como si nadie prestara atención a ella ni a sus hijos. ¿Por qué no podían, al menos, recibir la misma atención que el próximo nacido?

Alicent sentía que aquel bebé ya había recibido más atención del rey que sus tres hijos juntos. La ira la invadía al sentirse utilizada, usada por el rey. Le había dado tres hijos, y él seguía buscándola para acostarse con ella; seguiría teniendo hijos que nunca serían tan importantes para él como lo era su primogénita Rhaenyra. Ahora, se sentía aún más desplazada con el nacimiento de este nuevo bebé.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de las campanas del septo, seguido de gritos de alegría por todo el castillo. El pequeño Aemond, con apenas unos meses de vida, comenzó a llorar ante el bullicio, mientras la princesa Helaena se alarmaba y corría en busca de consuelo en los brazos de su niñera.

— Volveré en un momento. — anunció la reina a las nodrizas y salió rápidamente de su habitación.

Los gritos y maldiciones de Rhaenyra se desvanecieron para dar paso a los llantos de un recién nacido. Rhaenyra, ahora más tranquila, se mostraba feliz mientras el maestre le entregaba a su bebé para que pudieran conocerse.

— Felicidades, mi princesa, es una niña saludable. — anunció el maestre antes de retirarse del salón para permitir que las damas asistieran a Rhaenyra con el vestuario y para dar paso a los demás para conocer al recién nacido.

A pesar de su felicidad inicial, la sonrisa de Rhaenyra menguó al escuchar que el bebé era una niña. Si bien siempre había deseado una hermanita y, luego, anhelado tener una hija, le aterraba el destino que pudiera aguardarlas a ambas. No quería que su hija sufriera el destino común de la mayoría de las niñas en aquel mundo. El pensamiento de ser vendida en matrimonio, obligada a concebir hijos con un hombre que seguramente le repugnaría y que sería tres veces mayor que ella, la atormentaba.

Quizás no se le permitiría ser una niña feliz, jugar libremente y ensuciarse, ya que sería juzgada por no encajar en lo que se consideraba "femenino". Rhaenyra temía por su seguridad, consciente de lo vulnerable que sería.

La Reina Dragón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora