Epilogo.

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A lo largo de los años, el reinado de Visenya Targaryen como reina de los Siete Reinos dejó una profunda marca en la historia. Su compromiso con la justicia y la unidad, unido a su sabiduría y determinación, transformó un reino que había sido marcado por la guerra y la discordia en uno que se encaminaba hacia una era de estabilidad y prosperidad.

Sin embargo, había asuntos delicados que requerían su atención. Uno de ellos era la cuestión de la reputación de su madre, Rhaenyra Targaryen. Durante el reinado de Aegon el Usurpador, Rhaenyra había sido ignorada y despojada de su título de reina por sus acciones y su eventual caída en la locura tras la pérdida de varios de sus hijos.

Visenya, sabiendo que revocar esa negación podía ser controversial, manejó el asunto con cautela y sabiduría. Reunió a consejeros y estudiosos, y después de largas discusiones, tomó una decisión audaz. Aunque no podía cambiar el pasado, sí podía influir en cómo se recordaba en el futuro.

En un decreto real, Visenya ordenó que la historia fuese reescrita, reconociendo la existencia y los desafíos que enfrentó Rhaenyra como reina. Sin ocultar sus errores ni su tragedia, el nuevo relato honraba la lucha de su madre y su legado en la historia de los Targaryen. Este acto de equilibrio reflejaba la profundidad de la comprensión y el respeto que Visenya tenía por su familia y por la importancia de la verdad histórica. Sin embargo, esto resultó ser más polémico de lo que había anticipado.

La revisión histórica fue vista por muchos como un intento de reescribir la historia para servir a su propia narrativa. Aunque Visenya había buscado honrar a su madre y rectificar una injusticia, la medida terminó alienando a algunos sectores de la sociedad que consideraban que se estaban tergiversando los hechos. La división en torno a este asunto resaltó la fragilidad de la unidad que había trabajado tan duro para forjar.

Además, a medida que su reinado avanzaba, las rivalidades y tensiones de antaño parecían resurgir en formas inesperadas. Algunos señores y damas de las Casas más poderosas desafiaron su autoridad, viendo sus esfuerzos por unir a los Siete Reinos como una amenaza para su propio dominio. A pesar de sus intentos por aplacar estas tensiones, Visenya a menudo se encontraba luchando en un campo minado político.

El legado de Visenya Targaryen como reina fue tejido con hilos de fuerza y fragilidad, de respeto y temor, de valentía y vulnerabilidad. Había emergido de la guerra marcada por la pérdida de su familia: su madre, su padre, sus hermanos y amigos. Aunque su coraje y determinación la habían llevado al trono, no podía escapar del eco del sufrimiento que había enfrentado.

La reina dragón, como era llamada por su reputación imponente, era conocida por su firmeza y severidad en la toma de decisiones. Había ganado respeto y temor en igual medida, pero estos atributos también ocultaban su deseo de ser valorada y protegida. La traición, la herida más profunda que había sufrido, era la que menos podía soportar. Sabía lo que significaba ser traicionada por aquellos en quienes confiaba, y esa memoria la hacía ser intransigente en su enfoque hacia la lealtad.

Su vulnerabilidad no era algo que mostrara abiertamente. En público, se erguía con una dignidad que inspiraba a sus súbditos y hacía que aquellos que la rodeaban se sintieran pequeños ante su presencia. Sin embargo, en los momentos de soledad, su mirada a menudo se perdía en el recuerdo de las sonrisas y risas que habían compartido con aquellos que ya no estaban.

Su título de reina dragón resonaba con la imagen de su autoridad implacable, pero también hablaba de su capacidad para inspirar lealtad. No toleraba la falta de respeto, y aquellos que osaban desafiarla descubrían rápidamente su feroz determinación. Pero bajo esa fachada había una mujer compleja, una reina que lidiaba con las sombras que la guerra y la traición habían dejado en su corazón.

La Reina Dragón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora