Visenya se deslizó con gracia en el hermoso vestido negro que habían dispuesto para ella. La suavidad del tejido se abrazaba a su figura con delicadeza, realzando la sutil curva de su silueta. El escote, una obra de arte en sí mismo, exhibía una profundidad cautivadora, adornado con perlas iridiscentes que parecían destellos de la noche y piedras negras, sutiles como secretos ancestrales. Los hombros descubiertos añadían un toque de audacia, contrastando con la elegancia de las mangas largas que descendían con gracia hasta envolver sus delicadas manos.
Su cabello, un torrente plateado como la luna llena en una noche estrellada, fluía en cascadas sedosas por su espalda, encuadrando su rostro con un halo de misterio y nobleza ancestral. Cada mechón, bañado en luz, parecía atrapar destellos de plata que danzaban con cada movimiento.
Con pasos seguros y una presencia que emanaba una enigmática mezcla de confianza y gracia, Visenya descendió hacia el banquete que aguardaba ansioso su inicio.
Al cruzar el umbral hacia el majestuoso salón, el murmullo de las conversaciones se desvaneció en un instante. Todos los presentes se volvieron hacia Visenya con un gesto de reverencia, sus miradas reflejaban un respeto que resonaba en el aire. Con elegancia, Visenya caminaba, sosteniendo firmemente el brazo de Danna, su leal compañera de cabellos rojos como el fuego, quien se había convertido en su confidente más cercana, en su refugio en medio de la rigidez de las responsabilidades.
A pesar de la formalidad del evento, Visenya se aferraba a Danna, como si esa conexión fuese su ancla en un mar de deberes y compromisos. Un sirviente se acercó con una bandeja que sostenía copas rebosantes de vino, ofreciéndoselas con una reverencia respetuosa. Ambas aceptaron el ofrecimiento, sus dedos rodearon las delicadas copas con gracia, mostrando una elegancia natural mientras llevaban el borde al suave contacto con sus labios.
A medida que la noche avanzaba, un flujo constante de hombres se aproximaba a la princesa Visenya, unos con la cortesía de felicitarla por su compromiso, mientras que otros, movidos por la curiosidad o la etiqueta, planteaban preguntas sobre su persona, su linaje y sus vivencias. Los elogios resonaban en el aire, tejiendo un manto de formalidades y respeto, mientras las preguntas se entrelazaban con la fina tela de la intrusión.
Cada palabra, aunque formulada con cortesía, se adentraba en territorios sensibles. Visenya, con la elegancia de una princesa y la fortaleza de una Valyria, sentía cómo la inquietud anidaba en su pecho. Las preguntas, aparentemente inocentes, se aproximaban peligrosamente a lo personal, evocando recuerdos dolorosos, como la pérdida de su hermano menor y los conflictos familiares que aún latían en el seno de su linaje.
Los latidos acelerados de su corazón se entremezclaban con los recuerdos, haciendo que su mente se tambaleara entre la cortesía que debía mantener y el dolor que amenazaba con aflorar. La sonrisa que adornaba su rostro se volvía frágil ante la embestida de las preguntas indiscretas, mientras su mirada, normalmente serena, revelaba la tormenta de emociones que se agitaba en su interior.
Visenya observó con inquietud cómo un caballero se llevaba a Danna, su fiel confidente, en un gesto improvisado para danzar. La sorpresa paralizó por un instante su capacidad de intervenir, y antes de que pudiera articular palabra, Danna ya se alejaba con gracia entre la multitud, arrastrada por el impulso de un hombre cuyas intenciones parecían inocentes, pero cuya acción fue abrupta e inesperada.
La sensación de impotencia se intensificó en Visenya, quien, entre el bullicio de la celebración, comenzaba a perder el control sobre las copas de vino que había aceptado. El flujo constante de hombres a su alrededor la abrumaba, sus palabras y gestos se volvían más intrusivos y desubicados con cada instante que pasaba.
La incomodidad se instaló como un nudo en su garganta, mientras su entorno se tornaba cada vez más agobiante. Los murmullos se mezclaban con el tintineo de las copas y la música de fondo, pero para Visenya, cada sonido era una punzada que acrecentaba su malestar. Las copas de vino se habían convertido en un escape momentáneo de esa realidad opresiva, pero la línea entre la moderación y la embriaguez se desdibujaba lentamente en medio de la confusión y el desasosiego que se apoderaban de ella.
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La Reina Dragón.
FanfictionVisenya II Targaryen, la primogénita de Rhaenyra Targaryen y Laenor Velaryon, es la nieta del rey Viserys I Targaryen y del Lord de las Mareas, la Serpiente Marina, Corlys Velaryon. Era amada y consentida por todos aquellos que la conocían o simplem...