19. Lecho nupcial.

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Cregan frunció el ceño levemente al sentir las suaves caricias de los labios de Visenya recorriendo sus mejillas, dejando un rastro de amor en su rostro en un intento por despertarlo. Emitió un gemido audible, rodeándola con sus poderosos brazos y atrayéndola hacia su pecho. Visenya dejó escapar una risita suave que inevitablemente provocó una sonrisa en él.

Enterró su rostro en el hueco cálido de su cuello, inhalando profundamente el dulce aroma que provenía de su esposa. El corazón de Visenya latía un poco más rápido cuando sus manos descendieron hacia su cabello enmarañado, acariciando su cabeza mientras comenzaba a susurrar palabras tiernas y suaves. Era la mañana siguiente, y cada gesto, cada suspiro, parecía llenar la habitación con una calidez especial y reconfortante.

— Qué despertar más encantador.— murmuró Cregan en voz baja, sintiendo el amor en las caricias tiernas y deleitándose con el hermoso sonido de la risa de su esposa, una melodía que llenaba su corazón de una alegría indescriptible. Por un instante, Cregan pensó que había despertado en el paraíso, solo para darse cuenta de que, en realidad, era su realidad.

— Vamos, mi señor. — los labios de Visenya rozaron su oído mientras Cregan suspiraba. — Los señores te estarán esperando en el salón; aún tienes tus deberes como señor de Winterfell. — sus palabras se desvanecieron en el aire, interrumpidas por Cregan, quien decidió silenciarla con un beso tierno que le robó el aliento. Sus ojos se encontraron cerca, encontrando paz en la suavidad de sus labios, mostrándole el cariño y la devoción que necesitaba para enfrentar el día.

— Permítenos quedarnos un poco más aquí. — susurró finalmente Cregan, su voz áspera de la mañana provocó mariposas en el vientre de Visenya y un sutil rubor en sus cálidas mejillas. Su esposo continuó besando su rostro, siguiendo el rastro de sus labios hasta su nariz. Recorrió sus mejillas, su frente y su barbilla. Visenya se sentía encantada y relajada, absorta en el momento, olvidándose por completo del grupo de abanderados que pronto llegarían al gran salón de Winterfell para hablar con el Guardián del Norte.

— querido esposo, tienes responsabilidades que cumplir. — intentó recordarle, murmurando mientras presionaba suavemente sus manos contra su pecho. — Tendremos más tiempo para esto más tarde.

— ¿Cómo se supone que debo dejar esta cama cuando tengo el cálido toque de mi hermosa esposa aquí? — murmuró, girando su cuerpo hasta quedar boca arriba. Visenya fue lo suficientemente rápida para sentarse a su lado, inclinándose sobre su cuerpo para dejar un suave beso en su amplio pecho descubierto. La piel cálida de su esposo la atraía como un imán, haciéndola ceder a la tentación; el breve beso en su pecho desencadenó el enredo de sus extremidades con las suyas. Cregan se rió, peinando su cabello platinado con una tranquilidad que invitaba a la pereza a regresar a su cuerpo.

— Tú tampoco quieres levantarte, ¿verdad, mi dulce ángel? — añadió, con un brillo travieso en sus ojos mientras su mano acariciaba el rostro de Visenya con ternura.

Visenya sacudió la cabeza suavemente mientras cerraba los ojos, sintonizando el latido sereno del corazón de su esposo. Era como escuchar la melodía más apacible que la hacía derretirse en sus brazos, similar a la nieve bajo un cálido toque.

— Estás endulzando mis oídos para convencerte de quedarte más tiempo despierto — intentó sonar seria, pero la sonrisa asomaba en sus labios. Después de días enteros de desvelo y tensiones, sentirse tan plena y tranquila valía oro para ella.

Cregan envolvió a Visenya con sus brazos, atrayéndola aún más hacia su pecho, una sonrisa tierna adornó su rostro al verla adormecerse. La calidez que emanaba de ella era tan reconfortante que resultaba imposible resistirse. Depositó un suave beso en su cabeza, mientras continuaba acariciando su espalda con la punta de sus dedos.

La Reina Dragón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora