El Gran Salón del Trono estaba impregnado de una solemnidad profunda. Las altas paredes de piedra, testigos de innumerables eventos a lo largo de los siglos, parecían inclinarse en respetuosa atención hacia la figura que avanzaba lentamente por la nave central. Visenya Targaryen, vestida con un manto negro y plateado que fluía con cada paso, irradiaba una mezcla de fragilidad y fortaleza que solo los descendientes de los dragones podrían encarnar.
Sus pasos resonaban en el suelo de mármol pulido, una cadencia pausada que no solo marcaba su avance físico, sino también el peso abrumador de su linaje y responsabilidad. Las miradas de los presentes, nobles y plebeyos por igual, seguían su progreso con respeto silencioso. Cada paso era un eco de la historia que los Targaryen habían tejido en la trama de los Siete Reinos.
Las antorchas a lo largo de la sala parpadeaban, arrojando destellos de luz y sombra sobre las estatuas de antiguos reyes y héroes, que parecían observarla con ojos petrificados. Visenya sabía que también era observada por las expectativas y esperanzas de aquellos que anhelaban un futuro unificado y justo bajo su liderazgo.
A medida que se acercaba al trono, el trono de hierro que había sido testigo de tanta gloria y tragedia, su corazón latía con una mezcla de emoción y temor. Se detuvo frente al majestuoso asiento, el cual parecía tanto una coronación como un recordatorio de la magnitud de la carga que estaba a punto de aceptar.
Los susurros de su mente eran casi ensordecedores, una amalgama de voces pasadas y presentes que clamaban por atención. Los ideales de su época pesaban sobre ella, las expectativas de género y linaje que habían sido inquebrantables durante generaciones. La tradición yace en la raíz de todo esto, recordó. Era consciente de la mirada crítica que muchos habían lanzado sobre su ascenso al trono, cuestionando su capacidad para gobernar debido a su género.
Visenya cerró los ojos por un momento, tomando aire para calmar sus pensamientos tumultuosos. Con cada latido de su corazón, recordó las historias de valentía y liderazgo que le habían sido transmitidas a lo largo de los años. Las imágenes de sus padres y sus hermanos, las víctimas de la cruel guerra que había desgarrado su familia, bailaban en su mente.
Al abrir los ojos, la sala pareció cobrar vida nuevamente, aunque en un silencio expectante. Reuniendo toda su determinación, Visenya se inclinó ante el trono, un gesto que reconocía tanto su respeto por la historia como su compromiso de forjar un nuevo camino. La corona reposaba en un cojín de terciopelo oscuro, destellando como una promesa incandescente en medio de la oscuridad.
Con un gesto suave, Cregan, quien se encontraba frente al trono esperando por la llegada de Visenya, tomó la corona del cojín y sostuvo el peso del destino en sus manos. Sus ojos se encontraron con los de Visenya, y en ese momento, sin necesidad de palabras, se comprendieron completamente. Había nacido un amor verdadero entre ellos, un amor forjado en la adversidad y la unión de dos almas destinadas a gobernar y proteger.
La corona que Cregan sostenía no era una cualquiera; era la Corona del Conquistador, forjada de acero valyrio y adornada con rubíes. Visenya la miró con asombro y felicidad, pero también con tristeza e ira. Era la misma corona que había sido usada por Aegon el Usurpador, el causante de la guerra y la destrucción que había asolado su familia y su reino. La mezcla de emociones era abrumadora, alguna vez había soñado con portar esa corona para recordar al conquistador, sin importar que su madre y abuelo hubiesen preferido la del Conciliador, pero ahora teniendo frente a ella esa corona apunto de posarse sobre su cabeza, no sabía cómo sentirse exactamente.
Cregan asintió con una reverencia respetuosa y, con un movimiento fluido, colocó la corona sobre la cabeza de Visenya. La sensación de frío acero y el destello de los rubíes en su frente la conectaron con las historias de antaño, con la determinación y el legado que representaba. Era un símbolo no solo de poder, sino también de resistencia y renacimiento.
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La Reina Dragón.
FanfictionVisenya II Targaryen, la primogénita de Rhaenyra Targaryen y Laenor Velaryon, es la nieta del rey Viserys I Targaryen y del Lord de las Mareas, la Serpiente Marina, Corlys Velaryon. Era amada y consentida por todos aquellos que la conocían o simplem...