24. Rhaenyra triunfante.

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Dos millares de norteños salvajes que enarbolaban el pendón acuartelado de la reina Rhaenyra. A su cabeza marchaba Benjen Stark, con un ejército que estaba compuesto por canosos barbudos con viejas cotas de malla y pieles harapientas, todos ellos guerreros sumamente experimentados, todos a caballo. Se hacían llamar los Lobos de Invierno y gritaban que habían venido a morir por la reina dragón.

Benjen y sus Lobos de Invierno se habían unido a Forrest Frey, señor del Cruce, y a Robb Ríos el Rojo, conocido como el Arquero del Árbol de los Cuervos. Los norteños sumaban dos mil hombres; Frey comandaba doscientos caballeros y el triple de infantes; Ríos había llevado trescientos arqueros al combate. Apenas se había detenido lord Lefford para afrontar al adversario cuando aparecieron más enemigos por el sur, donde los lores Bigglestone, Chambers y Perryn se habían unido a Hojaluenga el Mataleones y una baqueteada banda de supervivientes de las primeras batallas.

Atrapado entre ambas fuerzas enemigas, Lefford dudaba sobre a cuál acometer, por miedo a que la otra los atacara por la retaguardia. Así, se puso de espaldas al lago, se atrincheró y envió cuervos al príncipe Aemond, que se encontraba en Harrenhal, para pedirle ayuda. Aunque una decena de aves alzó el vuelo, ni una sola llegó al príncipe: Robb Ríos el Rojo, considerado el mejor arquero de todo Poniente, las derribó una por una.

Más ribereños y norteños aparecieron al día siguiente, bajo el mando de lord Cregan Stark, lord Jon Charlton y el nuevo señor del Árbol de los Cuervos, Benjicot Blackwood, de once años. Con sus cifras incrementadas por la reciente leva, los hombres de la reina acordaron que ya era hora de atacar.

— Más vale acabar con esos leones antes de que lleguen los dragones. — dijo Benjen, refiriéndose a los dragones de los verdes.

La batalla en tierra más sangrienta de la Danza de los Dragones comenzó al día siguiente, nada más salir el sol. En los anales de la Ciudadela se conoce como la batalla de la Orilla del Lago, pero para los que vivieron para contarla fue siempre la Carnada para Peces.

Acometidos por tres lados, los occidentales se vieron empujados vara a vara hacia las aguas del Ojo de Dioses. Centenares murieron por la espada mientras bregaban en los cañizares; cientos más se ahogaron tratando de huir. Al caer la noche ya habían muerto dos mil hombres, entre ellos muchos notables como lord Frey, lord Lefford, lord Bigglestone, lord Charlton, lord Swyft, lord Reyne, ser Clarent Crakehall y ser Emory Colina, el Bastardo de Lannisport. Las huestes de los Lannister resultaron destrozadas y masacradas, pero a tal precio que el joven Ben Blackwood, señor del Árbol de los Cuervos, sollozó al ver las pilas de cadáveres.

Las pérdidas más gravosas las sufrieron los norteños Lobos del Invierno, ya que habían suplicado el honor de encabezar la acometida y habían cargado cinco veces contra las filas de lanzas de los Lannister. Más de dos terceras partes de los hombres que habían bajado al sur con lord Dustin fueron muertos o heridos.

Los combates prosiguieron también por el resto del reino, si bien tales encuentros fueron de menor importancia que la batalla de la Ribera del Ojo de Dioses. En el Dominio, lord Hightower y su pupilo, el príncipe Daeron el Audaz, continuaron cosechando victorias y sometieron a los Rowan de Sotodeoro, los Oakheart de Roble Viejo y los señores de las Islas Escudo, ya que nadie osaba oponerse a Tessarion, la Reina Azul. Lord Borros Baratheon convocó a sus banderizos y agrupó cerca de seis mil hombres en Bastión de Tormentas, con el ánimo declarado de marchar sobre Desembarco del Rey.

Si bien luego acabó marchando hacia el sur sirviéndose del pretexto de las incursiones dornienses en las Tierras de la Tormenta, aunque muchos murmuraban que fueron los dragones de delante, y no los dornienses de detrás, los que lo hicieron cambiar de parecer. En el mar del Ocaso, los barcoluengos del Kraken Rojo cayeron sobre Isla Bella y la barrieron de cabo a rabo, mientras lord Farman se cobijaba intramuros e impetraba una ayuda que jamás llegó. Cómo En Harrenhal, Aemond Targaryen y Criston Cole debatían responder ante los ataques de la soberana. Aunque la sede de Harren el Negro era demasiado fuerte para tomarse al asalto, y los señores de los Ríos no se atrevían a sitiarla por miedo a Vhagar.

La Reina Dragón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora