14. La muerte de los dragones.

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En medio de una tormenta desatada, el castillo retumbaba con estruendosos truenos que sacudían sus cimientos. El diluvio caía sin tregua, y en ocasiones, destellos fulgurantes de relámpagos azulados iluminaban el firmamento, transformando la noche en un breve día sobrenatural.

Ningún clima podía ser más hostil para volar, incluso para un dragón, y en esa vorágine atmosférica, Arrax luchaba por mantenerse en el aire mientras el príncipe Aemond se montaba en Vhagar y emprendía su persecución. Si el cielo hubiera estado sereno, quizás el príncipe Lucerys habría tenido oportunidad de escapar de su perseguidor, ya que Arrax era más joven y veloz. Sin embargo, aquel día el cielo se teñía tan oscuro como el mismísimo corazón del príncipe Aemond.

Los dragones se encontraron en la desolada bahía de los Naufragios. Los testigos en las murallas observaron destellos lejanos de fuego, y entre los estruendos de los truenos, un grito rasgó el aire. En ese instante, las dos bestias colosales se enzarzaron en una danza aérea en el cielo rasgado por los relámpagos. Era un duelo feroz entre titanes alados, una danza mortal entre fuerzas desencadenadas.

Vhagar, cinco veces el tamaño de su rival y con la experiencia de cien batallas, dominó el conflicto en poco tiempo. Arrax cayó despedazado, sus restos tragados por las aguas embravecidas de la bahía, aunque su cabeza y cuello encontraron reposo en la costa, bajo los acantilados que rodeaban Bastión de Tormentas.

La muerte del príncipe Lucerys marcó el inicio de la guerra de fuego y sangre, una era oscura que se cernía sobre los reinos.

En Rocadragón, la noticia de la muerte de Lucerys sumió a la reina Rhaenyra en un desmayo. El joven príncipe Joffrey Velaryon, abrumado por la furia y el dolor, juró venganza contra el príncipe Aemond y Lord Borros Baratheon en un momento cargado de intensidad y tragedia. Los pilares de la determinación y la ira se alzaron en la residencia real, presagiando un conflicto que resonaría a lo largo y ancho de los Siete Reinos.

Visenya tomó su capa y espada y fue furiosa a donde estaba Balerion pues planeaba ir a cobrar venganza por si misma, pero fue detenida por Corlys y Daemon, quienes evitaron que montara a su dragón.

— El príncipe Lucerys será vengado. — Daemon le aseguró a Visenya mientras la abrazaba por los hombros para guiarla de regreso al castillo.

El consejo negro se había vuelto a reunir, acordaron dejar la venganza en manos de Daemon, pero en la esquina de la habitación estaba Visenya y Rhaenyra sentadas juntas mientras se mantenían ajenas a la conversación.

En silencio, Visenya sostenía la mano de su madre, buscando brindarle consuelo en ese momento de angustia y dolor. Las lágrimas no cesaban en Rhaenyra desde que recibió la devastadora noticia, y Visenya, presa de su propio pesar, encontraba en el apoyo a su madre una forma de aliviar el dolor compartido. Juntas, en medio del caos, encontraban consuelo en la unión y el mutuo sostén emocional.

— Visenya será enviada al norte. Winterfell específicamente. — Daemon declaró mientras solo quedaban un par de hombres en el consejo.

— Pero el príncipe Jace ya se encuentra allá.

— El príncipe Jace está en Winterfell intentando convencer a lord Cregan Stark de estar de nuestro lado y con lord Cregan Stark vienen todos los norteños. Sin embargo, hay un problema y es que el invierno se acerca, todos los norteños estarán haciendo sus preparativos para sobrevivir al invierno por lo que no podemos arriesgar a disminuir nuestro número.

— ¿Qué sugiere, mi príncipe? — Corlys intervino al intentar entender a Daemon y no lograrlo. — ¿qué tiene que ver Visenya en esto? pensé que sería ella quien me acompañaría a reunir los barcos y bloquear desembarco del rey.

La Reina Dragón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora