21. Rocadragón.

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Visenya se preparaba para partir hacia Rocadragón en un viaje rápido debido a su estado de embarazo. Sin tiempo para empacar, se enfundó en su armadura, ajustando cada correaje con diligencia antes de dirigirse a las afueras de Winterfell para despertar a Balerion, el imponente dragón que había permanecido en la cueva durante todo ese tiempo.

Con renuencia, como si el sueño lo hubiera abrazado profundamente, Balerion se alzó lentamente, estirándose con movimientos perezosos, desplegando sus alas imponentes y flexionando sus garras con la majestuosidad de un ser ancestral. Mientras tanto, Visenya se despedía de Lord Stark, quien había salido para darle un adiós respetuoso.

Cregan, entre muestras de cariño y preocupación, acariciaba el vientre aún plano de su esposa con una mano, mientras con la otra acariciaba su mejilla suavemente. La expresión en sus ojos reflejaba una mezcla de afecto y un atisbo de inquietud por la partida de Visenya en un momento tan delicado de su vida.

— Ni siquiera ha pasado una luna desde que empezó el embarazo. Por más que acaricies, no sentirás nada. — mencionó Visenya con un tono serio, tomando la mano de su esposo para apartarla delicadamente de su vientre. A pesar del tiempo transcurrido, no lograba asimilar por completo la noticia del embarazo.

— Da igual, en 9 lunas nuestro hijo estará aquí. — insistió Cregan con determinación. Visenya rodó los ojos, sintiendo un atisbo de frustración. Cregan se acercó para besarla, tratando de infundir confianza con sus palabras. — Todo estará de maravilla. Te lo prometo.

— Ugh... — Visenya se mostraba más irritable de lo habitual, posiblemente exacerbada por la inquietud de Balerion, cuyos rugidos debido al frío comenzaban a molestarla. El vínculo entre jinete y dragón se manifestaba.

— Prométeme que regresarás pronto y a salvo. — rogó a Visenya con un dejo de preocupación.

— Lo prometo, pero si no lo hago, quizás deberías venir con tu ejército a buscarme.

Los preparativos para el invierno se complicaban cada vez más. El robo de una gran cantidad de pieles y cereales había retrasado significativamente las reservas. Esto preocupaba al lord, consciente de que debía garantizar la seguridad de su pueblo antes de embarcarse en una guerra. Sin embargo, esta situación frustraba aún más a Visenya; con el ejército norteño, los verdes perderían ventaja, pero debido al invierno, no podrían iniciar su marcha a tiempo. La dualidad entre la urgencia por la guerra y la preocupación por su gente agobiaba a ambos, generando tensiones y dilemas difíciles de resolver.

Cregan dejó escapar un suspiro pesado y desalentado. A pesar de su deseo ferviente de ayudar y de su juramento, no podía marcharse y dejar a su pueblo en medio de la crisis por la escasez de reservas. Si los leales a Rhaenyra pretendían recuperar su ventaja, Visenya tendría que desviarse de su ruta hacia Rocadragón.

Con un último beso, Visenya se despidió de Cregan antes de montar a Balerion y emprender su viaje. Aunque su destino era distante, decidió desviarse hacia Rosby y Stokeworth, territorios donde se encontraba el ejército de Criston Cole y regiones que habían jurado lealtad a su madre. Rhaenys había perecido intentando proteger estas tierras, pero Visenya vislumbró la oportunidad de honrar su sacrificio, asegurándose de que su muerte no fuese en vano, completando la misión que su abuela había emprendido con tanto fervor.

Decidida y firme en su propósito, Visenya recordó cómo su abuela había sido emboscada por sus propios tíos, situación que le impidió acabar con el ejército enemigo. Pero ahora, en lo alto de Balerion, se sentía invencible. Aunque Aemond y Aegon pudieran regresar, sabía que no podrían siquiera tocarla.

Con esa convicción, se aproximó a los campamentos de Criston Cole. Desde la altura, la vista era limitada y no podía distinguir a nadie con claridad, por lo que apostó por su capacidad para acabar con él desde las alturas.

La Reina Dragón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora