22. Un mal fin de año.

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— ¡Mierda! — Visenya jadeaba y apretaba los dientes de dolor, mientras era casi arrastrada por Cregan y Danna al mismo tiempo. — ¡suéltenme tengo que irme ya!

El aire helado del invierno se colaba entre los recovecos, formando pequeñas nubes de vapor con cada exhalación. Visenya, agarrándose los dientes con fuerza, jadeaba, su rostro crispado por la aguda punzada de dolor. Casi era arrastrada por Cregan y Danna, quienes la sostenían con firmeza mientras intentaban apaciguar su desesperación.

A pesar de que el paisaje se hallaba envuelto en un manto invernal, la princesa estaba empapada en sudor, su rostro reflejaba el agobio del esfuerzo. Parecía como si el simple acto de respirar le costara un esfuerzo titánico. A pesar de sus intentos por resistir, el dolor del parto la doblegaba, haciendo difícil que mantuviera una postura firme sin la asistencia de Cregan y Danna.

Visenya se encontraba a punto de abordar a Balerion para cumplir su promesa de viajar a Rocadragón y participar en el plan para atacar Desembarco del Rey. Mientras Cregan y Danna intentaban disuadirla debido al prominente tamaño de su vientre, un joven escudero irrumpió trayendo consigo una carta de Rocadragón, enviada por Jace.

En el silencio que siguió a la entrega de la carta, Visenya fue la primera en tomarla entre sus manos. Al leer las palabras de Jace, un torbellino de emociones la embargó. Un repentino rompimiento de aguas y una punzada intensa indicaron que la noticia también había provocado el inicio de su labor de parto. Afortunadamente, los maestres estimaban que el ciclo de nueve lunas estaba casi completo, brindando cierto alivio ante la inminente llegada del bebé.

Jace, en su mensaje, aconsejaba a Visenya que no se apresurara en regresar, ya que habían pospuesto el ataque a Desembarco del Rey. Los verdes se habían aliado con la triarquía y habían capturado el barco en el que viajaban Aegon y Viserys, sus hermanos menores. Aegon había logrado regresar sano y salvo a Rocadragón con la ayuda de su pequeño dragón, aunque este último lamentablemente había perdido la vida en el proceso. La incertidumbre rodeaba el paradero de Viserys, y Jace alertaba a su hermana, prometiendo emprender una búsqueda junto a su propio dragón para traer a Viserys de vuelta con vida.

Visenya se aferraba a la idea de partir junto a Jace apenas terminó de leer la carta, pero las intensas contracciones que la asaltaron evitaron que pudiera siquiera considerarlo. El dolor marcaba cada movimiento, dificultando incluso el simple acto de poner un pie adelante del otro. Cregan, firme y preocupado, la tomó en brazos, instándola a relajarse y posponer cualquier decisión hasta que se encontrara en mejores condiciones. Sin embargo, la terquedad de Visenya era más fuerte que el dolor. Las contracciones le arrebataron la oportunidad de montar a su dragón y la obligaron a ceder, permitiendo que Cregan y Danna la llevaran hasta su habitación, donde ya aguardaban los maestres y otras damas para asistirla en ese crucial momento.

Las damas se apresuraron a asistir a Visenya, despojándola de sus prendas para luego envolverla con delicadeza en una bata blanca que contrastaba con su rostro empapado de sudor. Con manos expertas, la ayudaron a acomodarse en la cama, procurando que estuviera lo más cómoda posible. Mientras tanto, el maestre invitó a Cregan a salir, asegurándole que dejaría a su esposa en buenas manos. Sin embargo, Cregan se mantuvo firme en la habitación, rehusándose a abandonar a su esposa en ese momento crucial. Se situó detrás de Visenya, ofreciéndole su apoyo como respaldo y sosteniendo con ternura su cabello entre sus dedos. Sus pensamientos se nublaron con el recuerdo doloroso de la pérdida de su primera esposa durante el parto, una experiencia que había marcado su vida. Ahora, el miedo se apoderaba de él nuevamente, temeroso de perder a Visenya, la mujer a la que amaba.

Los rugidos poderosos de Balerion resonaban por los confines del norte, haciéndose eco en los pasillos de Winterfell, un eco que parecía anunciar la llegada inminente del nuevo integrante. Mientras el estruendo del dragón se extendía, Visenya permanecía estoica, reprimiendo los lamentos y manteniendo una firme compostura. Su rostro, contraído por el esfuerzo, transmitía su dolor silencioso, mientras aferraba con fuerza el brazo de su esposo en busca de apoyo. Danna, atenta y cuidadosa, se dedicaba a secar el sudor de su frente, prestando una atención meticulosa a cada palabra del maestre. Sin embargo, la dilatación de Visenya aún no era suficiente para el alumbramiento, y el proceso continuaba, una espera llena de tensión y ansiedad por la llegada del bebé.

La Reina Dragón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora