11. Una fatídica cena.

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Visenya y Sir Erryk condujeron al rey a su habitación. Aún jadeaba por el dolor, rehusando la leche de amapola que le ofrecían. Una vez dentro, Sir Erryk se retiró, dejando a la princesa a solas con su abuelo.

— ¿Estás seguro de que no quieres tomar algo para calmar el dolor, aunque sea un poco de leche? — insistió Visenya, acercándose con ternura al lado de su abuelo. — Podría aliviar un poco tu sufrimiento.

— No, mi pequeño dragón. — respondió Viserys, tratando de contener su jadeo y esforzándose por mantener una apariencia serena. — Los guardias vendrán pronto a llevarme a la cena. Dudo poder caminar hasta allí. Pero antes me gustaría darte algo. Dame tus manos. — Visenya se sentó junto a él y extendió sus manos hacia su abuelo.

El ambiente de la habitación se cargaba con la pesadez del dolor del rey y la preocupación de Visenya. El sufrimiento en el rostro del monarca se entrelazaba con el cariño y la determinación de su nieta.

Viserys llevaba dos anillos idénticos, uno propio y otro que pertenecía a su difunta esposa, la reina Aemma. Con cuidado, se desprendió de uno de ellos y lo colocó en el dedo anular de Visenya.

— Sabes, Visenya... amé a Aemma con todo mi ser, pero cometí errores en el pasado que aún me atormentan. — confesó Viserys, acariciando la mano de su nieta donde reposaba ahora el anillo. — Desde su pérdida, mi felicidad nunca ha sido la misma. Sin embargo, tu compromiso con Aemond me llena de emoción. Mis dos familias podrían reunirse de nuevo, y eso me traería paz. Podría partir sabiendo que dejo todo esto en buenas manos. Confío en ti, mi princesa... Pero lo que más deseo es tu felicidad, que te cases por amor y tengas una vida plena. Eso es lo más importante para mí. Sé que entre tú y Aemond ha habido dificultades, una brecha que ha crecido. Si no deseas casarte con él, lo entenderé.

En la habitación, la luz filtrada por las cortinas acentuaba la seriedad de la conversación. Los gestos de Viserys transmitían la carga de sus arrepentimientos y su anhelo por asegurar el bienestar de su nieta. El anillo reposaba en la mano de Visenya, un símbolo de amor y unión familiar, pero también de la libertad de elegir su propio destino.

— Yo... en realidad no tengo objeciones. — respondió Visenya con sinceridad. Su compromiso con Aemond había sido una constante en su vida, más por deber que por deseo. Era un sentimiento ambiguo, uno que la sumía en un terreno incierto entre la expectativa y la realidad. Sabía que la conexión entre ellos se limitaba al deseo, sin asegurar la prosperidad en un matrimonio.

— Me alegra saber que estás de acuerdo. — dijo Viserys con una felicidad evidente. — No creo que tenga mucho tiempo en este mundo, y desearía con todo mi corazón ver la unión de mi maravilla. — expresó, acariciando la mejilla de Visenya con ternura. — Espero que no te moleste que haga el anuncio esta noche, durante la cena.

Varios guardias entraron con una silla para transportar al rey. Visenya ayudó a su abuelo a acomodarse, y juntos fueron escoltados hacia el gran comedor donde se celebraría la cena. El ambiente del lugar estaba impregnado de una mezcla de emociones: la anticipación por el anuncio que se realizaría esa noche y la preocupación por la salud del rey.

Al llegar al salón y presenciar la entrada del rey, todos tomaron sus asientos, dejando un lugar frente a la princesa Rhaenyra, reservado para Visenya. Sin embargo, la disposición cambió cuando el rey indicó a uno de los criados que trasladara la silla de Visenya al extremo opuesto, justo al lado de Aemond. Viserys le dedicó una gran sonrisa a Visenya, quien correspondió por cortesía, aunque su expresión se tornó seria enseguida. Aunque dudaba de la conveniencia de aquel matrimonio, comprendía la importancia de evitar un conflicto entre las familias.

Daemon observó a Visenya con una ceja alzada. En lugar de dirigirse hacia su familia, ella caminó decidida hacia su nuevo asiento, más cerca de Aemond, Otto y Aegon. Había una determinación en su andar, aunque sus pensamientos eran un torbellino de dudas y responsabilidades, tratando de equilibrar el deber con sus propios anhelos. 

La Reina Dragón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora