22- Blood, bullets and tears.

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Alice movía sus manos entre los precintos, maldiciendo por el dolor que sentía en sus muñecas. Había sido una muy mala idea el hacer que la mujer que la estaba ayudando dejara el cuchillo debajo de su trasero, pues era el único lugar donde nadie iba a buscar, pero también era difícil llegar allí con sus manos atadas, ni hablar de si el cuchillo caía al suelo.
Los disparos se escuchaban cada vez más cerca al igual que las explosiones. Si, el equipo estaba allí para salvarla, o eso es lo que creía, podría ser otro grupo de personas con conflicto de intereses con los Yakuza, pero eso solo la ponía más nerviosa. Si no lograba escapar antes de que llegaran hasta el sótano estaría en problemas más serios.

La idea era arriesgada, pero moviéndose de adelante hacia atrás comenzó a deslizar el cuchillo intentando que llegara a su manos. Minutos después, cuando estaba por darse por vencida, creyendo que no estaba funcionando, sintió el cuchillo tocar una de sus palmas, al instante lo tomó y comenzó a cortar el precinto, o al menos intentarlo.

—Vamos Alice —intentó animarse a si misma mientras movía el cuchillo de manera desesperada.

De repente unos pasos se hicieron presentes en las escaleras del sótano dejándola en blanco.
¿Podía ser? No, no podía ser nadie del grupo, los disparos aún se escuchaban al igual que algunas explosiones.
Aunque estaba la posibilidad de que alguien haya escapado del tiroteo y estuviera buscándola.
Tal vez estaban allí para llevársela y amenazar a su gente para que se detuvieran...
Todas esas ideas pasaban por su cabeza mientras continuaba usando el cuchillo para cortar el precinto alrededor de sus muñecas.

De repente la puerta se abrió, Alice quedó paralizada al ver al hombre con quien había estado hablando durante toda su estadía en ese sótano.

—Mira, Ocho —dijo mientras de acercaba y comenzaba a quitar los precintos en los pies de ella—. Parece ser que tu compañera nos mintió y ahora toda tu pandilla está aquí.

Alice rodó los ojos mientras terminaba de liberarse, aliviada de escuchar las palabras que salían de la boca del secuestrador.

—¿Y?

—Bueno, necesito tu ayuda para salir de aquí, aunque no lo creas, no quiero morir. Por lo tanto, tendremos que salir juntos de esta casa, subirnos a un bote e ir en busca de mi avión para poder salir del país a salvo.

—O sea, que moriré.

—Tranquila, no planeo asesinarte. En cuanto este a salvo serás libre.

—Sabes que es muy poco probable de que salgas con vida si es que me llevas secuestrada nuevamente, ¿No?

—Tengo que intentarlo, ¿Tu no lo harías?

Alice se mantuvo en silencio, en el momento en que el hombre estaba rodeándola para liberar sus manos, ella se aferró al cuchillo y atravesó la garganta de él, la sangre la cubrió por completo, rostro, cuello, manos, toda su parte superior. Al instante revisó el cuerpo, dos armas —una vacía y la otra con medio cargador— y un cuchillo, sin municiones extra. Si quería salir de allí debía contar las balas que utilizaría o revisar cada cuerpo que pudiera encontrar en el camino. La segunda idea era un poco más arriesgada, pero podía intentarlo, debía hacerlo para poder estar a salvo y ayudar a sus compañeros allí afuera.

El camino hacia el piso superior se hizo eterno, en todo ese tiempo que le tomó llegar hacia la parte superior de las escaleras el sonido de las balas no se detuvo. Un nuevo miedo se hizo presente, quedar en medio de la línea de fuego. ¿Y si alguien le disparaba por error? ¿Y si Cinco se encontraba allí y hacía algo contra ella?
Por un momento la idea de esperar en el sótano a que todo terminara sonaba más tentadora. Sin embargo, abrió la puerta lentamente.

The Driver (Six Underground)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora