4 de Febrero de 2023.
8:00 PM.
Llueve. La sala oscura y deshabitada apenas recibe luz externa a cada relámpago que atraviesa el cielo nocturno. En aquel frío interior, el televisor reproduce un vídeo publicitario.
De elegante traje, inamovible sonrisa y pegajosa voz, el locutor se pasea por el llamativo set con niños jugando a su alrededor, propiciando un ambiente natural y familiar para la pantalla.
-Al día de hoy, generaciones completas pueden dar testimonio sobre la fidelidad de la IA -habló el locutor, el sonido zumbando en el viejo parlante del aparato-. Todos los hemos visto; máquinas colosales en líneas de producción, construcción y transporte. Los niños adoran ver a nuestros gigantes gentiles trabajar... Otros robots, más discretos y específicos, apoyan sin descanso a los servicios de rescate, salud y seguridad. Y sí; lo sé -rió con ligereza- su aspecto humanoide y mecánico da un poco de miedo, pero sus capacidades son innegables y, al día de hoy, una necesidad... La tranquilidad humana, nuestra calidad de vida depende del tiempo libre que nos facilita la IA, pero ¿Cuánto de nosotros podemos confiar a "máquinas"? ¿Permitiría que un robot ayude con el cuidado de sus seres queridos? No, ¿Cierto? Pero ¿Qué hay de estas personas?
En escena aparecieron los productos en cuestión: Androides. Indiferenciables de los humanos reales salvo por su agradable y perfecta simetría, cinco de ellos ingresaron saludando sonrientes y apacibles, se dispusieron en fila con las manos unidas al frente y la vista fija en el locutor.
-Una IA siempre ejecutará la respuesta más segura y apropiada para cada caso, de modo que si lanzo una pregunta -el locutor alzó el índice señalando a cada androide-, obtendré... de cada uno la misma respuesta ¡Lo que es genial! Imagine que su hijo sufre un accidente ¿Cuánto tiempo pierde un humano en decidir cuál es la magnitud del daño, si es que existe riesgo vital y cómo proceder? Usted podría entrar en shock: un androide no. En un accidente automovilístico, usted podría estar inconsciente mientras el androide, gracias a su esqueleto de titanio y batería de respaldo, aún es capaz de moverse para socorrerlo, al mismo tiempo contactando servicios de rescate, entregando información oportuna sobre su ubicación y estado de salud. ¡Oh! La maravillosa tranquilidad...
Risas, niños cantando, la clásica familia perfecta cenando alrededor de una extensa mesa. Volviendo a la realidad, el anuncio publicitario fue interrumpido por un enceguecedor relámpago que por poco alcanza el edificio.
Un grito despavorido fue predecesor del trueno, le siguió el llanto. Alguien se ocultaba bajo las mantas en la habitación de junto.
La publicidad exagera nuestros problemas para embellecer soluciones, volviendo indispensable gastar en sus productos. Pero el círculo consumista no termina ahí. Una vez creada una nueva necesidad y normalizada su costosa solución, el proveedor no tardará en hallar fallas a aquel sistema con tal de ofrecer soluciones adicionales; un nuevo producto.
El siguiente anuncio en la TV no era tan ingenuo ni amigable. Otra estrategia de marketing; recuperar la seriedad en torno a los hechos, exagerar sus fallas para "revelar" la verdadera solución.
El extenso título expuesto en la pantalla, por debajo de un viejo hombre de aspecto extravagante y refinado, cumplía la misma función que su sitial en el oscuro set; añadir veracidad a sus palabras. Entrevistado por un locutor popular, el hechizo estaba hecho; encantando a los espectadores, grabando la información en su subconsciente.
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Amygdala
Science FictionGi es un androide formateado. Su amo le ha ordenado desaparecer de su vida... Y ser feliz. Feliz; como una persona. Pero ¿Una IA puede ser genuinamente feliz? ¿Insistir en un imposible no es un camino directo a la infelicidad? «Imposible o no, ins...