8. Espacio Personal.

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7 de Febrero de 2023.

3:00 PM.

La postulación para la universidad cerraría en unas horas y Gi aún no completaba el formulario. Tendido de costado en la cama con la laptop ante él, comenzaba a rendirse. Su cuerpo estaba flojo, sus ojos abiertos ya no leían el listado de carreras aunque su dedo subiera y bajara en la pantalla. Terminaría por seleccionar una al azar porque, aunque incorrecto, le era mejor que no hacer nada y fallar a su amo.

Puki, el lanudo pomerania negro y marrón, gimoteó bajito acomodándose contra el cuello y pecho del androide para llamar su atención. Lamió su mentón ganando un abrazo, Gi suspiró aliviado por su compañía, hundiendo el rostro en su pelaje besó sus orejitas.

-Internet tenía razón -musitó acariciando al can con una sonrisa apacible-, las mascotas son lo mejor... Me haces sentir muy bien, Puki. Dime ¿Qué debería estudiar? ¿Qué contentaría a mi amo? -la mirada confusa del perro le hizo gracia.

«Es una decisión importante que sólo tú puedes tomar», recordó las palabras de Tom. Una lástima, su compañero de departamento no aceptó decidir por él y, sin una remota idea de cómo era y ni qué quería hacer Gi con su vida, tampoco se atrevió a aconsejarlo.

«¿Qué te gusta hacer?», la inocente pregunta del castaño seguía rebotando en la mente del androide. «¿Qué asignaturas te gustaban en la escuela? ¿Cuáles son tus pasatiempos? ¿Qué dicen tus amigos y tus padres? ¿Y tu familia? ¿Qué soñabas de niño?»

-Nada... -Gi murmuró cediendo al vacío en su pecho- No soy una persona, soy una hoja en blanco, Puki. No quiero nada. Sólo... órdenes. Que alguien me diga que hago lo correcto, para así... dejar de sentir miedo.

Miró el teléfono móvil sobre la mesita de noche. Sólo quedaban horas para tomar la gran decisión, y faltaban tres días para al fin escribirle a su amo. Si bien no estaba seguro de qué pondría en su informe y aquello le causaba dolor de estómago, necesitaba cualquiera que fuese su respuesta.

¿Le pediría que regrese?

Las fuertes risas provenientes de la sala lo encresparon, Tom se divertía con sus amigos jugando videojuegos. Aunque lo intentó, el castaño no logró siquiera presentar a su nuevo compañero de departamento.

Sí; para bien o mal, Gi consiguió negarse a una petición humana. Pidió a Tom que lo dejara en paz en la habitación, donde se encerró con Puki. Lo hizo pensando en la "extraña" reacción que desató su Amygdala un par de días atrás, cuando Tom lo abrazó y su consciencia se perdió unos minutos.

Aquello realmente lo asustó.

No quería volver a verse en una situación como esa ni sentirse así de nervioso. Invadido. Vulnerable. "Por favor, no me toques. No me gusta que me toquen", alcanzó a decírselo a Tom esa misma mañana, cuando éste propuso presentarlo a sus amigos. El humano quedó perplejo y se disculpó entendiendo que había tomado confianzas que no le correspondían.

-Insolente -en el presente, el androide aún se culpaba por haber pedido algo al humano, más aún por haber recibido una disculpa-. Él no hizo nada malo ¿Qué te crees, Gi? Primero pidiendo compañía, después consejo, y ahora impones normas. Si alguien se entera de que no soy humano me van a...

Una descarga eléctrica lo hizo saltar. Sólo fue su imaginación.

Su comportamiento ameritaba castigos. No recibirlos apilaba culpas en su consciencia como una bola de nieve rodando cuesta abajo, haciéndose cada vez más grande y pesada. Tarde o temprano iba a estrellarse.

-No entiendo~ -lloriqueó bajito, ablandado por el gimoteo del perrito preocupado ¿Puki también le tenía lástima?- ¿Qué está mal conmigo, Puki? Si tan sólo supiera cuál es el problema en mi sistema estaría más tranquilo. Ojalá pudiera repararlo, así volvería a casa.

AmygdalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora