3. Procesador Emocional.

277 42 65
                                    


El androide se sentó en el sofá con rigidez mecánica, la luz arcoíris en sus ojos pedía paciencia al usuario mientras el dispositivo checaba sus partes orgánicas e inorgánicas.

Corazón, pulmones, músculos, piel, sistema digestivo; saludables. Esqueleto de titanio; intacto. Las sofisticadas cámaras que componían sus ojos; trabajaban con precisión. Sensores vitales; funcionando.

Temperatura corporal: 36ºC

Temperatura de CPU: 15ºC

«Todo en orden», Gi asintió. La luz en sus ojos se apagó tras el chequeo que no tomó más de diez segundos.

«Aquí vamos», se envalentonó el anciano que aguardaba de pie junto al sofá. Inhaló hondo y forzó una sonrisa en su rostro, sabiendo lo que seguía... La rigidez robótica del androide se esfumó de golpe. Gi juntó las manos sobre su regazo, sus dedos jugando entre sí. Volteó revisando sus alrededores con curiosidad y un dejo de inocente nerviosismo, los ojos redondos y brillantes de un cachorro que ablandaban a cualquiera.

La alegría expresada en cada minúsculo gesto al hacer contacto visual con su amo y ofrecerle una pequeña reverencia eran tan o más genuinos que los de un humano... O al menos los simulaba con diabólica perfección. «Su sonrisa...», el hombre soltó una suave risa, derrotado resintió en su corazón; la encía de Gi era rosada y sus comisuras se hundían en redondas mejillas, aún enrojecidas por el reciente llanto.

Los populares "Androides de Compañía" son sexuados y cuidadosamente diseñados para resultar atractivos y sensuales, ya que están destinados a cumplir la función de "parejas sexuales perfectas" para amos exigentes.

Gi no era de esos androides.

IA 9393 Gi era un "Androide de Cuidado Personal", certificado para cuidar bebés, niños, ancianos o cualquier ser humano con capacidades reducidas y que necesitara asistencia.

Para plena confianza de sus amos, el diseño de los androides de cuidado personal carece de órganos e instintos sexuales, y su cuerpo biológico es creado mediante los genes de sus amos para su fácil y sutil introducción en la familia, resultando en una "persona" común y corriente a pesar de sus facciones y voz andróginas.

Entonces ¿Por qué Gi no se parecía en nada al alto inglés de ojos azules ante él?

El androide no medía más de un metro con setenta, tenía marcados rasgos asiáticos con sagaces ojitos negros y felinos, nariz redonda y amplias mejillas pálidas. Menudo, escuálido, la melena negra apenas rozaba sus hombros. Tampoco compartían apellido.

Con sólo disponer de su información interna Gi lo notó, mas no dio importancia al asunto y sostuvo su sonrisa. «Jamás pondría en duda a mi amo asignado», confirmó en sus pensamientos.

Programados para ser amigables, los androides de cuidado personal como Gi son los más humanos gracias a su sofisticado procesador emocional y la Amygdala Artificial incorporada en su CPU; sus acciones, hasta la más sutil de sus expresiones y gestos son afables, evitando así resultar invasivos para las personas cuidadas. A su vez, aunque su tolerancia es elevada, se les permite expresar emociones como la frustración, tristeza y cierto grado de enojo, evitando que los niños a su cargo crezcan con una insana perfección como ejemplo cercano...

O eso es lo vendido en la publicidad. "Pizcas de imperfección que completaron la perfección",  lo que el mercado consideró como tal: Un sofisticado y rígido umbral emocional limitando lo digital y lo humano para satisfacción del consumidor.

AmygdalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora