—Soy un idiota disperso, no podré ayudar a nadie con mi cerebro de cacahuete —el berrinche de Jacob, amparado por las manos cariñosas de Gi que secaban una lágrima tras otra de su rostro, era digno de un niño. Reconocía estar exagerando.
—¡Pero si tú eres buenísimo ayudando a las personas! —rebatió el androide personalmente ofendido ¿Quién se atrevería a pensar eso de su sol? Sacudió la cabeza ¡Nadie podía! Por otro lado, Jacob disfrutaba secretamente su indignación, cuánto se complicaba buscando las palabras correctas para animarlo—. No hay quien lo dude. Las calificaciones están mal ¡Esa carrera está mal planteada! —resopló obstinado, arrugado y tirando el papel. Jacob contuvo una leve risa.
—Gi... Ser psicólogo no sólo trata de dar buenos consejos —habló suave, explicando algo que Gi ya sabía.
—¡Sí, pero! —se negaba a aceptar como correcta cualquier cosa que dañara a su chico— Agh. Lo sé, se necesita mucho conocimiento y tú detestas leer. Pero ¡Pero! Me niego a que te hagan llorar —lamentó en un puchero, dándole otro abrazo—. Debí ayudarte a estudiar más ¡Sólo he sido una distracción!
—No es tu culpa. Por más que me ayudaste a estudiar, mis calificaciones no subieron —«Porque me pierdo pensando en tus labios mientras me hablas», debía admitir—. No soy lo suficientemente inteligente.
—Aunque no seas psicólogo de humanos, con androides eres un experto ¡Te daría un título especial por eso! —sonrió dejando un suave beso en sus labios. Sus sensores percibían que su amado se había calmado, no estaba seguro de qué había hecho por él, pero funcionaba—. Al menos a mí me has reparado —musitó a ojos cerrados, su voz vibrante al sostenerle el rostro con ambas manos y unir sus frentes—. Siento que puedes sacarme de cualquier laberinto en el que me meta mi cabeza. Y aquí dentro —palpó su pecho, viendo fijo en sus ojos—, lo reparas todo con un par de palabras y una sonrisa. Si eso no vale nada... no sé qué pueda realmente importar.
«¿Por qué eres tan lindo?», anonadado en admiración, el humano perdió de vista sus problemas del mismo modo en el que se le resbalaban los estudios; perdidos en un par de frijolitos negros. El dulce discurso de Gi era prueba del esfuerzo de ambos, pues el humano reconocía haber sido quien le enseñó a interpretar y expresar sus emociones.
Lo hubiera felicitado, mas antes de siquiera pensarlo, Gi asaltó su boca. Que los estudios perdidos se fueran al carajo por un rato: el tiempo y aquella pasión, que espantaba todo mal, eran demasiado escasos para serles indiferentes. Unos cuantos besos y caricias bajo la camisa limpiaron el tiradero que llevaba cada quien en su mente.
Sonrieron al romper el quinto beso. Jacob mordió sus labios dándole un tirón ¿En qué momento el androide se había montado en su regazo? ¿No que Gi iba a dejar su papel de mimado para consentir a su novio un rato? Se hubiera dignado a cargarlo al menos una vez.
O quizá Jacob lo prefería así. Gi se dio cuenta de un respingo, cuando sus glúteos fueron estrujados sin aviso.
—Dígame, amo~ —canturreó el androide de cuidado personal, dichoso por haber espantado el malestar de su "amo" y haber conseguido su atención de aquella forma— ¿Qué puedo hacer para alegrarlo?
—¿Más? Con sólo tenerte soy lo suficientemente feliz —aseguró recorriendo sus muslos con ambas manos.
—Por favor~ deme una instrucción —suplicó en un gimoteo mañoso, tironeando el cuello de su camisa. Sí; juntarse con Tom era una pésima (o excelente) influencia—. Haré lo que pida... Y lo haré perfecto~.
La inocencia que alguna vez rodeó aquella oferta ya no existía. Benditamente no existía. Jacob lo percibía en la cadera inquieta que buscaba su roce, en la respiración cálida que no se apartaba de su piel y los ojos que lo recorrían con hambre; Gi tenía "esas" ganas.
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Amygdala
Science FictionGi es un androide formateado. Su amo le ha ordenado desaparecer de su vida... Y ser feliz. Feliz; como una persona. Pero ¿Una IA puede ser genuinamente feliz? ¿Insistir en un imposible no es un camino directo a la infelicidad? «Imposible o no, ins...