A Gi no se le daba bien comprender las indirectas, pero su paranoia podía sacar "catástrofes del arcoíris", sin exagerar. Ni siquiera alcanzó a imaginar escenarios catastróficos, todo se resumió en temor, el que seguía a flor de piel tras lo ocurrido aquel horrible día.
Su sistema estaba cansado, sobrecalentado. Los ojos negros rogaron angustiosos al alzar la vista, rodeados de brillo violeta.
Jhon buscaba ese tipo de respuestas, emociones nítidas luchando entre sí con la confusa incoherencia que sólo el corazón humano lanza en momentos inoportunos, por el simple hecho de ser realmente sensible y dudar... dudar perdido, sin la más remota idea de qué hacer.
Sí; eso buscaba Jhon en una IA, pero no podía alegrarse al hallarlo.
Gi fijó la vista en la nada, retrocediendo tambaleante. Sus labios modularon un par de incoherencias sin voz, hablando consigo mismo al parecer.
Jhon alzó las manos preocupado, pésimo movimiento que la nerviosa IA malinterpretó inconscientemente, encogiéndose contra la puerta del ascensor justo cuando esta se abría. Se aceleró unos metros por el pasillo hasta la entrada de su departamento donde, a causa de su mano temblorosa y lastimada, tardó en abrir.
Jhon lo siguió desde una distancia prudente. Vio al androide entrar al departamento dejando la puerta abierta tras de sí; daba a entender al humano que le permitía entrar.
La anterior invitación amistosa ya no era la misma. Gi no lo quería cerca, charlar ni hacer amigos, sólo quería encerrarse en el baño y ahogarse en la realidad virtual. Tomar la PSP de Jacob y robar a Catpuchino un abrazo, pedirle que lo dejara quedarse en la Catfetería para siempre, a salvo, lejos de los humanos que lo hacían sufrir, pero no podía.
Se detuvo de pie junto a la isla de cocina, dejando las llaves y apoyándose en esta con ambas manos. Escuchó la puerta principal cerrase y los pasos del humano a su espalda.
—Tranquilo —pidió Jhon con suavidad—, solo quiero ayudarte.
«¡¿Por qué te creería?!», Gi se inclinó al frente sacudiendo la cabeza, sintiendo sus circuitos hervir. «No puedo. Aunque explicaste tus razones y me hiciste saber tus intenciones ¿Cómo se supone que no me asuste?».
«Sólo quería hacer otro amigo y termino en este lío. Soy imbécil ¡Me voy arrancar los jodidos ojos para que no brillen más! Sabía que tarde o temprano alguien lo notaría».
—Sólo yo noté la luz, si te lo preguntas, la mayoría creería que fue tu teléfono —aclaró Jhon entendiendo su inquietud, sin conseguir respuesta del androide paralizado. Esperó casi un minuto en silencio—. Acabo de explicarte que busco a alguien como tú —insistió pasando a un costado, buscando verle de frente sin acercarse—. No te haré daño, Gi, al contrario; eres importante, único, y necesito asegurarme de que estés bien... Incluso si a tus amos no les parece —aclaró metiéndose en un tema delicado. Gi soltó una risa vacía.
—¿Mi amo? —«Mi existencia parece no importarle en absoluto»— Me formateó y envió a vivir aquí. No sé por qué, sólo sé su nombre; Edgar Baldwin.
—Oh ¿Un formateo? —se llevó la mano al mentón en presunto desconcierto— Qué extraño ¿Te pidió algo en particular?
—Que no regrese —soltó entre dientes, resintiendo el dolor de cabeza y un chirrido en su oído— Que... que no regrese...
Con ambos codos sobre el mesón y las manos apartando el cabello de su frente, comenzaba a desesperar por el calor y la lentitud de su procesador. Como si los 32ºC de aquella tarde no hubieran sido suficientes para estallarle la cabeza, el incidente con el bravucón y la charla con Jhon sobre exigían a ambos procesadores.

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Amygdala
Science FictionGi es un androide formateado. Su amo le ha ordenado desaparecer de su vida... Y ser feliz. Feliz; como una persona. Pero ¿Una IA puede ser genuinamente feliz? ¿Insistir en un imposible no es un camino directo a la infelicidad? «Imposible o no, ins...