32. Confianza.

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Hamburguesas, música suave, sonrisas. El alivio de no estar ocultando nada, de saberse aceptado, compartir la ignorancia sobre su propio pasado; Al fin Gi podía contar un poco más sobre sí, dudas y detalles cotidianos sobre ser un androide que antes se sentía obligado a omitir.

Jacob sonreía radiante para él, maravillado con cada nuevo descubrimiento, o más bien con la alegría expuesta en los ojitos negros.

Por primera vez Gi se veía cómodo e interesado al hablar sobre sí mismo, brillaba, veía el mundo pintado de rosa y verde sin poder creer que eran sus palabras las que hacían feliz al humano ¿Es que acaso a Jacob le interesaba cómo percibía el mundo una IA? «Supongo que para un psicólogo es interesante», dedujo atreviéndose a confesar algo que antes creyó denigrante; su dependencia hacia los humanos.

Jacob no lo juzgaba por ello, entendió fácilmente el origen de aquella dependencia y admiró el valor con el que Gi hacía frente a su programación predeterminada.

«Valiente. ¿Yo soy valiente?», con la cara roja, Gi se enjugó las lágrimas un par de veces y sus mejillas dolían de tanto sonreír, asintiendo a cada halago que, a regañadientes, se veía obligado a aceptar. Jacob no aceptaría un "no" por respuesta.

—Para ser valiente primero hay que sentir miedo, y enfrentarlo —insistía el humano haciendo a la IA sentirse como un pequeño tomate en el mesón— Como tú. Estás aquí, enfrentando tantas cosas que... ¡Woah~! Es un honor para mí ser tu compañero.

A pesar del bochorno, Gi se animó a seguir hablando. Se sentía en el lugar perfecto, con la persona perfecta, en las mejores circunstancias de las que tenía memoria. No necesitaba más, aunque... siendo sincero y arrimándose a una descabellada ambición, a cada dulce sonrisa compartida se tentaba más. Sentados a cada lado de la isla de cocina, la conversación fluía acrecentando la confianza y acortando la distancia, inclinando los rostros al frente como si el torso les pesara o no pudieran oírse mutuamente.

«No ¿Qué estoy buscando?», Gi sacudió la cabeza en un regaño interno, se alejó al advertir tener los labios ajenos a pocos centímetros de los suyos. «¿Es que no puedo conformarme con esta nueva libertad?», su sonrisa se esfumó de un mordisco, regresando la atención a la comida. «¡¿Qué?! ¿En qué momento?», se sorprendió al notar que Jacob se había comido la última hamburguesa. Era hora de limpiar y sus manos se aceleraron a tirar la basura cual perfecta distracción.

Oh, bueno ¿Perfecta? No; Jacob notó su nerviosismo y supo de inmediato que él lo había causado. Se rascó la nuca deseando aventarse un balde de agua fría. «Ha tenido un terrible fin de semana, no se supone que rompa su confianza insinuando "cosas" que seguro no entiende», bajó la cabeza y guardó los aderezos con prisa, lapidado por su consciencia.

No fue más que un roce en la espalda de Gi al pasar hacia la nevera ¡La maldita cocina era muy estrecha! causó que un vaso resbalara de sus manos al lavarlo. El cristal cayó al fregadero y no se rompió, pero Jacob se disculpó de un salto tocando su hombro; el androide encogió el cuello con ojos enormes.

No. Definitivamente, la reciente cercanía no había pasado inadvertida... Y tampoco lo hizo el chupetón en el cuello de Gi.

«¡¿Pero qué?!», tieso en su sitio, con la vista clavada al cuello de quien "trataba" de lavar los platos, Jacob recordó un par de cosas cual flechazos. Primero; Gi salió con Ashley el viernes por la noche y la chica se tomó la molestia de etiquetarlo en cada fotografía... Segundo; los balbuceos y risillas nerviosas de Ian cuando pasó por su departamento, a los que antes no prestó un mínimo de atención...

«¡Hermano! No te han dicho lo que pasó el viernes ¿O sí? Creo... Creo que nadie se dio cuenta, pero tienes que saber que de verdad lo siento. Ella estaba ebria, te confundió conmigo y yo... Ah... Fui un imbécil».

AmygdalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora