35. El Raro.

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Viernes 21 de Abril de 2023.

Jacob estaba en problemas. Llevaba cuatro días captando las clases a medias entre bostezos y lidiando con dolor en sus hombros por dormir apretado. No obstante, su sonrisa no cedía y, al final de cada día, el dolor pasaba a sus mejillas por sonreír demasiado.

Felizmente podía llamarse a sí mismo un idiota. ¿Estudiar? Su concentración no alcanzaba para tanto, no conocía tal cosa como la responsabilidad cada vez que salía del auditorio y divisaba los ojitos negros que lo buscaban atentos como una suricata.

¿Y sus amigos? ¿Qué pasaba con el millón de amigos que solía atiborrar su agenda? Hacía tiempo se estaban apartando y dejaban de solicitarlo como antes. Eran buenos amigos, quedaba claro; lo hacían porque en el corazón de Jacob se estaba abriendo espacio para alguien especial, y si había algo en lo que todos estaban de acuerdo, era en que merecía tomar esa oportunidad.

"Mancini es un excelente amigo, debe ser una pareja adorable", cuchicheaban algunos por la mañana, cuando el risueño pelinaranja atravesaba el campus sin soltar la mano de Gi hasta dejarlo en sus clases. A la hora de almuerzo, cuando se apartaban de la multitud para almorzar juntos en el césped del parque central. Y en las tardes, cuando Gi esperaba fuera del auditorio donde Jacob estuviera, ansioso por salir a pasear o regresar juntos a casa.

Esa mañana, tras dejar a Gi en su auditorio, Jacob se topó con un "Nada casual" Thomas, quien tomó la caminata a solas hacia el otro lado de la facultad como la oportunidad perfecta para obtener información.

Nadie sospechaba, ni creería, que el chiquillo o chiquilla pegajoso que se había prendado de Jacob "como patito tras su mamá" era un androide, sólo se comentaba lo dulces que se veían juntos. Tom lo confirmaba, y lo comentó a su amigo sin reparos poniéndolo en un aprieto.

El metiche profesional no estaba ahí por casualidad, comprobaba su sospecha; el chisme que circulaba por el campus era falso. Jacob y Gi no eran novios. «¡¿Aún no?!», se indignó y palpó la frente tras oír la incómoda respuesta de su amigo, ganando una feroz mirada juzgona de su parte.

—¿Cómo? ¿Es en serio? —Sinceramente desconcertado, el castaño trataba de entender.

—Sí —desanimado y apestado, Jacob jugueteaba con los tirantes de su mochila pintada de girasoles. No sabía cómo explicar a su amigo cuán compleja era realmente la situación de Gi.

—Pero son más que amigos ¿Cierto? Se han besado al menos —supuso con obviedad, mas quedó boquiabierto al ver a Jacob sacudir la cabeza en negación— ¡¿Cómo?! ¿No hay besitos? No lo puedo creer. Gi quiere besarte ¿Sabes?

—¿Gi lo dijo? —inquirió desafiante, sabiendo a dónde llevaba la conversación.

—Ian lo confirma~ —musitó cerca de él, presumiendo la información.

—Sí, me lo dijo —aclaró con enfado—. Se estuvieron besuqueando, todo porque Gi lo confundió conmigo ¿Eso te parece un buen chisme? Me decepcionas.

—Jay~ —rogó colgado de su brazo—, no estés celoso, rescata algo positivo de esa confusión ¡Ahí está la confirmación que querías!

—¿Que rescate algo? —dudó ofendido— ¡Ian...

—¡Estaba ebrio! —excusó hilarante.

—¡Exacto! —pero a Jacob no le hizo gracia alguna, detuvo el paso para encararlo— Estaba ebrio, por eso no razonó que estaba suplantando a otra persona. Lo entiendo, no lo culpo. Pero, siguiendo esa misma lógica, entiende también que Gi estaba tan o más ebria que él; lo que haya dicho y hecho escapaba de su razón y conciencia.

AmygdalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora