Agosto de 2001.
5:00 PM.
Suave nieve caía, extendiendo su velo calmo sobre el jardín de la mansión Ming. Gris; el cielo era gris, los colores parecían haber sido robados por el frío ambiente, así como el sonido, retenido por los copos al caer.
Sin brisa alguna, el silencio abrumaba los oídos. Aterraba. Desgarraba.
En el interior oscurecido sólo azul y violeta brillaban, provenientes de ojos empapados. Un desgarrador llanto era el único sonido, fuerte y claro, mas completamente ignorado.
—Vuelve. Por favor, vuelve... —Gi rogaba desde la realidad humana, sosteniendo el cuerpo de su joven "amo" apenas tibio.
Valentino tenía quince años. Tiempo en el que, por razones que jamás contaría y sólo su androide cuidador entendía, prefería sumirse en la realidad virtual a la que su cerebro tenía acceso, en lugar de despertar cada día.
Fuera en la realidad humana, la virtual, o la que fuera, Gi jamás lo dejaba solo. Permanecía a su lado, en un comienzo, guiado por su programación. Con el tiempo, por iniciativa propia. ¿O sólo era una "evolución" del objetivo antes impuesto a sus procesadores? Con aquella frialdad lo veían los Ming desde el estudio contiguo, observando tras una ventana polarizada y los monitores de sus computadoras, analizando las respuestas y el comportamiento de ambos ante cada obstáculo que les impusieron.
Fuera programado en la realidad virtual, forzando las emociones del humano mediante el implante en su cerebro, o directamente en la realidad como en aquel momento; experimentaban con ellos.
Reducir los signos vitales de su hijo mediante hipotermia inducida era parte del juego; ponían a prueba al androide de cuidado personal, cruzando el límite en el que su Procesador Racional perdía la batalla a causa del estrés en su Procesador Emocional. Todo, bajo la fría mirada de otros androides de asistencia, de pie e inmóviles en la sala que parecía sacada de un hospital. Ellos mantenían la situación bajo control y al muchacho "a salvo".
Pero ¿A salvo de qué? De la muerte, claro... No obstante, tras haberse distanciado de Übermensch, los Ming no estaban entendiendo la verdadera profundidad de sus propios experimentos.
No estaban entendiendo lo que realmente significaba la muerte; el límite entre lo médico y mecánico, lo digital y cerebral.
La real diferencia diferencia entre lo vivo y lo inerte.
¿El resultado?
—¡Vuelve! —Gi parecía averiado, llamando desconsolado a aquel a quien estrechaba entre sus brazos como si huyera lejos—. Yo estoy aquí... Vamos juntos. Vamos a casa...
Según cada sensor y todos los sistemas de la más avanzada biotecnología e informática; según los ingenieros expertos y médicos involucrados; Valentino Ming permanecía estable, fuera de riesgo vital, y su consciencia no vagaba en ninguna realidad virtual pues el dispositivo en su cerebro no mostraba actividad.
"La existencia que percibo es otra. Está en todas partes, fluye a través de nosotros; es la pieza central que nos vuelve "personas"... Pero casi nadie la percibe hasta que se va", bien hubiera sabido explicar León, como miembro forzado de la secta Übermensch.
"Es lo que la mayoría llama "alma", y la dimensión donde existe sola y libre es la muerte".
De haberlo entendido. De haber presenciado con sus propios ojos lo que sólo Gi y Valentino estaban viendo, los Ming no hubieran llegado tan lejos exponiendo a su hijo.
¿O sí? Probablemente sí, y más.
—No quiero, no soporto ir allá —la voz gastada del androide luchaba con las olas que sólo ellos podían ver—. No vayas, por favor.
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Amygdala
Science FictionGi es un androide formateado. Su amo le ha ordenado desaparecer de su vida... Y ser feliz. Feliz; como una persona. Pero ¿Una IA puede ser genuinamente feliz? ¿Insistir en un imposible no es un camino directo a la infelicidad? «Imposible o no, ins...