24. Negación.

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«El androide...», Jacob hizo memoria en un parpadeo. Ya había notado el interés de Gi por los androides, el chiquillo parecía empecinado en estar seguro de que estos eran del agrado de su amigo ¿Por qué sería?

El humano supuso que Gi fue cercano a uno en la familia, quizá un androide de cuidado personal lo cuidó de niño, nada raro en una familia de millonarios que poco y nulo interés demostraba por él. Convencido de que Gi guardaba estima a una IA, fuera correcto o no, Jacob decidió apoyar esa idea y no juzgarlo.

Pero... ¿Qué pensaba realmente sobre ese tipo de androides y su interacción con los humanos?

¿Cuánto impacta en la vida de un niño ser criado por una máquina en lugar de un humano real?

¿Cuántos de los problemas de Gi podían deberse a esa carencia?

Jacob apoyó los codos sobre las rodillas con el ceño fruncido. No, la verdad no aprobaba tal inclusión en una familia, considerándola antinatural, pero no vio necesidad de decírselo a Gi cuando, a su parecer, el daño ya estaba hecho y reprochar su único vínculo estable sólo lograría desmoronarlo.

—Sí, los conozco —asintió decidido a soltar su ácida crítica—. Estudié enfermería un par de años y traté con androides de cuidado personal en los hospitales, así que los conozco bien.

—¿Cuál fue tu impresión al respecto? —Valentino acomodó a la niña para inclinarse hacia la visita, arqueando las cejas con gran interés— Dime la verdad ¿Qué tan humanos son?

—Físicamente; indiferenciables de la gente común. Tratando con ellos unos minutos su amabilidad genera confianza, jamás se cansan ni se estresan, por ello su facilidad para tratar a los pacientes, en especial a los niños y ancianos, pero... Pasando del trato impersonal, pronto se hace evidente que no son humanos.

—La publicidad vende algo que no existe ¿Cierto? —comentó ligero—. Prometen "humanos", pero las respuestas del procesador emocional no se sienten genuinas; son toscas, exageradas y mecánicas, tan instantáneas como predecibles y jamás discrepan, son simples robots en un buen "envase", uno que cambia su expresión para complacer a los humanos, y sólo conocen dos modos; felicidad o tristeza... Pueden acompañarte en llanto en una pérdida, y voltear al siguiente instante, cuan radiantes y felices quieras que estén.

—No son humanos y carecen de una genuina identidad —aceptó manos en alto—, hasta un niño podría diferenciarlos. Pero eso no significa que sea sano tratarlos con crueldad. Quien disfrute maltratar "seres" de carne y hueso, más si son tan similares a los humanos, necesita una urgente evaluación psiquiátrica.

—Ouch... Sí, es cierto —asintió con la mirada baja—. Sólo un enfermo no sentiría culpa ¿Eh?.

—Lo dice un agresor. Qué irónico —resopló resentido, sin poder pasar de su anterior confesión. La niña estaba salvando a su papá de recibir su merecido—. Programados o no, los androides son sumamente gentiles y serviciales, reciben estímulos y tienen la capacidad de sufrir, así que hay que tratarlos con dignidad si esperamos hacernos llamar los "verdaderos seres pensantes". No obstante, estoy en desacuerdo con la idea de relegarles la crianza de los hijos. La mente humana es muy sensible y aprendemos a socializar por imitación; las IA pueden servir de apoyo, pero no deben cumplir un rol parental o el niño inconscientemente tendrá una imagen errada de cómo debe gestionar sus emociones y terminará por reprimirlas. Necesitan ver a los adultos expresar su tristeza, cansancio, incomodidad, vergüenza, incluso la ira, todo de forma sana, claro. Es parte de ser humanos.

—Es por eso que cuido a mi hija yo mismo —sonrió orgulloso, viendo fijo en sus ojos—. Aunque soy viudo y para nada perfecto, no quiero que mi hija crezca llamando "mamá" a una máquina.

AmygdalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora