15. Amable.

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11:00 AM.

«No debí aceptar. No debí aceptar ¡Todo por unos gatos! Me tenté a la ligera ¿Ahora qué hago?», se lamentaba Gi.

Llevaba una hora y treinta minutos sentado en el suelo del baño, tratando de calmar la presión en su pecho y cubriéndose los brazos con sus manos, como si alguien fuese a arrastrarlo de un tirón en cualquier momento. No tenía otro refugio mas que el baño, pues en cualquier otro sitio del departamento Jacob lo vería, notaría su "pánico injustificado" y no sabría qué decirle al respecto.

No quería volver a ser patético frente a él o ¿Cómo serían amigos? No, no; volver a hacer el ridículo y preocupar a otros era inaceptable.

Pero ¿A qué le temía, la verdad? Nada racional. Algo en el fondo de su CPU advertía que salir a divertirse, como humano, era malo y alguien se enfadaría mucho con él por pretender ser uno.

«¡Eres una máquina! Conoce tu maldito lugar», una voz lo amedrentaba en cada pensamiento, con la misma insistencia que cuando eligió una carrera y se culpó por estar ocupando el lugar de una persona real sin merecerlo.

«Pero tengo que hacerlo. No solo porque se lo prometí a Jacob, sino por la misión del amo. Baldwin quiere que viva como un humano ¡Tengo que! ¡Se supone que soy mi propio amo, maldición! ¿Por qué no puedo hacer lo que quiero?», desesperaba entre el anhelo de su propia libertad y el miedo a una amenaza grabada con cincel y martillo en su subconsciente.

Nuevamente, la Amygdala Artificial era la culpable de su sufrimiento, al haber convertido alguna experiencia pasada en "miedo instintivo" para protegerlo, en lugar de almacenar el evento como un recuerdo en el que pudiera reflexionar conscientemente. No obstante, su posición respecto al tema había cambiado gracias a una de sus sabias decisiones.

Estudiar Robótica fue una sabia decisión de su parte.

«Calma. Calma... No está pasando nada», decidió levantándose al oír a su compañero golpear la puerta del baño.

—¿Gi? ¿Estás bien? —preguntó Jacob desde el pasillo.

—¡Sí! —aseguró el androide. Llenó sus pulmones de aire y se sostuvo del lavamanos— Ya voy.

«Que la Amygdala Artificial lo diga no significa que de quien haya sido tuviera la razón. Y el castigo que recibí no tiene por qué repetirse... Aunque duela un infierno, y me aterrorice... puedo usar la razón para ir contra esta maldita pieza de mi CPU», decidió mirándose al espejo, obstinándose a pesar de llevar piernas de lana y una lágrima atorada en la garganta. La Amygdala no debía ganarle.

«Estarás bien, Gi. Yo te cuido. No dejaré que te hagan daño», prometió viendo fijamente el brillo violeta en los ojos de su amo; sus propios ojos. «Todo estará bien. Todo estará bien... Todo... estará bien».

Al fin consiguió aflojar el cuerpo, sonreír débilmente y salir. Se halló ante la expresión preocupada de Jacob, y se sorprendió; no creyó que el humano lo esperaría justo ahí tras la puerta.

—Oh, lo siento ¿Necesitabas el baño? —supuso.

—¡No, no! —el humano agitó sus manos sabiéndose un entrometido— Yo... No te estaba espiando ¡Es que vi el reloj! y, no sé.

—Me tardé mucho —entendió apenado.

El silencio se extendió incómodo con ambos en el pasillo. Nuevamente Gi sentía la tentación de decir algo más, de expresar al gentil humano sus dudas y temores, sin entender por qué su interior rogaba por tomar confianza y refugiarse en él si apenas lo conocía. Jacob en tanto esperó paciente, leyendo el lenguaje corporal del contrario sin esfuerzo; Gi tenía algo más que decir a pesar de su mirada esquiva y manos inquietas sobre el marco de la puerta.

AmygdalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora