49. Humanos Inhumanos.

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Jueves 26 de Octubre 2023.

3:44 AM

La madrugada avanzaba y Valentino no conseguía conciliar el sueño. «Debí quedarme en el juego», pensó más de una vez, pero no regresó; se lo prometió a Gi. Prometió no alejarse demasiado del mundo real y cuidarse, eso incluía dormir bien.

Pero no podía. No podía. Mientras más se esforzaba, más difícil era y lágrimas de frustración comenzaron a acumularse amargando su garganta.

«Ni con esto puedo cumplir ¿Hay un ser más patético en el mundo?», pensaba. Su dependencia hacia otros era especialmente cruel de llevar cada vez que daba la vuelta en la cama, y recordaba que había alguien más dependiendo de él.

Tenía una hija, alguien a quien le debía todo y, sentía, no le estaba dando nada. ¿Qué ejemplo podía ser para ella? Desmoronándose a diario, huyendo de la realidad cada vez que podía. Su consciencia lo acosaba, porque la trajo al mundo con lo que quedaba de su esperanza, justo antes de que la vida decidiera golpearlo más fuerte que nunca.

Desvariando a causa del sueño aún revivía aquel día, cuando la paciencia de su esposa estalló y exigió el divorcio. Le restregó en la cara que nunca lo quiso, que había sido usado para llegar a I-Droid... Que de no ser por el poder de sus padres, ninguna mujer se hubiera fijado en él ni lo soportaría.

Él no negó nada. Acató, como siempre, en silencio. Porque los demás valían demasiado. Él no. Porque tenían razón, él estaba equivocado. Él debía dar gracias por vivir como lo hacía, sin dar a cambio más que problemas.

Se lo enseñó mamá.

¿Cuánto más dijo Katerina? La verdad, no lo recordaba. Cada crítica le era ya conocida, al punto en que, disociando en ese mal momento, llegó a pensar que era su madre quien se lo repetía.

Cayendo dormido se vio a sí mismo cuatro años atrás. Octubre 2019. Sentado en el borde de la cama apenas procesaba que sus años de relación habían sido una mentira. Iba y venía pensando en cada hermoso momento compartido. Él o creyó; creyó todo, sin notar que estuvo amando solo. Dimensionaba cuán estúpido realmente era... También caía en negación, dudando si lo dicho por su esposa habrá sido mentira, un arrebato porque la hizo enfadar. Quizá el embarazo la estaba afectando.

La televisión, ignorada ante él por horas, de pronto lo puso al tanto de que, una vez más, la realidad era peor que sus pesadillas.

El Centro Mundial de Comercio había colapsado un par de horas atrás. Katerina no contestaba sus llamadas.

Fue Baldwin, su suegro, quien lo llamó. Destrozado, el hombre rogaba... Rogaba por la oportunidad de salvar a su única nieta.

Katerina estaba muerta, no obstante, el robot de rescate "Unidad 911CI" que la halló segundos antes del colapso de la torre, percibió que el embrión en su vientre seguía con vida... Entregó al cuerpo de la madre respiración mecánica, mantuvo su pulso con golpes eléctricos, y se selló en una cúpula para protegerla hasta que la encontraran. Fue fácil para otras unidades de rescate hallarla, gracias al localizador del robot.

Ese robot. El bendito o maldito robot con su precaria Amygdala Artificial como única unidad de procesamiento, entregó su último servicio protegiendo a un embrión dentro de un "cadáver".

Valentino apenas andaba por su casa. La casa que le había obsequiado Katerina por lástima y "para cerrarle la boca". Se hubiera aventado escalera abajo, lo pensó, pero ahí estaba Gi. Su hermana lo sostenía por el brazo, preocupada por él antes que nadie.

Baldwin, al teléfono, aún esperaba su respuesta. Necesitaba al androide de cuidado personal y el permiso del padre de la bebé en gestación para salvarla.

AmygdalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora