Gi seguía petrificado en su pupitre al fondo del auditorio, estrechando la mochila. Necesitaba tomar una decisión rápida antes de que todos los estudiantes salieran y se quedara solo con aquel maldito que le hacía guardia desde la puerta, presumiendo su destacable estatura y meses de entrenamiento en el gimnasio. El sujeto era un bloqueo imposible de ignorar, bastante popular a juzgar por las miradas coquetas que las chicas le dedicaban al pedirle su número, según sugerencia del maestro, "por ayuda para estudiar".
«No, no lo haré», el androide rechinó los dientes. Su mano sostenía el teléfono con fuerza, lo estrechaba inconscientemente. La lista de contactos abierta con sólo tres números. Baldwin; Thomas; Jacob... «¡No!», insistió cerrando los ojos con fuerza, «¡No voy a fastidiar a nadie! No soy una carga. Soy mi amo; debo cuidarme y lo haré solo».
Se llevó un sobresalto cuando la determinación tensó aún más su mano... rompiendo el teléfono. La pantalla se trizó de lado a lado dejando el aparato inutilizable. «No puede ser», lo lanzó al fondo de la mochila y salió deprisa tras un gran grupo de estudiantes. Mezclarse entre la gente era un intento muy vago por eludir la situación, lo sabía, mas era su única oportunidad.
Falló.
-¡Eh, Gi! -el hombre exclamó alto y sonriente cual viejo amigo, deslizándose fácilmente entre quienes salían hasta dar con el androide que no le dirigió la mirada. Nadie charlaba con Gi, era de esperarse que más de algún metiche volteara a ver quién lo buscaba- ¡Espérame! No tan rápido. Ven, quiero charlar contigo.
-No. No quiero -se obstinó el más bajo. Acelerado como estaba, Gi casi tropieza al dar un paso al costado tratando de evitarlo. Fue un movimiento en vano y contraproducente, el contrario sostuvo su brazo para retenerlo y llevarlo consigo disimuladamente, usando la presunta caída como excusa.
-No seas difícil -mantuvo su sonrisa hipócrita, así como el agarre firme entrelazando su brazo para mantenerlo cerca. Gi tiró, estuvo a punto de forcejear, pero-, sé tu secreto, fenómeno no binario -advirtió estampando los labios contra su oreja- ¿Quieres que se lo diga a todos o vienes conmigo?
«No...», instantánea luz púrpura hizo al androide cerrar los ojos para no ser puesto en evidencia, sin más remedio que aflojar el paso y permitir al humano guiarlo a donde quisiera. Estaba jodido, sabía que haber sucumbido a la ira y golpeado a un humano exhibiendo la luz roja en sus ojos tendría terribles consecuencias. Para su desgracia, aquel imbécil sí recordaba lo sucedido.
«Si abre la boca me enviarán a desarme, o dejarán mi CPU sin cuerpo en un estante para analizar mis fallas». Lo sabía. Debía aceptarlo, agredir a un humano era una falta imperdonable. «La defensa propia no es una excusa sino una agravante en mi caso; porque soy una IA. Porque me opuse a una petición humana llegando a la violencia».
El ruido ambiente disminuyó, no había personas alrededor. Se alejaban por el patio, entre los árboles a un costado del edificio y tras la cafetería, cuyos altos muros metálicos formaban un callejón.
«No hay nadie aquí», Gi tragó en seco. Consiguió apagar la luz en sus ojos, sólo para darse cuenta de que estaba acorralado contra el muro metálico sin más que un par de cámaras de seguridad como testigos, las que convenientemente carecían de micrófono.
Nadie escucharía nada.
-Aún no decido cómo me lo vas a pagar -encaró el sujeto sin soltar su brazo, cargado de resentimiento- Tú me provocaste ¡Tú te dejaste! -sacudió con rabia- Nos divertíamos ¿Eh? Pero aprovechaste que estaba ebrio para dejarme como un pervertido enfermo ¡Y romperme la nariz!
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Amygdala
Science FictionGi es un androide formateado. Su amo le ha ordenado desaparecer de su vida... Y ser feliz. Feliz; como una persona. Pero ¿Una IA puede ser genuinamente feliz? ¿Insistir en un imposible no es un camino directo a la infelicidad? «Imposible o no, ins...