17. Pastelito.

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«Veo que... lo que dices de los amigos es verdad», pensó Gi al salir del cubículo del baño y hallarse ante Jacob, quien lo esperaba a pocos pasos de la puerta con las manos en la espalda. Su amigo estaba ahí, con él, sin hostigarlo en busca de respuestas ni fastidiado por la interrupción en su "cita amistosa". Estaba preocupado por él.

—¿Te sientes mejor? —el humano quiso asegurarse. El androide asintió tímido, sin saber cómo reaccionar a su amabilidad— ¿Sabes...? Ah... mi amigo Jimmy es un chico tranquilo, trabaja en este restaurante los fines de semana —se atrevió a comentar con la esperanza de que escuchar un poco más del desconocido ayudara a su asustadizo amigo— La gata gorda que estaba contigo es suya; es tan cariñosa que a Jimmy le da pena dejarla sola en casa, por eso la trae aquí. Y él... no sólo trabaja como camarero, también ayuda buscando hogar a los gatitos abandonados, porque este lugar también es un refugio.

¿Se necesitaba más para comprar el corazón de Gi? No, en absoluto. El androide abrió los ojos con asombro y la mano en el corazón, «¿Cómo que abandonados? ¡¿Quién se atreve?!».

—¿La gente abandona a los gatitos? —la IA manejó la ira con un resoplido— ¿Por qué? ¡Son gatitos!

—Ay, Gi —«¿Está enojado?», le causaba ternura y gracia, mas disimuló—. Después de comer podemos ver los gatitos y... ¿Quién sabe? Quizá puedes ayudar adoptando uno.

Gi asintió insistente, con los labios fruncidos. Seguía indignado por el abandono de los animales, pasando por alto su anterior ataque de pánico y cualquier duda sobre adoptar mascotas, él necesitaba ayudar siquiera a un minino. Jacob en tanto se mordía la sonrisa, «se llevará un gato... Oh, no, querrá llevarlos todos ¡Yo también!», comenzó a temer. «Siento como si acabara de estafar a una abuelita catlover. ¿O somos dos?».

Todo está bien. Es un buen día —Gi murmuró, tomó aliento antes de salir.

Un segundo después, fuera del baño, se encontró ante el camarero de ojitos dormilones y la gatita que rondaba en sus pies. Jacob se golpeó la frente ¿Esperaron ahí todo el tiempo? Jimmy acababa de ignorar sus mensajes de texto o simplemente no los leyó. No obstante, Gi no había visto el rostro del gentil muchacho antes, supo que era él por el nombre en su solapa y la mirada de la gata que, orgullosa, aguardaba cola en alto junto a su amo.

—Ten —Jimmy le obsequió un bombón de chocolate con envoltura de celofán y, más importante, una sonrisa de pómulos abultados bajo sus ojos casi invisibles como dos ranuras—. ¿Te sientes mejor?

—Oh~ —Gi aceptó el obsequio con el rostro ardiendo en rojo—. Sí, muchas gracias. Lamento... lo que pasó.

—Si necesitan algo pueden avisarme.

Agitando su mano en alto, el camarero giró sobre sus pies con gracia y regresó a su trabajo sabiendo que sería lo mejor para Gi. Y para él. «No vuelvo a hacerte favores, Tom», suspiró aliviado porque no pasó a mayores.

La reciente reacción del chiquillo, y los confusos mensajes de Jacob pidiéndole que no se acercara, realmente lo habían asustado. «¡Ahora sí me tienes que contar el chisme completo!», esperaba el siguiente descanso para llamar a su hermano.

No quedaba gran apetito tras aquel "incidente", o eso pensó Jacob hasta regresar a su mesa y encontrar la hamburguesa que había pedido aún caliente tras su ausencia, y un buen vaso de Sprite que le regresó el azúcar. Salivó instantáneamente y comenzó a comer, Gi en tanto no igualó su voracidad.

El androide comió tranquilo, agradeciendo internamente la cálida compañía de la gata Mochi en su regazo.

—¿Qué tal? ¿Te gustó? —Jacob señaló el plato de ravioles de su amigo. Fue osado al lanzar esa pregunta, se arrepintió atajando la risa al hacer contacto con los ojos de Gi, quien miró a su alrededor y se inclinó sobre la mesa pidiendo su oído para susurrar con discreción.

AmygdalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora