León tomó una toalla del asiento trasero del auto. Cerró de un portazo, desquitándose por el dolor que se extendía en su torso. Se sentó, más bien se derrumbó llegando al suelo. Una fuerte punzada lo hizo cerrar los ojos y sostener su costado con una mano, golpeando la puerta tras él con la nuca.
—¡No te acerques! —gruñó contra el androide aunque le doliera alzar la voz.
—Calma, tienes una costilla rota, otra fisurada y daño en el diafragma —Gi insistió arrodillándose a unos centímetros.
—Me doy cuenta —jadeó. Más que una persona, realmente parecía un león herido soltando bufidos— Ni preguntes por qué estoy enojado. Te perdono ¿OK? Si así dejas de disculparte.
—Será mejor que subas al auto —su voz volvió a temblar por la culpa. Se puso de pie y extendió su mano para ayudarle—, el asiento te ayudará a mantener la postura.
—No me voy a levantar —sonrió burlón, bajando su ímpetu—. Cálmate mi enfermera personal, estoy bien ¿Crees que el apodo de "monstruo" sólo lo tengo por ser enorme, blanco y odioso? —inquirió usando una mano para secarse la cabeza con la toalla—. Pues no; crearon mi embrión en un laboratorio —soltó el aire extensamente, relajándose al hallar la postura correcta donde sus costillas dolieran menos—. Cosas buenas y malas. Mientras mis articulaciones exigen ejercicio para no osificarse, mi capacidad regenerativa es inhumanamente rápida.
—Oh... —Gi bajó la cabeza, entendiendo que su amigo era demasiado necio. Arrugó y sorbió su nariz— Si trato de subirte por la fuerza será peor ¿Cierto?
León no contestó, alzó su mano. Engañado, Gi creyó que al fin aceptaba levantarse, mas fue tirado al suelo por "el herido". Ser grande y pesado tenía sus ventajas.
—Siéntate y cállate —resopló el albino, tratando de dormitar—. Dame unos minutos... Y nos iremos.
«Nos iremos...», Gi repitió en su cabeza.
Era difícil aceptar el fracaso. Que a causa de su debilidad, el esfuerzo de quien agotaba todos sus recursos por ayudarle quedaba obsoleto. Y peor aún; acababa de lastimarlo... Por negarse a aceptar una dolorosa verdad.
La IA era, a fin de cuentas, imperfecta y emocional.
No queriendo ser una carga aún más pesada, Gi se sentó a su lado, abrazó sus rodillas y guardó silencio. Tragó el llanto y toda queja contra sí mismo, dejando al silencio y la oscuridad de la noche llenar todos los espacios.
El cielo estrellado fue especialmente bueno calmando los ánimos de ambos. Gi lo notó medio hora más tarde, tras secarse y cambiarse.
La mirada del feroz león se suavizaba bajo el manto estelar, y el frío no lo afectaba demasiado.
—Este lugar significa algo para ti ¿Verdad? —adivinó el androide volviendo a sentarse a su lado, atento a su expresión. León no movió un músculo.
—Mi padre murió aquí —musitó con la vista fija en las estrellas, como si quisiera encararlas por haber estado presentes aquel día, observando desde su grandeza, sin haber hecho nada por ellos—. Pasó una década antes de que entendiera cuán profunda llevaba esa herida, y el cruel proceso con el que me hizo más fuerte. Pero no me malentiendas; lo ganado no hace justicia a lo perdido... Una parte de mí murió con él y, creo, no la recuperaré ni en cien vidas más.
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Amygdala
Science FictionGi es un androide formateado. Su amo le ha ordenado desaparecer de su vida... Y ser feliz. Feliz; como una persona. Pero ¿Una IA puede ser genuinamente feliz? ¿Insistir en un imposible no es un camino directo a la infelicidad? «Imposible o no, ins...