51. Intimidad Nivel 3. (+18)

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"Mmmh~". La constante "queja adormilada" de Gi sonaba como el ronroneo de un gato mimado. Lo era, dejándose caer de espaldas con el cuerpo flojo, los ojos cerrados y una sonrisa orgullosa de mejillas infladas. Jacob reía de su descaro ¿Pretendía que él se encargara de todo? «Bueno, yo ofrecí mimarte», debía reconocer. La idea tampoco le era un fastidio, en absoluto.

Tendió a Gi con las manos arriba y los pies en el suelo, pues el androide seguía al borde de la cama. El "humano mimador" se sentó a un costado, dándose a la tarea de quitarle el suéter. Tiró hacia arriba, mas dejó las manos de su víctima entrampadas en la prenda por sobre su cabeza; atacó su vientre con besos ruidosos que largaron a Gi a reír.

Ni aún así abrió los ojos, tampoco dejó su lugar.

—¡Vuelta! —anunció Jacob empujando para hacerlo rodar, tendiéndolo boca abajo. La espalda blanquecina y expuesta lo tentaba, comenzó a repartir besos incluso antes de soltar y apartar el brasier—. Me encanta besar tu espalda ¿Quieres un masaje?

—Mmmh~ —con el rostro hundido entre sus propios hombros, Gi dejaba las decisiones en sus manos.

—¡Oh! ¡Cuánta masita! —rió deslizando palmas y pulgares de arriba a abajo, alrededor de su columna. Se sentó sobre su retaguardia para mayor comodidad—. Pondré una tienda de bollitos. Eres tan suave.

—Aquí —Gi frunció los labios para señalar su hombro.

Obediente, su humano presionó firme ambos hombros, una y otra vez, desplazando sus pulgares hacia la nuca. Gi soltó un quejido placentero, sus músculos lo agradecían en sobremanera tras las recientes horas de estrés.

La tensión muscular regresó, y el quejido ascendió a un gemido que abrió su boca cuando Jacob lo aplastó con el torso y mordió su cuello sin soltarlo.

Mordió suave, jugando con su lengua sobre la piel que, sabía era súmamente sensible al tacto.

Gi no habló, su expresión y cola alzada lo dijeron en su nombre; la punzada que iba y venía contra su trasero lo extasiaba, haciéndole hundir el rostro en el futón tan sólo imaginando ir más allá.

Jacob volvió a erguirse, posó ambas palmas entre los omóplatos y, de golpe, cargó el peso de su torso. Lo repitió descendiendo por su columna. Le sacó el aire del pecho, uno que otro gemido, y más de una vértebra crujió. Un "crujido" extraño, no resonaba en un esqueleto poroso sino hueco y metálico. Pero todo estaba bien, él sabía lo que hacía.

—¿Te conté que estudié para ser quiropráctico? —presumió presionando las últimas vértebras, justo por sobre la cadera de Gi— Reprobé los teóricos, como siempre, pero aprendí a dar masajes.

—¿Así? —la indignación del androide fue instantánea.

—¡No! No, amor —Jacob lo entendió y soltó una risotada—. Me refiero al masaje en la espalda, no a "esto" —aclaró estrechando sus nalgas para dejarle un último empujón—. Este es un detalle íntimo, sólo para nosotros.

Gi lo miró de reojo por sobre su hombro, aún receloso y demasiado flojo para levantarse, aunque su chico bajó de la cama. La bañera debía estar lista, «Agh, ya me levanto», bostezó estirando los brazos con la cara hundida contra la cama, cuando sintió que Jacob le bajó los pantalones y la ropa interior de un tirón.

No alcanzó a erguir la cabeza; su blanca retaguardia fue nalgueada, estrujada y mordida en un parpadeo.

—¡¿Pero qué?! —Gi chilló mañoso entre risas, alzándose sobre los codos para ver hacia atrás— ¡Jaco~b!

—Lo siento —¿De verdad? Descarado estrujó y mordió la otra nalga de su novio.

—¡Ya~!

El humano podía verlo en el rosa brillante que pintó los ojos y mejillas de su androide; aquel ataque inesperado le encantó. Gi volteó "para defenderse", olvidando por un momento que el brasier estaba suelto, su pantalón le atajaba las piernas a la altura de la rodilla y, aún exaltado por el reciente estímulo, sus manos se trabaron miserablemente dentro del suéter.

AmygdalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora