33. Virus invasivo.

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—¡Woaaah! ¡¿Eres tú?! ¡Creí que era un personaje desbloqueado o algo así!

Asombro fue la honesta reacción de Jacob al aparecer la caricatura de Gi, saludando desde la Catfetería en la pantalla de su PSP. Se trataba de un personaje infantil y regordete con ojos de puntito, cola, patas y orejas de gato asomándose en su melena negra, disfrazado de panadero.

—Soy yo —admitió el androide tentado a reír.

Compartían la cama en la que tanto había llorado los últimos días, arrimándose de pies a cabeza y por debajo de su brazo "para mirar la pantalla", según él. Una vil mentira, porque con su consciencia parcialmente presente dentro del juego no necesitaba abrir los ojos siquiera, sólo buscaba recibir más del agradable calor humano, que su cercanía le concediera seguridad e ignorar la tormenta que azotaba el edificio.

Jacob no se hizo de rogar, aunque comenzaba a sentir calor y lo ponía nervioso que Gi entrelazara la pierna sobre las suyas. Era prisionero de un androide posesivo y mimado que ignoraba su propio lenguaje corporal.

—Debe sonar extraño para ti pero, desde mi percepción como IA, los mundos virtuales se sienten reales. En este momento existo en dos lugares a la vez —Explicó Gi cerrando los ojos. Compartir la cama con su humano favorito y al mismo tiempo visitar la Catfetería era un lujo soñado.

—Es increíble —Jacob reía sin tocar un sólo botón de la consola, viendo al Gi virtual tachar los niveles del juego con sus garras de gato, dejando huellas en cada número y abriendo cajas de recompensas a arañazos, como si los hubiera pasado— ¡Te los estás saltando!

—Esos ya los pasé, quiero que veas el 203.

—¿La orden de 300 cupcakes? ¡Con límite de tiempo! Es demencial, no puedo...

—Podemos. Juntos podemos ¡Por favor! Yo sólo no lo he conseguido —rió, su personaje arrastrando al gato virtual de Jacob al interior de la cocina y llevando consigo la orden del cliente.

—Quieres la medalla de Catpuchino —supuso.

—No. Estoy molesto con él —habló serio. El Gi virtual erizó su cola y cerró la cortina de la cocina para no ver al dichoso NPC. Su rivalidad con el protagonista del juego sacó una carcajada a Jacob—. La semana pasada me hizo fallar tres veces la ruleta de bonificaciones ¡Me sacó de su cafetería y tuve que crear una propia para pasar los niveles desde cero! Está celoso porque yo puedo hacer pasteles de verdad y él no.

—Oh, no ¿Catpuchino quiere el monopolio pastelero de FelixCity? —«¿Cómo es que algo así me asusta? Sólo es un gato repostero con crema en la cabeza», dudó comenzando a verlo como un juego de terror.

—Ahora somos competencia ¡Es guerra, gato asqueroso! Te salió mal, porque mi cafetería será mejor que la tuya ¡Conozco bien el negocio! —sentenció Gi, su personaje ajustando las orejas fuera de su sombrero de chef... Y Jacob comenzando a preocuparse por la seriedad que había alcanzado su "dulce jueguito"—. Atento, Jacob, va a comenzar; tú bates la mezcla, yo merengue y crema hasta que la primera tanda esté en el horno. Tres... Dos...

—¡Espera, espera!

—¡Uno~! ¡Vamos~!

¿Tom creía que sus juegos eran difíciles? No tenía idea del infierno en el que se había convertido la dulce Catfetería, con una orden a cumplir a velocidad psicótica y un gato virtual "poseído" tratando de sabotear su trabajo. Gi podía ser dulce y pacífico con los humanos, hasta donde su sistema soportaba, claro, pero ante otras IA era diferente.

Catpuchino no era más que un NPC, su existencia se limitaba al programa para el que fue creado, por lo que al descubrir a un personaje virtual intervenir en su juego y apoderarse de "su mundo", lo tomó como un virus y él mismo comenzó a fallar buscando su expulsión...

AmygdalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora