6.Rutina diaria

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El eunuco de nombre Sümbulag caminaba por los pasillos, llevando en sus manos el té que su sultana Hürrem había pedido.

— ¿Entendido?— escuchó a lo lejos y aproximó a esconderse.

— Sí, sultana Hatice— musitó una joven que tenía una daga en sus manos,

El hombre tapó su boca con impresión y dio pasos apresurados para marcharse.

Sin contar que la charola caería a el suelo, preocupándolo más.

— — — — ꨄ — — — —

— ¡Sultana, sultana!— habló Sümbulag entrando a los aposentos.

La pelirroja lo miró con duda.

— ¿Sümbul, como entras así?— pregunto, — discúlpeme sultana, pero escuché a la sultana Hatice hablando con una criada, ella tenía.. — pensó un momento, — ¿que tenía?— musitó la haseki, — tenía una daga, sultana— eso impresionó a Hurrem, quien quedó estática en su lugar.

— Haz que cuiden bien a los príncipes, vigila a la sultana Hatice, nuestro objetivo ya no es Nurgul, ahora es ella, ¿entendido?— el asintió y la dama hizo una seña para que se marchase.

. . .

la noche cubría totalmente Estambul.

Por orden de el propio sultán, Nurgul ahora tenía criadas más hábiles y fuertes en sus aposentos, cuidando día y noche, claramente por turnos.

Recostó a su pequeño hijo y acarició su vientre.

Debía ser más cuidadosa si quería sobrevivir y
darle Manisa a Mustafa nuevamente.

se recostó por un momento antes de abrir un libro y entretenerse un rato.

al rededor de casi una hora sintió una pesadez
en sus ojos, preparándose para dormir,
cerró el libro y lo dejó en la pequeña mesa donde había una jarra y florero.

se acomodó con lentitud y cerró sus ojos.

. . .

Era una mañana soleada para Mihrimah, quien durmió los rayos de sol impactar en su rostro y mechones de su cabello alborotados.

Abrió los ojos con molestia y se levantó con lentitud.

Agradecía que Rüstem estuviera con su amante,
solo así podría dormir a solas como ya acostumbraba, y lo hacía plácidamente.

Un dolor en su cuello se hizo presente, por lo que
no dudó en llamar a su criada de confianza.

— ¡Nazlî, Nazlî!— gritó mientras intentaba masajear su cuello con dolor.

— Dígame sultana — se aproximó a llegar la
odalisca, — trae un aceite para mi cuello y pídele a Neylan que me dé un masaje en el cuello con el,
me duele— añadio y la mujer asintió mientras
hacia una reverencia y se marchaba.

Hannah, una nueva criada aprendiz obsequiada por su madre cuando se casó, (digamos hace cuatro años).

La odalisca tenía un vestido color café cremoso para darle a su sultana, quien aceptó gustosa.

Nazlî entró con el aceite y lo aplicó en el cuello y hombro de la sultana.

A los pocos minutos de terminar su masaje, se aproximó a vestirse y arreglarse, luciendo hermosa como le era costumbre.

Colocó una pequeña corona sobre su cabeza y
salió de sus aposentos.

En el camino, miró a un hombre peculiar,
nunca antes lo había visto..

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