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Nurgul, una mujer fértil sin perder su esplendor un año después de el nacimiento de Mihrimah sultán dio a luz a su hijo más apuesto con registro, príncipe Abdullah. Y este, con relucientes once años causaba revuelo en las niñas de diez y doce años las cuales eran escogidas incluso más pequeñas para servir a el harem. Una figura diva de su padre.
Pasando a otros momentos y tras breve descripción física, el entorno se gira hacia los aposentos de el sultán, donde la gran familia cenaba, todos compartiendo esa mezcla de alegría y buen humor. Mihrimah, permaneció callada y sonreía de vez en cuando, fijando su punto en el escarabajo que había encontrado y como este fue disecado para más tarde dejar sus huellas en una piedra.
Nurgul fijo en un punto a su hija y le dio una dulce mirada como indicio a que probase la exquisita comida y los manjares preparados solo para ellos.
La novedad entre la familia sería como el sultán partiría a una guerra por conquista, y como aquello beneficiaba en grande a el imperio si se lograba ejecutar como se debía, fue explícita la noticia y se esparció como pólvora entre de padres a hijos, pero sin duda recibió las gratitudes más generosas.
Abdullah, pensativo en la jovencita de cabellos castaños y rojizos a la vez, ojos hipnotizantes y color avellana, una sonrisa amplia y pura que le había sonreído en el jardín y para el fue un momento mágico, a el igual de que uno de los más importantes que sería en toda su vida.
Nurgul, con relucientes vientre de seis meses miró con ternura a sus demás hijos, esperando por la gracia de Allah que ellos no corrieran el mismo destino que su demás familia en años no muy prósperos, donde incluso sabían recibido amenazas en vano hacia ellos por parte de los persas.
Suspiro al pensarlo y fijo su mirada en la vela, recordando el fuego y la asquerosidad que presenció al ver una familia entera deshacerse en cuestión de días por las flamas incesantes y provocadas con un solo propósito de reencontrarse con los difuntos.
Su esposo la miró y esta le sonrió levemente cuando sintió la mirada inmediata, miró a sus hijos y los platos yacían vacíos haciéndole par las copas.
Relamió sus labios y observó detalladamente a todos los que alguna vez fueron bebés y ahora eran niños o adolescentes, dio una leve sonrisa antes de anunciar:
— Es hora de que cada uno vaya a sus aposentos, la luna ha salido y las estrellas se encuentran en mayor esplendor, Mihrimah y Abdullah dormirán conmigo
Todos asintieron, Mihrimah se levantó impaciente para ir a dormir, el cansancio la cal comía desde que su plato quedó a medias, esperó la autorización de su madre para levantarse y la voz de su padre para retirarse.
— Madre, yo también quiero mis propios aposentos, ¿acaso todavía soy un bebé que alimentas cada tres horas?, incluso deberías considerar que yo también quiero un harem
Abdullah se veía decidido, todos rieron y el parecía enfadado a tal lo que el podía considerar, una ofensa.
Aún así, después de la autorización y voz todos partieron y dejaron los cojines vacíos.
Mihrimah y Abdullah al ir en la misma dirección compartían miradas y pláticas pasando atentos por aghas, eunucos y criadas que iban sonrientes en camino a el harem, cuando Mihrimah, aburrida por el tenso ambiente miró a su hermano quien lucía perdido en sus propios pensamientos.
— Te gusta la señorita...
Pauso pensativa, el la miró de mala forma y terminó la oración pro ella con rapidez.
— Cecilia, es hermosa
lo último lo murmuró en un tono casi inaudible, pero para los atentos oídos de su hermana fue fácil poder escucharlo y no evitar sonreír con malicia.
— Te puedo ayudar a que duermas con ella esta noche, en tus propios aposentos — Abdullah detuvo su paso con sorpresa, se sentía devoto hacia Cecilia, pero no espero tal respuesta que hizo que sus mejillas se ruborizaran, — No, no para lo que crees, si lo deseas puedo estar presente pero en la habitación donde guardan tus cosas y madre no sospechará nada, no puede hacerlo, tienes once. Es estúpido
— ¿Que quieres a cambio?— conocía las mañas de su hermana, mirando con algo de temor como esta sonreía aún más macabra y frotando sus manos con el toque de burla añadida, — Quiero que me traigas otro escarabajo, vivo o muerto— pidió cambiando su tono a uno amable, — ¿Que?, ya tienes uno, ¡pídeme algo bueno!— su tono era uno con intento de orgullo y prestigio, Mihrimah rodó los ojos y negó, — tu decides — dijo y volvió a caminar con una sonrisa.
— 🪲♟️ —
Abdullah jugaba aburrido ajedrez esperando lo que su hermana ofreció, la noche era tan tensa que todos dormían plácidamente, parpadeo un par de veces esperando no caer en brazos de el sueño, escuchó las puertas abrirse y se giró de forma inmediata, levantándose con agilidad.
Miró a su hermana de cabellos rubios casi blancos y como esta tenía sus manos detrás en su espalda, esbozaba una sonrisa radiante, la miró aburrido y alzó una ceja esperando a la joven que habían negociado.
Se movió hacia un lado entendiendo el rostro de su hermano y cambiando el suyo a uno de comprensión, la jovencita con una túnica blanca y cabellos lisos y sueltos miró a el príncipe y sonrió tímidamente, mientras sus delgados labios se movían en busca de alguna palabra.
— Príncipe, ¿solicitó mi presencia?
El asintió, y sin darse cuenta, había pasado la noche con ella de una forma no mal interpretada, que a simple vista pudo ser tomada como algo íntimo, pero era todo lo contrario, risas escapaban de los aposentos, algunos libros regados y la mesa de ajedrez con sus peones, alfiles y caballos en cada tabla respectiva a un color opuesto o asignado, y por la mañana, las cortinas fueron abiertas, pese a esto la muchacha no se levantó, y por el contrario, lo hizo el príncipe, el cual se llevó una sorpresa.
— Madre..¡puedo explicarlo!
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Cecilia y Abdullah son todo lo bueno de este mundo, chamacos dulces😭
