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Mihrimah estaba aturdida. Habían demasiadas emociones para ella, las cuales, le eran incontrolables.
Su aborto, le dolió. Demasiado, no recordaba cuánto tiempo lloro la noche que se enteró, pero debía mantenerse firme por sus hermanos, o eso le dijo su madre.
Creía ciegamente en ella, sabía que eso no estaba bien, pero era su madre, desgraciadamente, su única amiga en el palacio. No contaba con nadie más que no quisiera poder o acercarse a su padre.
Sabía que no lograría controlar la furia de su amado padre. Le quitarían a Selim Manisa, lo presentía.
Tenía miedo, sabría que sería una guerra peor.
Lo único bueno era su hija y el divorcio que tendría pronto, cuando deseará anunciarlo.
Solto un suspiro cansado y se levantó, ya era de mañana, tenía que arreglarse. El sultán la había mandado a llamar .
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— Sultán, sultanas, príncipes— se reverenció la dama de cabellos castaños.
Hurrem de cabellos rojizos la miró, antes de formar una mueca y mirar a el padisah Suleyman.
— Anoche, y algunas semanas antes, cometieron la falta de respeto que pelear enfrente mío, de intentar usurpar el trono a mis espaldas, Selim— el pelirrojo lo miro, — tu provincia ahora será Amasya, Mustafa — el hombre de cabellos castaños lo miro, — tu nueva provincia, será Manisa, bayazid, — el recién nombrado lo observo con intriga, — Te quedarás en tu provincia, no quiero a ningún príncipe en mi palacio. ¿Entendido?, mañana por la mañana se irán a las provincias asignadas, sin poder impedirlo, o de lo contrario mi furia aumentará — Hurrem lo miró con súplica.
Nurbanu lo miró aterrado .
Ya habían perdido lo más importante, mientras otros habían ganado lo más importante.
