𝐌𝐘 𝐇𝐔𝐒𝐁𝐀𝐍𝐃•ᵐᵘˢᵗᵃᶠᵃ ᵃⁿᵈ ⁿᵘʳᵍᵘˡ

56-más años y simplemente Mustafa..

Dos años habían transcurrido, mientras tanto, Nurgul intentaba conciliar el sueño en sus tormentosos y vacíos aposentos, donde la oscuridad y el silencio eran el mayor fuerte, su cabello lacio y suelto la hizo.

— Majestad, el sultán — entró apresurada una mujer, era Vanessa, con su ropa de cama y una trenza casi deshecha, — ¿Qué sucede?— preguntó frotando su ojo izquierdo, — el sultán, mi señora

Hubo un silencio, ambas supieron lo que significaba aquel momento, y la siguiente escena, era una Nurgül desesperada que conforme avanzaba, parecía querer estallar, conteniendo los sollozos, la tristeza, ¿que sería de ella ahora?.

Pero si entrar, sentía que moriría a su lado, quizá eso quería hacer, caer en una cama profunda.

— Oh, cariño— murmuro, intento moverlo un poco, que el supiese que se encontraba a su lado, pero el no se movía, su cuerpo seguía caliente, aún no comenzaba a notarse el hecho de que corazón había dejado de latir.

— ¡Mustafa!— grito desesperada, ahogándose en su propia soledad en sus aposentos, llevó su mano a su boca, intentando no gritar más, su mano desocupada, se centraba en intentar tomar la de su marido.

El primer sollozo estalló, dejó en claro el dolor que sintió, — Cariño— con un hilo de voz intento hablar nuevamente, pero fue algo tan débil que a duras penas podía escucharlo ella misma, retiró su mano de su boca, y las apoyó en la cama.

Su nariz se volvía rojiza de la punta, y sus ojos pronto se tornarían de el mismo color.

Ella solo busco la esperanza, el momento, de que el hablara, ilusionada, espero muchos años más, el se lo prometio.

— Dijiste que tomaríamos el té por las mañanas, mientras nuestros nietos corrían y jugaban con espadas— reprochó.

Cuando pudo calmarse, las lagrimas brotaban, y a ella no le importaba, solo verlo ahí, saber que pronto sería un cuerpo enterrado en una mezquita, o cualquier otra cosa.

— Fuiste lo mejor para mi, esposo— alzó un poco más la voz, creía que el la escucharía, en algún lugar de el mundo, en algún rincón de la habitación.

Negó en repetidas ocasiones, sintiéndose tonta al hablar sola, quería creer que todo había sido pea mejor, pero no, no era cierto.

Si algún día los tuvo a todos y todo, ahora lo había perdido, Ahmed, Hassan, Orhan...y ahora, Mustafa.

No podía permitirse perder a sus últimos tres hijos.

— Te daré un funeral digno, y nuestros nietos te recordarán como lo que fuiste, un gran hombre— aquel comentario, sería uno de sus mayores propósitos.

Y su último acto de amor, fue construirle una mezquita, con su propio sueldo y el nuevo que tendría, el oro nunca fue un problema, pero la que construyó, fue simplemente costosa.

— El príncipe Abdullah debe subir a el trono antes de que alguien más lo intente reclamar— exigió Nurgul, detrás de la gran cortina donde se ocultaba su bello rostro, — ¿Quien podría usurpar su trono, madre sultana?— el título le dio escalofríos, pero pensó detalladamente, — El príncipe Selim— especuló.

— Asesinaremos a el príncipe Selim antes de que se entere sobre el trono y su nueva libertad, Abdullah es un niño aún, y yo, una mujer— los hombres detrás de el gran velo asintieron entre ellos, de acuerdo con lo que se tomaba libertad de decir.

— El príncipe Abdullah se casará con la señorita Cecilia, para que nuestros enemigos sepan el hecho de que el ahora es el sultán con una consorte