51- ya no es Lucrecia, es Sanem

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Por la mañana, la de cabellos espesos se levantó aturdida, el sol impactó en su blanco y delicado rostro, gruñó ante esto.

Se levantó con cuidado, terminando de acomodar su ropa de cama, mirando a su príncipe, lo cual la hizo reír suavemente.

Emprendió paso hacia el balcón, donde la brisa hizo que sus cabellos se movieran, cerró los ojos antes de sentir un par de manos recorrer sus caderas, sonrió.

— Lo he pensado múltiples veces, ¿cuando iremos de caza?, con tu familia, tus hermanos— se acurruco en el pecho de el joven, — eso he estado pensando, madre antes de irse me dio esa idea. Será pronto, incluso el sultán irá — parecía un poco emocionado.

— Ojalá, aún así, extraño a la princesa Mihrimah, es muy dulce, y las ocurrencias de el príncipe Abdullah, son la única familia que queda además de tus padres, Ahmed— murmuro, — Son nuestra familia, al igual, le pediré a la señorita Belek que prepare tu mejor vestido, visitaremos el palacio topkaki— eso la emociono, casi saltando de alegría.

Ahmed acarició los cabellos rizados de su mujer, los cabellos con un tono igual a el chocolate, y cálices de peinar, amaba su cabello espeso.

— Está bien, entonces me prepararé, no quiero perder tiempo— el asintió, observando por última vez en la mañana a su única favorita retirarse de sus aposentos animada.

El precioso vestido rosa que llevaba era símbolo de su juventud, con su cabello tan largo, una melena que se admiraba, y sus profundos ojos azules intensos, Lucrecia emprendió paso fuera de el carruaje, sin embargo, su sonrisa se borró al ver una ...

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El precioso vestido rosa que llevaba era símbolo de su juventud, con su cabello tan largo, una melena que se admiraba, y sus profundos ojos azules intensos, Lucrecia emprendió paso fuera de el carruaje, sin embargo, su sonrisa se borró al ver una mezquita frente suyo y no el gigantesco palacio donde alguna vez vivió.

— ¿Donde esta el príncipe, Layla?— preguntó, — No lo sé hatun, quizá esté por aquí, sígame— fingió demencia y comenzó a caminar.

A pasos lentos, llegaron hasta donde se encontraba un hombre, ella lo reconoció a el instante, era Ahmed, ahí estaba, de espaldas con un buen traje, y casi asomándose a través de algo parecido a una reja fina.

— ¿Cariño?— pregunto, a medida que se acercaba el volteaba a verla, con una reluciente sonrisa, le transmitió seguridad, — ¿Que es esto?, ¿por qué no estamos en el palacio?— se acomodó a su lado, el sonido de alguien caminar hizo que se girara para poder observar mejor.

Un hombre regordete y lleno de canas por todo su cabello, murmuro algo que ella no entendió.

— Está, es nuestra boda, Sanem, desde ahora eres una essiz— ella negó, — ¿Sanem?— no pareció muy convencida, — tu nombre ahora es Sanem

— Esto no está permitido
— Pero tú me perteneces

Intento parecer totalmente convencida de limitó a asentir y sonreír.


Así que pronto, la noticia se esparciría como pólvora por todo el imperio, hasta llegar a oídos de la familia real, que no lo tomarían muy bien.

Nurgul solicitó la presencia de su hijo cuanto antes, y cuando lo tuvo frente a frente, no evitó regalarlo y casi castigarlo.

— ¡Tu padre esta pudriéndose en una cama, y tú desposas a una mujer!— el negó, — no sabía que padre se encontraba tan mal— explicó, — Aún ese fuese el motivo, nada pudo haber hecho que cuestionaras la palabra de el sultán, aún cuando el transmitió toda su confianza hacia ti, ¿te atreves a decepcionarlo?— grito nuevamente, — Soy el futuro sultán, madre. A padre ni a nadie le gustaría que me trataras así — abrió los ojos sorprendida.

— No tienes las cualidades para ser un sultán
— Tú tampoco, no tienes una verga

— Si yo tuviese una, te hubiese...— no terminó de hablar, — ¿Ejecutado?, lo estoy esperando, padre— inquirió burlón, — Se supone que te comportarías, ¡ese no es modo de hablarle a tú madre!

Seguía transcurriendo una pelea más subida de tono que lo normal.

— Es como un desafío— murmuro, cuando la essiz, compulsiva mente, alzó el mentón de el joven, lo apretó molesta, — ¡Tú eres el puto desafío, Ahmed!, ¡lo eres!— grito, cernió su fuerza hacia su primer vástago, y vaya que logró dejarlo casi estupefacto, no era normal en ella, pero no se retractaría de haberse casado con Sanem.

Hubo segundos de silencio, donde ambos permanecieron en silencio, pero fue algo difícil para ambos, mientras más tiempo pasaban sin intercambiar palabras, más apretaba su mentón, quizá eso dejaría una marca en el. ¿Pero que importaba a la sultana?, no podría ir por ahí, dándole rienda suelta a su hijo como si nada.

— Esto es todo, me largo— dijo cuando ella lo soltó, ambos eran orgullosos, no lo negarían, pero quizá se debían una disculpa.

Si su padre hubiese estado ahí, probablemente le hubiese ido peor.

𝐌𝐘 𝐇𝐔𝐒𝐁𝐀𝐍𝐃•ᵐᵘˢᵗᵃᶠᵃ ᵃⁿᵈ ⁿᵘʳᵍᵘˡDonde viven las historias. Descúbrelo ahora