60- el fuego muere, la arena lo apaga

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Hurrem chillo, sintiendo la pérdida de un ser más recaer en ella, llena de dolor miró a su oponente, quien se encontraba enfrente suyo, ella cayó de rodillas, suplicando el dolor.

— Fuego y sangre será tu castigo zorra — exclamó, cuando Vanessa, su criada, le paso la antorcha, tembló por unos segundos, no podía sentir que otra forma de morir sería más dolorosa que ser quemada.

— Es muy tu pasión quemar gente, ¿no es así?, primero mi hija, luego la criada, y querías quemar el cuerpo de el monstruo que llevaba la prostituta de tu hijo — reprochó, antes de recibir una patada por la propia Nurgul, quien con una mirada sombría, no le tembló la mano para acercar lentamente el fuego hacia el rostro de la señora.

Hurrem cerró los ojos, aceptando su destino, no había forma más humillante de morir que esa, pero no lo admitiría.

— No — pareció retractarse, ella río levemente, ambas mujeres se estaban volviendo locas de remate, locas de dolor, locas de ver tantas veces la muerte cernir sobre su familia, locas de estar tan solas.

— Ahmed, Hassan, Orhan...¿cuantos más, Hurrem?— preguntó, adolorida, — Selim debió de haber reclamado su derecho— murmuró, — ¿Derecho?, supongo que sería. ¿Qué?, el noveno de la fila, mis hijos eran mucho más importantes que ellos, mis dulces niños...—recordó, — dulces eran y muertos están, por tu culpa— afirmó, — ¿Mi culpa?, me vengue de Mahidevran de esta forma, su linaje se extinguirá, y cualquiera de mis nietos deberá subir a el trono— Nurgul sonrió, — ¿Cuales nietos?, ¿los que están siendo ejecutados?— cuestionó gélida, Hurrem palideció, Nurgul podía jurar que su carne perdía el color de la sorpresa.

— Vanessa, haz que se la lleven, que la quemen viva junto a el mar, empiecen por ese cabello que es de fuego, o eso dice ella— se burló, hostilmente fue tomada cuando Vanessa, la criada de Nurgul, le hizo una seña a los aghas.

forcejeo y protestó, fue inútil, los hombres sabían de que lado estaban.

Nurgul por fin, después de años, miró todo con claridad, sintió el alivio inundarse en su pecho, gelida la miró una última vez más, sería la última vez, y estaba agradecida de eso.

Sintió que su poder por fin fue útil, por fin fue una mujer imponente contra la que la consideró un gusano inútil, pero ella logró demostrar lo contrario.


















Las vestimentas de Hurrem estaban algo rasgadas, algo manchadas por el lodo de la lluvia anterior, si hubo brisa ahora había un sol imponente, azotando en el rostro de la pelirroja, la cual soltó un grito como súplica.

Una gran fogata, donde a el lado, descansaba la cabeza de su hijo Selim, con los ojos bien abiertos, y casi podridos. Hurrem sintió que enloquecería, rogó por que la asesinaran rápido.

Sin embargo, la dejaron agonizando en dolor y ahogándose en su propia sangre cuando le cortaron la lengua y azotaron un látigo en su espalda, le prendieron fuego, aún que ella no pudo gritar, el dolor era visible, y la escena fue suficiente

Y así fue como terminó muriendo la madre de el príncipe Selim, el príncipe usurpador, solo para que un año más tarde, se lamentara otra muerte.

Mihrimah sultán, la bella jovencita de quince años, murió dando a luz a su primer vástago, el cual, nació muerto, y moriría de dolor con ella.

Nurgul, por otro lado, lamento mucho la muerte de su hija, sin embargo, ya no podía llorar, no quedaban tantas lágrimas.

Ver a su nieto muerto y a su última hija, la hizo enloquecer, sembrando la culpa, la cual la atormentó hasta sus últimos días, donde según historiadores, ella tendría una variante a cancer de estómago.


















— Madre, te pondrás bien — aseguró Abdullah, acercó a una pequeñita de unos meses, con el cabello tan oscuro como el carbón, y la piel tan blanca como la nieve, además de preciosos ojos esmeralda.

— Ella es Mara, tú nieta, Ozlem esta en la espera de otro más— anuncio, la anciana sonrió levemente, la ahora mujer, deslizó desde su cuello hasta su vientre, con una gran sonrisa, — Mami, no te vayas— rogó el sultán, se veía triste, la niña balbuceó, pero Nurgul ya se sentía anciana.

— ¡Oh!, mis dulces niños me esperan, hijo mío, ¡cuida mucho de tu hermana por mi!— pidió, se refería a Kosem, pero ella ya tenía una docena de hijos y una vida asegurada, en ese momento, las cartas eran casi nulas, Abdullah se dio por vencido y dejó de escribir.

— Mihrimah es dulce, Hassan es precioso, Ahmed es alegre, y Orhan, pequeño bebé...cuanto lo extraño— confesó.

Abdullah bajo la cabeza lentamente, dándose por vencido, sujetó la mano de su señora madre por unos minutos, hasta que ella aseguró dormir unos momentos, pero simplemente, no despertó.

𝐌𝐘 𝐇𝐔𝐒𝐁𝐀𝐍𝐃•ᵐᵘˢᵗᵃᶠᵃ ᵃⁿᵈ ⁿᵘʳᵍᵘˡDonde viven las historias. Descúbrelo ahora