21. Familia

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La noticia había llegado a oídos de todos, "el príncipe Mustafa le obsequió un cuarto privado a la sultana Nurgul con estatuas católicas, que antes pertenecían a el sultán Suleyman en su conquista

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La noticia había llegado a oídos de todos, "el príncipe Mustafa le obsequió un cuarto privado a la sultana Nurgul con estatuas católicas, que antes pertenecían a el sultán Suleyman en su conquista. Este mismo accedió ante la petición de el joven"

Mahidevran estaba feliz. Nurgul vivía lo que ella no, y quería que viviese lo que ella no pudo. Que la vida le sonriera en grande y fuera feliz.

Ahora, la sultana cuidaba a la pequeña Kosem, su única nieta.

Estaba fascinada con la niña. Tenía facciones suyas pero algunas parecidas a las de Nurgul, y la alegría de Mustafa. Mahidevran bien sabía, Mustafa era igual de energético de pequeño.

La niña no tenía sueño, a el contrario. Reía en todo momento y jugaba con sus manos.

Mahidevran le dio su meñique, a el cual intentó morder, pero aún no tenía dientes de por medio, por lo que en realidad no dolía y no era algo urgente.

— Kosem, ya es hora de dormir — murmuró la castaña, pero la niña hizo una mueca y siguió jugando con sus manos.

Mahidevran ya no acostumbraba a cuidar niños tan seguido. Pero eran sus nietos, y los amaba.


De repente, un mareo surgió. Mientras su cuerpo se tambaleaba lentamente.

Vanessa y Zinerva se miraron entre sí, acercándose para ayudar a la sultana.

— ¿Se encuentra bien, mi sultana?— preguntó, la mujer asintió, — Zinerva, cuida a Kösem. Vanessa, trae a la médica, necesito que me examine — murmuro mientras cerraba los ojos con pesadez.

Entregó a la niña quien en pocos segundos comenzó a llorar. Con sus pequeños dedos se aferraba a la tela de el vestido de Zinerva, mientras esta le daba su mequiñe, el cual aceptó gustosa antes de dejar de llorar.

 Con sus pequeños dedos se aferraba a la tela de el vestido de Zinerva, mientras esta le daba su mequiñe, el cual aceptó gustosa antes de dejar de llorar

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— Nurgul — habló Mahidevran.

La joven francesa la miró.

— ¿Si, sultana?— preguntó, — Quiero volver a Topkaki. Tengo asuntos pendientes — murmuró, — ¿Sultana?, pero todo está resuelto. ¿Ya le pidió autorización a el príncipe Mustafa y el sultán?— la dama de cabellos negros asintió, — Sí, lo han aceptado. Partiré pasado mañana. Solo quería avisarte. Tendrás que ser fuerte en mi ausencia —

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