Capítulo 46: El Torneo de los Tres Magos

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—… Y bien, ¿cómo vas con eso, Ragnuk? ¿Ha habido algún resultado positivo?_le preguntó Harrison al rey de la nación duende, procediendo a beber un poco de su taza de café

Beber ese café, que en palabras de Ragnuk era el mejor del mundo, hizo más amena la plática que había comenzado con su amigo Ragnuk desde hace un par de horas.

—Hasta el momento no, Harry. El duende encargado del área de investigaciones en Gringotts, Dranouk, continúa trabajando arduamente en poder encontrar una solución a ese pacto de sangre…_ explicó el rey de la nación duende al joven Peverell, recibiendo un asentimiento de parte de este último

—Ese duende, Dranouk, ¿es un usuario de “Magia Divina”, no es así?_le preguntó el joven Mago Elemental, viendo que su amigo asentía a su pregunta

—Por ese motivo escogí a Dranouk para este trabajo. Quizá él, al ser un usuario de “Magia Divina”, tenga más oportunidades de romper ese pacto de sangre_ comentó Ragnuk, luciendo bastante pensativo

—No pensé que en Gringotts trabajara un usuario de “Magia Divina”. Debe de ser alguien muy poderoso…_ expresó el joven Peverell, imaginándose lo poderoso y habilidoso que sería el duende Dranouk

Los duendes, ciertamente, eran poderosos y misteriosos por naturaleza. Ahora bien, ¿un duende poseedor de “Magia Divina”? Fácilmente, debía de ser unos de los seres mágicos más poderosos de Gran Bretaña.

—Nadie, externo a la nación duende, sabe acerca de la existencia de Dranouk. Inclusive, me atrevería a decir que, entre los mismos duendes, es un mito. Muy pocos los conocen_ explicó Ragnuk, recordando a uno sus subordinados más poderosos

—Me gustaría conocerlo algún día_ comentó Harrison, intrigado

—Estoy seguro que algún día lo harás, Harry _le respondió Ragnuk

El rey de la nación duende, sin saber la hora en la que se encontraba, sacó su reloj de bolsillo, su opulento y único reloj de bolsillo, y miró la hora. Se sorprendió un poco al saber que habían pasado alrededor de tres horas desde que Harrison arribó al edificio de Gringotts; horas en las que, a consecuencia de una buena charla, el tiempo pasó volando.

—Y bien, Harry, ¿cómo han ido las cosas, en la residencia Peverell, con la llegada de tus amigos?_fue la pregunta que le hizo el rey Ragnuk, luciendo bastante curioso por saber esa respuesta

Bebió un poco de café y, sabiendo que su amigo comenzaría a contar, inició con la firma de algunos documentos.

—Una ligera sonrisa se formó en el rostro de Harrison con esa simple pregunta. De inmediato, él, respondió—Han sido días muy buenos, Ragnuk…_ el joven Peverell, con eso dicho, comenzó a relatarle a su amigo su nueva vida en la residencia Peverell

Después de “huir” del hospital San Mungo, el grupo de jóvenes, liderados por el joven Peverell, llegaron hasta la residencia en la que, hasta ese momento, Harrison vivía. Cuando llegaron a ese lugar, los amigos de Harrison, sintiéndose algo mareados por la sensación de viajar con el Destello, le preguntaron a Harrison qué hacían en ese lugar. Evidentemente, Harrison solo les dijo que, durante los próximos meses, vivirían en ese lugar. Ninguno de ellos quería estar en ese lugar, no querían ser una carga o atrasar a Harrison con cualquier plan que pudiese tener en mente. Estuvieron a punto de declinar, con amabilidad y respeto, a la propuesta de Harrison, pero este último solo les dejó saber una frase que, indudablemente, se quedó clavada en sus mentes.

“Desearía no saber todo lo que sé. Y lo que sé, es que ustedes no sobrevivirán si deciden abandonar este lugar…”

Sabiendo que no tenían muchas opciones, Theo, Tracey y Blaise decidieron aceptar la propuesta de Harrison y comenzaron a vivir, momentáneamente, en la gran residencia Peverell.

El último descendiente PeverellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora