Capítulo 26: La Cámara de los Secretos

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-Espere a qué llegue el director, Peverell_le dijo la profesora McGonagall a Harrison, con frialdad. Este último ni siquiera volteó a ver a la bruja mayor, solo asintió

-No me parece extraño que pienses así de mi, McGonagall_pensó Harrison, mientras veía que la bruja mayor se iba por las escaleras de caracol

Al ver qué Dumbledore todavía no llegaba, Harrison decidió que miraría el despacho del director de Hogwarts.

-¿Será prudente?_se preguntó Harrison para si mismo, mientras pensaba en la posibilidad de hablar con el sombrero seleccionador. Tal vez, y solo tal vez, el sombrero le diría algo de información acerca del paradero de la Cámara de los Secretos

Antes de que pudiera comenzar con su búsqueda del viejo sombrero, un leve chillido sonó por toda la habitación.

No estaba solo en el despacho. Sobre una percha dorada detrás de la puerta, había un pájaro de aspecto decrépito que parecía un pavo medio desplumado. Harrison lo miró, y el pájaro le devolvió una mirada llena de curiosidad, emitiendo de nuevo su particular ruido. Parecía muy enfermo. Tenía los ojos apagados y, mientras Harrison lo miraba, se le cayeron otras dos plumas de la cola.

-Tú debes de ser Fawkes..._le dijo Harrison al fénix, acariciando con suavidad su cabeza. El fénix familiar de Dumbledore, pareció feliz por el tacto de Harrison

-... Parece que ya estás a punto de renacer, ¿No?_le preguntó Harrison, viendo el aspecto del, ahora, viejo fénix. Fawkes solo le respondió con un débil asentimiento

Ninguno de los dos pudo decir nada más debido a que, Fawkes, comenzó a arder.

Harrison dió algunos pasos hacia atrás y observó con fascinación el fenómeno que estaba sucediendo delante de él. Nunca antes había visto como un fénix renacia... Un fénix que no fuera Horus por supuesto...

Fawkes, mientras tanto, se había convertido en una bola de fuego; emitió un fuerte chillido, y un instante después no quedaba de él más que un montoncito humeante de cenizas en el suelo.

-Los fénix son criaturas extraordinarias..._pensó Harrison, con una ligera sonrisa. Eso lo pensó mientras veía el pequeño bulto de cenizas que se movía

La puerta del despacho se abrió. Entró Dumbledore, con aspecto sonriente. Entró con su típica sonrisa de abuelo.

-Profesor..._dijo Harrison, con un tono totalmente serio y dejando de prestar atención a Fawkes

-Es bueno verle, señor Peverell..._dijo Dumbledore, ensanchando aún más su característica sonrisa de abuelo

Fue en ese preciso momento que, Harrison, supo que algo andaba mal. Si o si, Dumbledore debió haber planeado algo en su contra... La verdadera interrogante en todo eso era, ¿Qué había planeado Dumbledore?

-Dumbledore vió que atrás de Harrison había un pequeño montículo de cenizas, y supo de inmediato de que se trataba-Veo que ha visto el renacer de Fawkes... Ya era hora. Hace días que tenía un aspecto horroroso. Yo le decía que se diera prisa_dijo Dumbledore, riéndose

Lo dicho por Dumbledore, ciertamente confundió a Harrison... ¿No se supone que lo empezaría a interrogar para saber más acerca de los eventos recientes?

No obstante, antes de que el director pudiera decir otra palabra, la puerta se abrió de improviso e irrumpió Hagrid en el despacho con expresión desesperada, el pasamontañas mal colocado sobre su pelo negro, y el gallo muerto sujeto aún en una mano.

-No fue Harrison, profesor Dumbledore. Yo hablaba con él segundos antes de que hallaran al muchacho, señor, él no tuvo tiempo..._dijo el semi gigante, apresuradamente

El último descendiente PeverellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora