Ya había pasado una semana desde que firmé el divorcio y seguía en casa sin haber hecho nada. No se me ocurría qué clase de negocio emprender y las ofertas de empleo que encontré para mujeres de mi edad eran casi inaccesibles, obviamente, los empleos para mujeres sin título, sin experiencia y sin juventud son escasas y poco atractivas, es lo que hay.
Igual no podía seguir así para siempre, el arreglo legal me concedió la casa que era lo que me importaba más pero a cambio, pedí no recibir pensión más que por un periodo de seis meses y el tiempo corre.
Posiblemente me hubiera ido mejor vendiendo la casa y dividiendo el beneficio pero fué la casa de mis abuelos y nosotros la compramos con muchos sacrificios, fué mi primer hogar verdadero y el único lugar donde me sentía relativamente segura, las mil recomendaciones que me hizo el abogado no funcionaron.
-Señora, usted merece la pensión alimenticia por los años que dedicó a la administración y cuidado de su hogar, no le están regalando nada
Pero mi terquedad era legendaria, no quería nada de él, yo solo quería mi casa y con eso iba a salir adelante costara lo que costara.
Cuando llegamos casi no se podía atravesar el patio debido a la enorme maleza, había un pequeño sendero que conducía a la entrada por un lodazal, franqueada por una puerta semi destartalada, sin vidrios en puertas y ventanas, entramos a la estancia oscura y húmeda que fungía como recibidor-cocina, a la derecha una columna dividía el siguiente espacio que se convertiría en nuestra habitación, una puerta conducía a otra pieza en donde habilitamos el cuarto de los niños y eso era toda la casa. La húmedad se convertía en pequeños chorritos deslizándose por la pared creando inundaciones con las lluvias del verano, el olor a humedad inundaba todo, la temperatura en invierno era más fría que la nevera y durante todas las estaciones, percibíamos mientras nos bañábamos, el clima en realidad aumentada porque el toilet estaba afuera.
Era más una madriguera que una vivienda pero tras siete años residiendo en casa de mi suegra bajo su mirada vigilante y sus opiniones agudas y tóxicas, aquel me pareció, un lugar "con potencial".
Santiago, pasaba los días de descanso trabajando en el jardín, era su pasatiempo favorito. Los niños corrían buscando bichos, gritando y riendo, les encantaba sentarse en la alfombra de verde pasto que sustituyó a la maleza, eran felices sin darse cuenta de las limitaciones, yo miraba, miraba cada detalle y lo guardaba en mi mente como un tesoro preciado que no debía escaparse nunca de mi alma. El rostro de mi esposo vigoroso, relajado y alegre; la energía de mis pequeños, su despreocupación, los pájaros contribuían con su griterío al bullicio y las mariposas danzaban por entre las copas de los árboles y las flores, como si el ambiente les produjera una excitación inusual para ser más vistosas que en cualquier otra parte.
Entre la naturaleza y la convivencia familiar, todo explotaba de vida y felicidad.
Veinte años después, estaba parada en la puerta de entrada frente al jardín, con mi taza de té en la mano, escuchando twenty four hours of loneliness por enésima vez, contemplaba ese jardín hermoso, admirando el gran aguacatal que durante el mes de julio, nos hacía competir contra Lucho para ganar los aguacates que caían, las hojas se habían acumulado y el pasto estaba crecido en exceso, pronto tendría que conseguir un jardinero porque nunca se me dió bien el manejo de las tijeras del jardín, las mariposas estaban ausentes y hasta el trino de los pájaros parecía tener ahora una melodía triste.
Mis hijos mayores se habían independizado y vivían lejos, informados pero ajenos a la situación que estaba viviendo en ese momento, siempre que llamaban aparecía lo mejor posible diciendo que nunca antes había descansado tan bien.
-No Julieta, ya te dije que por las noches no tengo tiempo de sentirme mal, por primera vez en años tengo el colchón entero para mí, mi espalda nunca estuvo tan relajada-
-Sí Martín, puedes estar tranquilo, si necesito algo te lo haré saber de inmediato y no lo dudes, ahora que soy chino libre, cualquier día le caigo a mi nuera para vivir en su casa como suegra molona-
Pero la "pequeña" Lizzy que ya tenía 21 años, estaba por regresar de su estancia con mi hermana y aquella farsa de la señora serena iba a destripar.
Aquello era un desastre, trastes sucios, el piso inmundo, el aire viciado, el cubo de basura estaba rebosante al igual que el canasto de la ropa; Lucho lucía como si lo hubieran usado de mopa para el piso en un taller mecánico y yo miraba, miraba cada detalle con desgano y apatía.
Ya no estaba en la cueva oscura y húmeda que nos recibió antaño pero el descuido de las últimas semanas la hacía parecer como tal y ni hablar de mi apariencia, por primera vez en semanas me ví al espejo y mi imagen era tan lamentable que no quedaba ni rastro de la jóven entusiasta que alguna vez, hace muchos años había sido.
A través del tiempo, la casa había sido remodelada convirtiéndose en el acogedor lugar de reuniones familiares y yo, muy sociable, celebraba todo regularmente, cumpleaños, bautizos, graduaciones, el día de la independencia, etc., sin embargo, ahora no quería ver a nadie, ¿Para qué? ¿De qué hablaríamos?
-¡Hola qué tal! Fuí abandonada-, no parecía un buen tema, -¿Cómo va el trabajo? yo como siempre soy una inútil sin oficio ni beneficio- tampoco.
Sonó el teléfono despertándome de mis ensoñaciones depresivas, era Lizzy
-Hola mamá ¿Cómo sigues, puedo regresar mañana o quieres que me quede con la tía Beba otra semana?-
Sentí que mi corazón se encogía un poco, ¿cómo era posible que mi hija estuviera pidiendo permiso para regresar a su hogar?, respondí alegremente
-!Pero por supuesto que debes volver!, tu madre te extraña como loca caramelito, nunca preguntes si puedes venir a tu casa bebé-, se escuchó una sonrisilla y nos despedimos.
Cambié la melodía por Ain't no sunshine de inmediato, cojí la escoba y una bolsa gigante de basura, en unos minutos era de nuevo un torbellino que recogía aquí y fregaba allá, no había tiempo para pensar en nada.
Sigo cansada y sin monetizar pero mañana llega mi pequeña y en MI CASA, hay mucho qué hacer.

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Hoy amanecí cansada
RomanceRebeca es una mujer que tras su divorcio no sabe el rumbo que tomará su vida, se enfrenta a los obstaculos de su día a día sintiendose abrumada y los eventos cotidianos la remontan a sus recuerdos de juventud.