¿Y qué?

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Días después de mi conversación con La Beba, seguía rondando en mi cabeza su pregunta; ¿Había oportunidad de regresar? Tendrían que pasar muchas cosas para lograrlo pero para empezar, no me sentía inclinada a intentarlo, todavía sentía enojo contra Santiago y eso me hacía pensar que, además de no ser buena idea volver, tenía seriamente que trabajar en sanar esa parte en mí.

Aún me lastimaba en exceso recordar la manera en que nuestra relación terminó.

-¡Lo hiciste de nuevo Santiago!- Miraba directamente a sus ojos y tuvo el descaro de negarlo, tenía las capturas de pantalla en mi bolsillo y mintió con total seguridad en su tono cuando dijo: -No hice nada, hace mucho tiempo que no hago nada que puedas reprocharme-, me enfurecía más a cada momento, decidí darle un último chance -¿Y si te lo compruebo?-. 

Durante un instante me miró fijamente tratando de adivinar si, en efecto, tenía pruebas, su tono se tornó un poco más cauteloso. -No sé qué es lo que crees pero no, no hay nada que yo recuerde-. 

Saqué el móvil y le mostré el chat, todo estaba ahí: las conversaciones con ella, las fotografías provocativas; cada palabra, cada imagen, eran como un latigazo horrible, un dolor espantoso para mí. Contuve las ganas de abofetearlo y gritarle lo inmundo que me parecía en ese momento. Mis hijos estaban en la cocina tranquilamente platicando y no tenían idea de lo que pasaba, era mejor esperar a trasladarnos a un lugar más privado. 

Santiago tomó el teléfono y observó momentáneamente, no necesitaba más, él sabía perfectamente que aquello era irrefutable -Bueno ¿Y qué?-. 

Con toda suficiencia, molesto y desafiante, se paró lo más erguido posible y me lanzó una mirada de fastidio. Era todo, al verse atrapado dejó de fingir y mostró su verdadero rostro. Entendí que se había terminado, aunque siguiéramos juntos, jamás iba a olvidar ese momento; jamás volvería a confiar en él y jamás volvería a tocarme sin que vinieran a mi mente esas imágenes asquerosas.

Dejé la cesta de ropa que estaba doblando y me dirigí hacia nuestra habitación. Mientras andaba, me concentraba para estar serena; yo estaba pagando por ser rebelde pero, mis hijos qué culpa tenían, adoraban a su padre y yo sospechaba que ellos no tenían idea de que algo estuviera mal entre nosotros. 

 Santiago me siguió y apenas cerré la puerta, comenzó a decirme que era normal entre los hombres tener amigas, que mi actitud "tóxica" era ridícula y que sí, había intercambiado mensajes con ella pero que no significaba nada, era un juego sin importancia porque nunca pasó nada entre ellos. -Todos los hombres ven mujeres desnudas, no veo por qué te pones así-.

Con cada palabra mi coraje se convertía en  impotencia, mi mente encontraba argumentos en contra para cada cosa que decía pero ¿cómo podía persuadir de que estaba equivocado, a alguien tan convencido de lo que decía? ¿O la equivocada era yo?¿Qué tal si realmente no pasaba nada entre ellos? comenzó a abrirse paso en mi mente la duda, ¿Y si realmente yo estaba exagerando? 

Socialmente, tenía razón; es bien aceptada la idea de que los hombres vean pornografía, incluso se les presiona y a veces ridiculiza si no lo hacen. Tener fotografías sugerentes de una "amiga" entonces, no parece algo malo pero, ¿dónde se pierde la delgada línea entre esparcimiento e infidelidad? ¿Desear a otra persona está bien siempre y cuando no se toque? Posiblemente si, pero mi disgusto empezaba cuando aquellas fantasías "inocentes" se salían de los pensamientos de Santiago para convertirse en acciones y comparaciones. 

Y es que incluso yo me sentía presionada por esa influencia social, me sentía estúpida reclamando infidelidad por su afición a las imágenes sexualmente explícitas, en todos los foros que investigaba, el porcentaje de personas que veían normal, incluso necesario, el uso de material de ese tipo era abrumador.

Entiendo perfectamente que ser mayoría no hace verdadera una postura. Los  argumentos burlones del tipo, ¿Te da miedo la sexualidad? ¿Por qué te esapantas si el sexo es un elemento natural del ser humano?  no me convencen. 

¿Cuándo cosificar al ser humano se volvió libertad y poder? ¿Dónde, la diferencia entre ejercer la sexualidad con autoconocimiento libre y pleno se pierde, a cambio de la devaluación de una persona a solo genitalidad? La sexualidad no es solamente copulación y nadie debería ser forzado a erotizarse para ser "progresista".

Aun así, Santiago desdeñaba mi opinión, era muy frustrante para mí el nivel de convencimiento con el que decía todo, sin embargo esta vez podía probar que sí hubo infidelidad "completamente", la conversación entre ambos era contundente. 

El "descuido" por el que me enteré de su relación con ella, partió irónicamente, de la honestidad que creí que había entre nosotros. Aparentemente, todo había sido confianza en nuestro matrimonio, tanto, que tenía sus contraseñas de toda aplicación y entré a configurar una de sus cuentas, mientras estaba en ello, llegó la notificación de un video; era una striper y se lo compartía uno de sus pocos amigos, pensé en ir a bloquearlo pero decidí que era mejor que Santiago lo hiciera, si es que lo hacía. Estaba por salir de la fila de contactos, cuando noté que ella estaba en las primeras opciones  y ¿Por qué, si se suponía que hacía años no se veían?

No voy a justificarme, abrí el chat y fuí al inicio de la conversación, habían estado en contacto desde siempre y su trato fué aumentando hasta ser francamente cariñosos. "Preciosa" era su palabra favorita y ¡Así se dirija a mí también!, a medida que leía me hundía en una mezcla de ira y vergüenza, indignación y negación.

Saqué las capturas de pantalla esperando nunca tener que usarlas. Todavía tenía la esperanza de poder "arreglar" esta situación, así como había arreglado las anteriores.

Porque no era la primera vez que pasaba, de hecho, sucedió desde el inicio y yo estaba renuente a aceptarlo. Desde el inicio comenzó hablando de su ex pero yo no le di importancia, es un evento en su vida que ya concluyó, pensaba "ya se le pasará". Para mí no era importante por dos razones; tenía autoconfianza y no estaba enamorada de él todavía. Gran error no poner límites desde un inicio.

Yo minimizaba todo, su machismo, la violencia, su incapacidad para cerrar ciclos, sus comparaciones...; irónicamente, la razón por la que nuestro matrimonio duró tanto, es que, me fustigaba pensando que debía ser responsable por enamorarme a sabiendas de cómo era él; pensaba que era mi responsabilidad tratar de reparar mi relación porque yo la elegí así, incluso cuando acudí a mi madre pidiendo dirección la respuesta era similar -Cuando te casaste ya sabías cómo era él ¿Acaso te prometió cambiar? ¿Te dijo que las cosas serían distintas?- Tenía razón, yo sola pensé que con la edad maduraría y sería mejor. 

Así comenzaban siempre mis razonamientos para disculpar sus infidelidades. Después de todo yo soporté su amistad con ella.






Hoy amanecí cansadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora