El amor comienza por el interior

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-¡Increíble! Me cuesta trabajo imaginarte diciéndole todo eso. En la preparatoria no me hubiera extrañado, pero es que niña, ni siquiera entre nosotras te habías permitido hablar sobre ella, menos para destrozarla, ha ha, lo dejaste mudo -Gabriela estaba fascinada con mi descripción de la cita.

-Si bueno, no es por atacarla a ella o porque sea la amante de mi ex esposo, pienso en ella como una persona que no tiene valor, es deshonesta y no tiene autoestima, nadie de quien valga la pena hablar pero justamente, ya no voy a admitir que me comparen con nadie, menos con alguien tan inferior moralmente. Después de eso no pienso dedicar ni un segundo ni una palabra más de mi vida a esa persona, además estoy muy contenta y tengo muchos temas interesantes para enfocarme; aún así veo que necesito afinar esos detalles, no debí terminar riñendo con Santiago; él de hecho comenzó a expresar lo que piensa y yo, tal y como dijo, terminé atacando. Forma parte de mi independencia perdonar lo que me haya hecho o lo que le adjudiqué injustamente, sobre todo para que ya no me afecte-.

Durante los tres meses siguientes la vida fué tan ágil que no tuve oportunidad de sentirme triste. Por las mañanas hacía mis labores de la casa lo más organizadamente posible, destinaba unos minutos a mis oraciones y después del baño tomaba el desayuno con Lizzy, nos volvimos muy cercanas; después salíamos juntas, ella al trabajo y yo a clases de manejo, estaba decidida a comprar un auto y con ello aumentar mi movilidad. 

El tiempo era precioso, dedicaba un par de días a visitar o hacer videollamadas a mis otros hijos y mi rutina de ejercicio era inaplazable por las noches antes de dormir. El resto de mi atención era para la boutique, entre la organización de la ropa, las citas de diseño de imágen y la edición del catálogo no quedaba espacio para nada, tuvimos que contratar a dos personas para atender a todo. El negocio iba a todo lo que daba.

Paralelamente, comenzaba a perder peso y eso me daba una seguridad impresionante, es bueno ser delgado, pero estar gordo y volver a obtener un peso saludable es poderoso. No es que perdiera diez kilos pero mis pequeños logros para mí, valían por miles.

Con el catálogo de ropa siendo un éxito, mi mejora de salud, los ingresos que generaba y la terapia por llegar a su fin, creí conveniente intentar hacer las paces con Santiago de nuevo.

En los últimos meses, solo lo veía de vez en cuando durante las reuniones familiares y cuando asistíamos a las terapias con Lizzy. Apenas cruzábamos palabras y, aunque no éramos hostiles, sentía que algo faltaba.

Lo invité a cenar y cuando pasó por mí, se sorprendió cuando le pedí que me dejara conducir su auto.

-¿Ya conduces? Pero si siempre dijiste que sentías un miedo insuperable por hacerlo, ¿no vamos a morir si manejas?-.

Yo estaba feliz de mostrar mi licencia de conducir. 

-Mirá, las autoridades de tránsito dicen que puedo ser tu chofer, aunque no te garantizo la vida de aquí a allá, tal vez te dé un infarto si meto mal las velocidades de tu carro-

Santiago parecía divertido; -Está bien, me arriesgaré, pero maneja despacio-.

Me daba mucha risa, siempre le decía que manejara despacio cuando me llevaba a algún lado y parecía que tenía la misma cautela que yo en esos momentos.

Al llegar al restaurante nos condujeron a la mesa que reservé y pedimos un vino mientras llegaba la comida.

Santiago aceptó el aperitivo pero pidió agua mineral para la cena, -No te dejaré manejar después de esa copa-.

Yo ya tenía contemplado eso, la casa de su pareja estaba relativamente cerca. -No tenía intención de hacerlo, de regreso tengo programado un taxi, sé que vives por aquí y no voy a hacerte volver de nuevo hasta mi casa-.

Las entradas eran deliciosas y nos proporcionaron una charla casual después de la cual, Santiago se animó a preguntar; -Pues bien, ¿a qué se debe esta invitación tan agradable?-

-Quiero hacer las paces contigo, la última vez que lo intentamos no salió bien y creo que no se puede quedar así, quiero que las cosas tengan un cierre o un buen inicio-.

-De acuerdo, yo también quería hacerlo, tuviste razón en muchas de las cosas que me dijiste la última vez que discutimos y lo he estado trabajando, cerrar ciclos no era algo que siquiera vislumbraba, es lo que debo hacer si quiero tener la oportunidad de tener una nueva relación que sea saludable desde el inicio. Me importa mucho que esta vez las cosas salgan bien-.

Me di cuenta de que hablaba de su boda, casi había pasado un año desde el divorcio y no indagaba nunca nada sobre él, incluso me mantuve alejada de sus redes sociales pero ya debía estar casado por la prisa que llevaba. Mis hijos nunca dijeron nada al respecto pero ellos tampoco quisieron relacionarse con su pareja así que no me extrañaba. Lo miré satisfecha, había cambiado mucho, sobre todo desde que también se sumó a la terapia, yo sabía que tenía potencial y me daba gusto verlo despejado.

-Así es, deseo que tengas una vida muy bonita y que tu relación tenga éxito Santi, mereces la misma felicidad que estoy alcanzando y nuestros hijos estarán complacidos de vernos bien. Quiero ofrecerte una disculpa por siempre interrumpirte, por no saber escuchar para comprender y porque en vez de superar los obstáculos, los traía de vuelta a la relación para recriminar. Mi decisión de seguir contigo me hacía responsable de reparar lo que dañaste; al dejarte y no tener a quién reprochar me di cuenta de que era inútil la venganza para ser feliz-.

Santiago parecía que iba de una sorpresa a otra, -Es increíble escucharte hablar así, la verdad tenía miedo de venir hoy, ya no sé a dónde meterme de la vergüenza por mi comportamiento. Si me ibas a regañar como en la última salida me ibas a destrozar. Yo también quiero que me perdones por no saber tratarte, por no buscar la manera de entenderte. Mi peor error fué buscar en otro lado lo que no iba a encontrar más que en la persona que tenía a lado, te reconozco el valor que siempre has tenido y te admiro-.

Seguimos platicando y fue la velada más agradable que tuvimos, incluso desde años antes de separarnos. Decidimos que lo justo y adecuado era dejar de culparnos y pedir perdón, nuestra relación murió y con ella las ofensas y los reproches, era hora de iniciar sanamente. Cuando salimos nos despedimos como verdaderos amigos, ese hombre iba a formar parte de mi vida y mi familia por siempre, era padre de mis hijos pero ahora se sentía también como un verdadero compañero.

No insistió en llevarme a casa cuando pedí mi taxi.

-Esta bien, me quedó claro que eres un roble, no te va a pasar nada, no solo puedes cuidar de ti sino de todos los que te conocemos juntos...pero manda mensaje cuando llegues-

Nos reímos y nos dimos la mano.

Hoy amanecí cansadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora