Después de salir del juzgado seguía furiosa, en ese momento agradecí que un vestigio de mi viejo yo, todavía no muriera, la ira con la que miré a Santiago era tan poderosa como cuando soltera, no analicé por qué, simplemente dejé que me inundara.
Cuando llegué a la avenida crucé el puente pero en vez de subir al transporte, entré a la plaza comercial, me puse mis auriculares, busqué Girl on fire y compré un helado, caminé por los aparadores y ví una pijama que se veía muy cómoda, un par de minutos más tarde, la compré de mi talla; después pasé a hacerme una decoración de uñas.
Al salir, elegí un paquete de comida china y después de comprar un billete de lotería con terminación 0808, el día de mi boda, regresé a casa. Tenía dieciséis llamadas perdidas de mis hijos que jamás escuché, envié un chat al grupo de que estaba en casa bien y tranquila, después de una breve conversación irrelevante, mis críos se aseguraron de que estaba a salvo y me despedí diciendo que les llamaría después.
Me dí un baño, puse un jazz suave, estrené mi pijama y mientras me secaba el pelo llamaron a la puerta, era Santiago.
-¿Puedo pasar?-. Todavía con flamas en los ojos le respondí -Ya no tienes nada qué hacer aquí-, se recargó en el marco de la puerta con la cabeza agachada y suspiró -Por favor, por última vez-, lo dudé un momento y abrí la puerta, -Bien, cerremos este tema-.
Lo dirigí directo a la cocina
-Estaba por empezar a comer, pasa al baño o ve a lavarte las manos y siéntate-.
Obedeció en seguida. Por su apariencia adivinaba que desde el juzgado no había probado bocado y si anduvo dando vueltas por ahí, posiblemente le andaba del baño, tenía vejiga de ardilla.
-¿Y bien, qué se quedó en el tintero? Se supone que ya nos habíamos dicho todo lo que debíamos-.
Comencé a comer y él tomó un trago de agua, seguía sin mirarme mientras hablaba
-No todo, nunca te dije que me casaría de nuevo; si pensaba decirlo pero...- Lo interrumpí porque, a pesar de que estaba consciente de que ya no era algo que debiera afectar mi estado de ánimo, realmente no podía controlarlo, no quería hablar sobre eso.
-A ver, creo que ya te lo dije, no es mi asunto, a partir de hoy no tienes ninguna obligación de consultarme ni ponerme al día de tu vida personal; lo que tenga que ver con nuestros hijos es todo lo que hay para dialogar entre nosotros, en este caso, lo que creo que te corresponde es hablar con ellos y no conmigo; recuerda que te pidieron que los tengas al tanto de ti-.
-Sí, hablaré con ellos pero creo que no lo tomaste bien y no quisiera que las cosas queden así entre los dos, nos vamos a tener que seguir viendo y tal vez no te parezca bien que ella de pronto...- Volví a interrumpirlo, no quería actuar de esa manera pero me era imposible dominar mis sentimientos.
-Mira, en primer lugar no hables de "ella"; en mi casa y en mi vida no la quiero presente, por eso terminamos, lo que tenga que tratar contigo es asunto de los dos solamente, si tu quieres participarle a alguien más sobre eso, deberás asegurarte de que no se inmiscuya ¡JAMÁS! así sea tu nueva pareja, tu abuela o tu sensei espiritual, no voy a tolerar que NADIE intervenga en lo relativo a mi familia que son mis hijos y ellos ya te dejaron claro que tampoco lo van a permitir, así que por ese lado ni le muevas; "ella" no es algo que me tenga que parecer o no. Además, no te confundas, no reaccioné así porque no acepté tu hermosa decisión de casarte de nuevo; anda y haz con tu vida lo que te dé la gana pero podías haber tenido la decencia, de haber iniciado tus trámites en otro momento, ¿no crees? ¿Tanta prisa llevas que no te podías aguantar a terminar de divorciarte? Si yo hubiera aparecido con mi amante a la firma del acta no te hubiera gustado ¿verdad?, pues es lo mismo-.
Por primera vez me miró a los ojos y preguntó -¿Ya tienes un amante?- se veía sorprendido.
Azoté el tenedor en la mesa y con tono de voz elevado comencé a caminar por el comedor -¿Y qué te interesa? ese es el asunto, ¿lo ves? ya no es de tu incumbencia y aunque ya no estemos juntos, no es como que vamos a estar restregando los idilios de nuestras vidas al otro ¿Verdad?-
Me detuve un momento, estaba de espaldas a él, ahora yo rehuía su mirada,
-Y no, no ando con nadie, me acabo de divorciar ¿sabes? ¡No soy atractiva, tuve una pareja que me dejó pocas ganas de estar con alguien de nuevo, mi vida es una mierda y no quiero ver a nadie!- Dejé de hablar porque se me quebraba la voz y salí al jardín a tomar aire, no iba a permitir que me viera llorar una vez más.
Después de varios minutos, salió al jardín y se paró a lado mío, mirábamos la alta copa del aguacatal que tiraba hojas mientras los colibríes se acercaban al bebedero. Me sujetó el hombro y dijo con calma -Lo siento, tienes razón, no vine a molestarte, eres muy valiosa y no mereces esto, ven a terminar de comer, sólo te has comido un helado y ya es tarde-
Lo miré con una mueca de asombro -¿Me seguiste?-.
Se paró frente a mí y lo miré fijamente, era inútil, estaba enamorada perdidamente de él, dicen que la ausencia aumenta el cariño y yo me sentía tan sola que me sentía capaz de rogarle que no se fuera, que regresara a casa y que hiciéramos como si nada hubiera pasado, sus grandes ojos me traspasaban el alma, así fué desde que nos conocimos.
Lo amaba con locura y el maldito se acostaba con otra y se iban a casar, me vino bien esa idea para no arrojarme en sus brazos, hubiera sido vergonzoso para mí y tal vez para él también, tragué saliva y desvié la mirada, me sacudí sus manos y entré de nuevo a seguir comiendo, saqué jamón y queso para picar, él seguramente también estaba hambriento.
Depuse las armas, ya no era tiempo de más peleas, para empezar a sanar era necesario soltarlo, -Vamos a comer en silencio ¿quieres?-, se sentó y puse mi playlist de música tranquila.
A veces no comprendía la manera en la que se comportaba, o sí, pero no quería aceptarlo, él no era mi enemigo, había sido el amor de mi vida y al igual que yo no deseaba que nada malo le ocurriera, él tampoco quería seguirme lastimando. Ojalá no lo quisiera tanto.
Ojalá por lo menos me llevara la muerte, para no verlo siempre.
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Hoy amanecí cansada
RomanceRebeca es una mujer que tras su divorcio no sabe el rumbo que tomará su vida, se enfrenta a los obstaculos de su día a día sintiendose abrumada y los eventos cotidianos la remontan a sus recuerdos de juventud.