Miedo al éxito

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Al pasar la barca
Me dijo el barquero
Las niñas bonitas
No pagan dinero.

Yo no soy bonita
Ni lo quiero ser
Yo pago dinero
Como otra mujer

Siempre pensé que sacar beneficios por la apariencia física era despreciable,  pero alguien tan promedio como yo ¿Qué sabía de eso? Aún así, sacando las cuentas del mes, llamaba a mi imaginación tener de repente, una belleza extraordinaria, como en las novelas de frágiles e inocentes jóvenes que se encuentran con inadaptados caballeros varoniles y millonarios, pero no, llevaba varios años con obesidad y descuidando mi apariencia; cara lavada y pants eran mis compañeros inseparables, tenía fragilidad sólo en las rodillas por falta de entrenamiento y mi juventud se escapaba vertiginosa. 

Honestamente aunque me hubiese transformado en un instante con una varita mágica, no aceptaría los avances de nadie sólo por estar en una posición económica cómoda; a otra idea.

Gabriela me propuso abrir una pequeña boutique entre ambas, tenía un ingreso suficiente con el negocio de transportes que su difunto esposo le había heredado, sin embargo, ella quería algo con qué "entretenerse", pero no sola, siempre quiso que emprendieramos algo juntas, no obstante nuestras ocupaciones no permitieron que llegaramos a un acuerdo, estando yo recién divorciada parecía el momento adecuado, de hecho, mi primer idea al rechazar la pensión de Santiago fué iniciar un negocio pero, ya en la planeación, me retoñaron las inseguridades de los anteriores intentos. Mi lista de emprendimientos fallidos era mas o menos así:

Abrí un bistro en una zona que no era para nada prometedora y donde no había negocios de ese tipo pero, cuando comenzó a tener auge, abrieron hasta cuatro más, incluso los dueños de los otros negocios iban a copiar el menú y agregaban bebidas gratis. Pagando una renta mensual, yo no podía competir contra aquello y cerré.

Intenté con un servicio de estilista a domicilio, era conveniente por el horario y dejaba un buen margen de ganancia pero tuve una mala experiencia con un cliente que amenazó con demandarme; francamente me pareció excesivo, aparte de que no estaba segura de que realmente hubiera algo que reclamar, es muy subjetivo porque la mayoría de clientes decían, "hazme un corte que se me vea bien" y yo los veía bien, pero creo que ellos no estaban muy conformes con su apariencia; milagros no hago.

Comencé a vender ropa y accesorios en línea pero cuando mi querida cuñada, (que también era mi socia) vió el tremendo potencial del negocio, me hizo a un lado creando una cuenta alterna y robando a los clientes, cuando lo descubrí, porque mis ganancias disminuyeron y me faltaba mercancía, cerré la tienda en línea y ella sólo duró unos meses más, no era fácil manejar todo sola.

Finalmente abrí un café internet y gracias al cielo funcionó tan bien que nos dió de comer cuando Santiago se quedó sin trabajo, pero al recuperar sus ingresos, insistió en que cuidara de su madre que pasó por una cirugía y yo era la única que no estaba "realmente ocupada" y sin pretexto para no asistirla, asi que cerré el café. Después de eso, francamente me daba flojera iniciar de nuevo.

Con ese panorama en mi mente, decidí  buscar un empleo formal en alguna empresa, era más seguro un salario del tamaño que sea con prestaciones y que me diera algo de experiencia, o eso suponía, hacía quince años que no estaba contratada por nadie.

Llamé a Gabriela para explicarle lo que había decidido y mis razones, le advertí muy convencida: -Si inicias un negocio conmigo será un fracaso-, ella no estaba de acuerdo conmigo,

-¡Claro que no! aquello no funcionó porque te rendiste, eres la única enemiga que necesitas para fracasar, pareciera como si tú misma te estuvieras boicoteando ¿Qué? ¿Le tienes miedo al éxito?-.

Sí me da miedo.

Hoy amanecí cansadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora