Amaneciendo

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   Faltaban unos segundos para que el despertador sonara y abrí los ojos, estaba cansada pero no quería seguir en la cama. 

Me incorporé mientras el móvil empezaba a vibrar y abría la canción en turno de la fila de reproducción, tocó Hopelessly devoted to you; apenas el día anterior había firmado el acta de divorcio y escuchando a Olivia cantar, sentí que mi corazón se rompía de nuevo en mil pedazos.

No era soportable, no era posible. Me metí en la ducha llorando todavía y mientras caía el agua recordaba el momento en que llegué al juzgado; me puse la única falda que me quedaba después de 26 años y 26 kilos extra que acumulé durante mi matrimonio y mis zapatos mas nuevos, traté de peinarme y arreglarme lo más prolija y moderadamente posible, mi objetivo era ser la divorciada más respetable y digna que saliera de ahí ese día.

 Hace casi 26 años estaba en ese mismo lugar casándome, con una falda de tablones color beige que había comprado de medio uso, una blusa blanca con cuello alto, un delicado collar con una cruz y mi esbelta figura, iba armada con todo lo que necesitaba para casarme con aquel hombre que me había conquistado. Teníamos apenas 20 años y un montón de sueños por delante, el prometió amarme y respetarme para toda la vida, a la luz de los hechos actuales, me parece que mintió. 

Salí de ducharme y bajé a la cocina, estaba sola con Lucho, el pequeño y cabezón perro que encontramos vagando con una cadena rota. Mi hija menor, que aún estaba soltera, se quedaba con mi hermana por unos días, "mientras yo asimilaba mi nueva situación". Saqué un par de huevos y yogurt del refrigerador y comencé a cocinar mi desayuno. 

Hace algún tiempo no me hubiera planteado comer después de semejante golpe moral, pero después de cumplir los 40, me di cuenta de que es mejor tener depresión con el estómago lleno.

Me senté frente al ordenador y un nuevo pesar me agobiaba, en el tiempo que estuve casada nunca tuve un trabajo formal, aunque generaba pequeñas cantidades con pequeños emprendimientos, no era suficiente para mantenerme sola ¡Ay Dios! con la pena de quedarme sin pareja bastaba, no era necesaria la angustia de pisar la indigencia ¿Y ahora?

La mañana estaba nublada y fría pero me hubiera sentido igual de retraída si el sol brillara, tomé mi taza de café y me senté en el sillón. Pensando en cómo iba a solucionar mi situación me vinieron a la mente los intentos de negocios que hice y a la postre fracasaron, no era por falta de ganas, no era por falta de talento, simplemente terminaba abandonando todo, una veces decepcionada por el arribismo de los demás, otras por no saber administrar, en fin, no lo lograba, retumbaban en mi mente las palabras de mi madre "eres una mantenida", "solo vives estirando la mano", "si yo hubiera tenido la misma suerte que tú estaría en la gloria". Para ella, Santiago, mi ahora ex esposo, era el hombre mas perfecto del planeta y yo una "suertuda" por haber logrado que me hiciera caso, mi querida suegra pensaba lo mismo, no se explicaba cómo una mujer tan insignificante como yo, había logrado atrapar a su hijo, en ese momento yo me preguntaba lo mismo. 

Es que Santiago no era malo, no era un tipo desagradable, desobligado o desatento, todo lo contrario, era caballeroso, guapo y con la edad adquirió un aire además interesante, trabajaba incluso en exceso y siempre tuvo como regla cardinal ser el proveedor de la casa, de hecho, nuestras primeras peleas se debieron a que yo insistía en no dejar mi trabajo para ser autosuficiente mientras que él, quería que me dedicara de lleno a la casa y a mis hijos; no era que no quisiera quedarme en el hogar pero quería tener un ingreso independiente, eso era muy mal visto por mi familia política, muy chapada a la antigua y predominantemente machista. Total que, tras tener dos hijos que apenas se llevaban  un año entre ellos, decidí dejar el trabajo y dormir de vez en cuando. 

No me arrepiento ni un segundo del tiempo que pasé con mis hijos pero debí aferrarme a buscar un sustento propio. Como sea, no se hizo y se tenía que hacer pero ¿Cómo?

 Esa mañana no sólo me levanté divorciada, también estaba vencida, asustada y cansada pero, me levanté.

Hoy amanecí cansadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora